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Tribuna
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México y España

Hay entre México y España lazos de amistad que vienen de lo profundo de la historia. La que hay entre nuestros países no es una relación basada sólo en los intereses que suelen compartirse en el mundo moderno, sino en la afinidad más amplia que explica la existencia de una comunidad de habla hispana. No es una relación societaria, sino comunitaria, porque con España nos unen origen, sangre, familia. Compartimos con España, como con la América hispana, un largo tramo de historia común, que se manifiesta en nuestra cultura: en nuestro modo de ver e interpretar el mundo, en nuestro idioma, en nuestras creencias, en nuestras tradiciones.Es una relación, pues, que debe apreciarse sin olvidar que formamos una comunidad cultural, que no sólo no se ha perdido con el paso del tiempo, sino que se ha acrecentado.

Identidad común

Esa relación de origen -del nuestro y también de la historia moderna de España- convierte a nuestras relaciones con el Estado español en algo más que un conjunto de intercambios de provecho mutuo, o de negocios convenientes.

Detrás de nuestros vínculos con España hay, además, un esfuerzo por preservar los valores culturales que compartimos; por defender una identidad común, que permite establecer lazos de cooperación, de manera natural. Lo que nos une a España está en el modo dé ser nuestras gentes; está en las tradiciones que nos acercan tanto como a los países de América Latina.

Por esa razón histórica, que ha echado raíces en nuestra cultura, el significado de las relaciones diplomáticas entre ambos Estados no se constriñe a lo estrictamente bilateral. Para México, España representa, además, una puerta natural de acceso hacia Europa: hacia la Comunidad Económica Europea, cuyo proceso de integración tiene -y tendrá- repercusiones de alcance mundial. México no sólo ha estado atento al desarrollo de ese proceso, sino que ha manifestado su voluntad de participar en las grandes transformaciones que vive el mundo, de manera activa, pensando en la diversificación de sus relaciones internacionales. Y España, como parte de la comunidad europea y de la comunidad hispana, constituye el interlocutor natural de México en ese tránsito hacia un nuevo orden en nuestros vínculos con el viejo continente. España no es, ciertamente, la única puerta hacia Europa; pero sí es la más accesible y, desde luego, la más prometedora.

Pero, por otra parte, México representa para España -como lo ha sido siempre- una puerta amplia en sus relaciones con la América Latina. Si España es para México el acceso natural hacia Europa, México es para España el conducto privilegiado hacia el resto de la comunidad hispana que, por lo demás, está en busca de su propio proceso de integración, con mayor énfasis que en el pasado inmediato. De modo que la amistad entre España y México es algo más que la amistad entre dos países: es también el símbolo de las relaciones posibles entre dos continentes. Lo sabemos bien en las dos partes, y por eso nuestros tratos recíprocos adquieren mayor trascendencia. No queremos desligarnos de la integración europea por lo que ella representa para el futuro económico y cultural de México, pero tampoco deseamos descuidar nuestros lazos con los Estados hermanos de América. Y, en ambos casos, cuenta la cooperación y la buena voluntad con el Estado español.

Desde esa perspectiva, se entiende mejor el desarrollo extraordinario que han tenido nuestras relaciones diplomáticas, desde el 28 de marzo de 1977 a la fecha. Se trata de sólo 12 años en los que, sin embargo, pueden notarse ya los rasgos de una cooperación tan intensa como decidida. Además de los datos relativos al intercambio comercial entre ambos países, que se han incrementado constantemente con provecho común, me parece que deben subrayarse las constantes visitas de los jefes de Estado -y de Gobierno- en ese breve lapso, y las realizaciones diplomáticas que se han derivado de ese trato, siempre cordial.

Deuda externa

Desde 1977 ha operado la Comisión Binacional, ocupada en estrechar nuestros vínculos, lo que ha colocado a España como el país europeo con el que mantenemos el más alto nivel de diálogo y de concertación. Por el trabajo de esa Comisión y por la cordialidad de nuestras relaciones, se ha avanzado en el Tratado General de Cooperación y Amistad, que cubre materias tan amplias como la economía, la ciencia, la tecnología, la cultura, y la cooperación jurídica y consular. Fue España, en fin, el primer país que acordó la renegociación de la deuda externa mexicana en sus nuevos términos, reduciendo su monto en un 50%. Y es obvio que ese gesto de amistad influye en el ánimo europeo hacia las propuestas formuladas por México.

Esas realizaciones diplomáticas, de enorme importancia, constituyen una base muy sólida para ampliar y, al mismo tiempo, concretar en proyectos cada vez más tangibles nuestra relación con España. Pienso, en primer lugar, en el ámbito cultural, porque de ahí parten el resto de los vínculos con ese país:

- Naturalmente, el quinto centenario del viaje a Cádiz, que ya desde ahora ha representado la oportunidad de recordar nuestros orígenes, pero apuntando hacia el porvenir. En 1992 se subrayará la existencia de esa comunidad hispana de la que expongo, y en ese año se concretará también la integración europea. Es, pues, un año clave para reforzar los puentes que nos unen a España, lo que quiere decir que el trabajo diplomático tendrá que funcionar con la mayor eficacia. El quinto centenario es un momento fundamental para traducir nuestra identidad común en hechos tangibles. Y no es exagerado decir que puede ser de mayor trascendencia en todos los sentidos, si España y México toman la iniciativa de ir más allá, como los puntos de enlace entre las regiones que representan.

- Esa tarea, de carácter cultural pero de alcances mayores, podría contar con un respaldo muy claro al ponerse en marcha un Instituto Mexicano en Madrid, que ha sido planteado ya en las relaciones bilaterales. Y de modo particular, convendría insistir en las ventajas de incrementar nuestra cooperación en el área editorial, tomando en cuenta que España está a la vanguardia en la producción de los libros que se publican en nuestro idioma, y que México tiene, en esa materia, mucho más que aportar, si se abren los mercados convenientes.

- De ahí el otro ámbito prometedor de nuestras relaciones bilaterales: el comercio. El contacto con Europa, a través de España, debe permitirnos la ampliación de mercados ara los productos mexicanos. Ése debe ser, en todo caso, el reflejo de las expectativas que asoman entre el contacto de dos grandes comunidades regionales. El acceso a ese mercado europeo, y también el desarrollo científico y tecnológico que resulte provechoso para el país.

- Hay en esa materia otro filón que habría que seguir muy de cerca. Propiciar la cercanía entre empresarios mexicanos y españoles, no sólo en busca de coinversiones que ofrezcan ventajas para ambas partes, sino de intercambios de experiencias, de técnicas y de procesos productivos, que ayuden a los nuestros a encontrar tecnologías apropiadas, que cuentan ya con la garantía de haber sido puestas en marcha en un país con una cultura similar a la nuestra. Y en ese terreno, además, habrá que estrechar lazos entre universidades e institutos de investigación, para compartir ideas en áreas tan concretas como el cuidado de la ecología, el desarrollo industrial, el desarrollo urbano, el intercambio de información científica y tecnológica y el turismo -ámbito fundamental- y aun la Administración pública -sin olvidar que nuestra tradición municipal nos viene también de España.

Mundo integrado

Las posibilidades de incrementar nuestros vínculos con España son, pues, muy amplias. Hay detrás de ellas una larga tradición; hay tres años por delante -antes del fin de 1992- cargados de símbolos de cooperación y amistad; hay una intensa experiencia diplomática que ha rendido frutos visibles; y hay, en suma, una excelente voluntad de colaboración entre ambos países. Como parte de esa voluntad, recibiremos en México a los Reyes de España y ratificaremos con los representantes del Estado español nuestras intenciones de acercarnos a ellos y a lo que representan para expandir nuestra mirada hacia Europa, con iniciativa propia y con ánimo de que México obtenga resultados cada vez mejores, en su esfuerzo por defender la soberanía en un mundo cada día más interdependiente y más integrado.

No olvido, de ningún modo, la espléndida tradición de nuestros principios fundamentales de política exterior que constituyen la base y la clave de bóveda para que las relaciones de México con España se sostengan del mejor modo posible y, sobre todo, sean cada día mejores.

Enrique González Pedrero es embajador de México en España.

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