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Reportaje:

Mentiras sobre las enfermedades

Los europeos no exportaron a América la tuberculosis, ni la sífilis fue traída por los españoles

Ni los europeos exportaron a América la tuberculosis tras el descubrimiento de Colón, ni los soldados españoles se trajeron para aquí la sífilis en esa misma época, ni la lepra era en la antigüedad y la Edad Media una enfermedad tan extendida como se creía. Ésas son algunas de las conclusiones que, con la debida cautela, establece la palcopatologíla, una disciplina con Un siglo de vida que ha experimentado un notable impulso en los últimos años.

A caballo de la arqueología y la biología, la paleopatología emplea las modernas técnicas médicas para tratar de determinar las enfermedades que sufrieron nuearos antepasados mediante el análisis de sus restos óseos, y en ceasiones de los restos que se han conservado momificados.Su período de estudio se pierde en la prehistoria y se prolonga hasta la Edad Media, según precisa Domènec Campillo, un pionero de la investigación paleopatológica en España que ha coordinado un reciente cursillo sobre el tema, organizado en Barcelona por la Fundación Caixa de Pemácins.

Eugen Strouhal, director del Museo Antropológico de Praga y destacado ponente del curso, afirmó: "La tuberculosis ya estaba en América cuando llegaron allí los europeos", después de citar unos trabajos en los que se diagnostica la presencia de esta enfermedad en restos pertenecientes a la cultura de Nazca, en Perú.

Sobre la sífilis considera que, en todo caso, los hombres de Colón "se limitaron a importar una cepa más virulenta", pero que la enfermedad como tal ya se había desarrollado a este lado del Atlántico miles de años antes del descubrimiento, Concretamente citó el diagnóstico de una sífilis mediante el estudio del cráneo de un hombre que vivió en el alto Egipto durante el IV milenio antes de Cristo.

En opinión de Strouhal, la sífilis fue durante mucho tiempo enmascarada por la lepra. Como prueba indirecta de esta afirmación citó que, entre los siglos XI y XIII, se aplicaron unciones de rriercurio a los leprosos, a pesar de que ese tratamiento es inútil para esos enfermos, "aunque sí sirve", precisó, "para tratar la sífilis".

Lepra que no lo era

Según explicó Doménec Campillo, el danés Moeller-Christensen examinó en un exhaustivo estudio un total de 18.000 esqueletos y numerosas momias y halló sólo 328 casos de lepra, lo que da idea de que esta enfermedad no estuvo tan extendida como se creía y fue durante la Edad Media un cajón desastre en el que se metían "numerosas enfermedades que nada tienen que ver con ella".Strohual sitúa el momento de la llegada de la lepra a Europa en la época de Alejando Magno, a finales del siglo IV antes de Cristo. El profesor checoslovaco explicó que la enfermedad ha sido detectada en restos de hombres que habitaron China 1.000 años antes de nuestra era, que de ahí pasó a la India y que es muy problable que los ejércitos de Alejandro que penetraron en el valle del Indo la introdujeran en Europa a través de Grecia.

La idea de que el cáncer es una enfermedad muy ligada a la civilización actual, asediada por elementos contaminantes que lo desencadenan en aquellas personas genéticamente predispuestas, fue bastante matizada por Strouhal.

A pesar de que sólo pueden ser diagnosticados los cánceres óseos o los que invaden huesos después de comenzar en otro lugar, en los últimos años han sido estudiados medio centenar de casos. Algunos de ellos, todos de esqueletos egipcios, son carcinomas nasofaríngeos que han invadido el cráneo.

Mito del hombre primitivo

"No es casualidad que en el desierto hayamos encontrado este tipo específico de cáncer, que es propiciado por la aspiración habitual de aire lleno de arena", subrayó Strouhal, el científico checoslovaco.Domènec Campillo expuso dos razones para explicar que ha.yan sido relativamente pocos los casos de cáncer detectados en esclueletos antiguos: la primera, que el hueso atacado por esta enfermedad es más fácilmente destruido por la erosíón, y la segunda, "que esta enfermedad se manifiesta sobre todo a edad avanzada, que era alcanzada en la antigüedad por mucha menos gente que ahora".

La idea de que el hombre primitivo gozaba de excelente salud y estaba cargado de fortaleza es otro de los mitos que ha acabado de destruir la investigación paleopatológica. A pesar del evídente interés de algunas de las conclusiones a que se ha llegado, Doménec Campillo es muy cauteloso al hablar de las posibilidades reales de la paleopatología. Subraya que con esta ciencia sólo es posible detectar aquellas enfermedades que siguen existiendo hoy día, porque las ya desaparecidas "no sabemos cómo se expresaban", y tiene especial interés en destacar que la mayor parte de los diagnósticos son de probabilidad.

"Si hoy día y con el enfermo delante", agrega, "hay un margen de error, sería absurdo no éstablecer cautelas al investigar enfermedades en hombres que murieron hace cientos o miles de años". Con ello, Campillo no quiere restar méritos a esta disciplina, de la que habla con entusiasmo y que, en su opinión, va a entrar de inmediato en una fase en que una buena ordenación de los datos ya recopilados va a permitir extraer notables conclusiones y desterrar falsas creencias sobre el origen de las enfermedades.

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