Rumanía ha despertado de su pesadilla
He vivido los acontecimientos rumanos como algo extraordinario, imprevisible. Hemos asistido a la trágica resurrección de un pueblo que hace tiempo yo consideraba anulado. Confieso que justo antes del comienzo de la rebelión me disponía a escribir un artículo en contra de los rumanos. Quería contar la historia de un país desafortunado y fracasado, habitado por un pueblo suicida. La evolución de los acontecimientos ha hecho que renuncie a este proyecto y me alegro de ello.Parecería una paradoja que la actualidad de Rumania resultara una confirmación del escepticismo de mi filosofía, considerada radical y sin concesiones. En realidad, mi pesimismo jamás ha estado unido a las circunstancias. Pero lo que sí es cierto es que he sufrido mucho por ser rumano. Incluso sentía un gran desprecio por mis compatriotas. Como casi todos los rumanos, había desarrollado un agudo complejo de inferioridad que hunde sus raíces en la historia más antigua del país. Durante el período austro-húngaro, nosotros éramos algo inexistente; en Transilvania los rumanos no eran esclavos, sino individuos primitivos, gente de tercera clase, tras los húngaros y los alemanes.
Uno de los versos más citados en Rumanía dice así: "Despierta, Rumanía, de tu sueño de muerte". No es una casualidad que la insurrección se haya iniciado en Timisoara. La población de esta ciudad es un 30% de origen húngaro, y yo creo que en el resto del país los rumanos han sentido esta señal como una bofetada y se han despertado de su sueño de muerte. Durante mucho tiempo me he preguntado por qué los rumanos no se han suicidado en masa. ¿Cómo han podido vivir con ese miedo morboso a sus vecinos y a sus hijos?
Además, Ceaucescu ha conseguido engañar a los intelectuales con una política. basada en el cálculo.
Recuerdo un paseo nocturno por el Pont Neuf con mi amigo Noicea, puede que el filósofo rumano más relevante, cuando me decía: "¿Qué tienes en contra de Ceaucescu? No te entiendo...".
¿Cómo es esto posible? No¡cea regresaba de una de las cárceles rumanas donde había pasado seis años...
Tras el proceso contra Nicolae y Elena Ceaucescu ha aparecido un sentimiento de frustración; sin un juicio público, ¿no se ha privado a la democracia rumana de una tribuna? Yo respondo que el miedo es un sentí miento difícil de arrojar del corazón. Dar con vida al tirano significaba conceder una oportunidad, proporcionar un aliciente a sus esbirros, mientras la Securitate continuaba con sus locura homicidas. La ejecución de Ceaucescu constituye un símbolo, cierra la página más tenebrossa de la historia rumana. Yo tengo confianza en Ion Iliescu, quienpreside el Frente de Salud Nacional. Yo sabía desde hace tiempo que era la esperanza d Rumanía. Ahora hay que espera la postura de los soviéticos Constituyen la llave de todo.
Desde hace medio siglo no he pisado Rumanía. ¿Deseo hacerlo ahora? Sí y no. Lo que añoro son los paisajes de los Cárpatos, de Rasinari, el pueblo de mi infancia. Había un jardín y un cementerio donde un sabio sepulturero, viejo y filósofo, me regaló un cráneo. Juntos vivíamos una especie de fúnebre relación. Llegué a pensar en quedarme para siempre en aquel pueblito, entre campesinos y analfabetos. Deploro la desaparición de los analfabetos, vestigio de una humanidad primitiva, anterior a la civilización. Desde este punto de vista, la sociedad sin ilustrar soñada por Ceaucescu debería haber satisfecho mis deseos. Pero él sólo quería esclavos.
Cuando un pueblo se muere de hambre sacraliza la cultura y ya no la posee jamás. Tras el drama rumano existe un problema de inanición, El hambre provoca una elevada tasa de impotencia sexual, sobre todo entre los jóvenes.
¿Qué valen los libros frente a esta situación?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.