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Otoño en Praga

La sorpresa del visitante es grande cuando se reúne en la residencia de José Luis Dicenta con miembros del Foro Cívico la misma noche en la que han estado pactando el nuevo Gobierno con el partido comunisca. Son el padre Mali, que dirigió las primeras manifestaciones en la plaza de Wenceslao; los filósofos P. Pawlows y J. Morral, y Ivan Havel, hermano de Vaclav. Les acompaña Fernando Valenzuela, gran conocedor del país y que, como todos los demás, es discípulo del filósofo Jan Patocka. Y ésta es la primera sorpresa: todos son aquí discípulos de Patocka -un fino y venerable profesor al que el visitante había recomendado algunos libros, prohibidos en su país, de Hanna Arendt y Merleau Ponty.La segunda sorpresa es que parecen más dispuestos a hablar de filosofía que de política, y que esta filosofía gira casi exclusivamente en torno a Husserl y la ontología existencial. El visitante participa admirado en la discusión sobre los conceptos de intencionalidad y Erlebnis husserlianos, pero se siente incapaz de participar en su entusiasmo sin límites y se atreve a manifestar alguna reticencia: "Bien está que Husserl y Heidegger os sirvan para denunciar una filosofía y un partido que quiso decretar la Virtud y la Razón para acabar institucionalizando la Corrupción y la Irracionalidad. Magnífico que una cualquiera filosofía perennis venga a desarticular esta empanada de moral, ciencia y filosofía dialéctica que habéis sufrido. Como a Ellacuría le servía Zubiri para denunciar la opresión en Centroamérica, vosotros con Husserl...".

"Pero no es sólo eso: es mucho más que eso" -responde P. Palows.

"Pues de eso me quejo. Para poner fin al pensamiento totalitario hay, que acabar también con el totalitarismo del pensamiento y la nostalgia de una nueva teoría que todo lo engulla. Basta de momento con una teoría que se limite a liberarnos de esos espectaculares y siniestros lotes de Razón y Realidad, o de Verdad y Vida que empezaron alucinando a los filósofos y acabaron oprimiendo a los países"

El visitante teme haber sido algo grosero y dirige la conversacion hacía temas menos teóricos. ¿Hay que mantener un frente cívico unido hasta las elecciones de julio o conviene que se desarticule ya en diversos partidos democráticos? Havel y sus partidarios optan por lo primero, mientras que Dubeck y los populistas, apoyados por algunos comunistas tradicionales que apuestan por la confusión que ello traería, son partidarios de la inmediata liberalización. Entre los presentes, sólo el padre Mali parece tener alguna simpatía por la segunda opción ¿Son conscientes de que la democracia va a introducir también la inseguridad laboral, una nueva delincuencia, el cierre de empresas, el paro, las bolsas de miseria? ¿No tomen que todo ello despierte en algunos la nostalgia del paternalismo socialista?

Aquí la respuesta de Ivan Havel es contundente: "Sabemos que será duro, pero la recuperación del sentido, de la verosimilitud y la dignidad nos da y nos dará fuerza de sobra para enfrentarlo". El lenguaje es cierto, sigue siendo moralista e idealista. Pero luego de haberles escuchado por más de una hora, el visitante está menos seguro de su propio escepticismo ilustrado. La reivindicación fenomenológica de la formación del sentido desde la experiencia vivida y la responsabilidad individual parecen adquirir aquí un valor revolucionario. Como escribía Ricocur a la muerte de Patocka, la recuperación filosófica de la subjetividad llega a ser, en situaciones de gran precariedad política y moral, el único recurso del ciudadano contra el tirano". Y también contra las "escatologías de la impersonalidad" y los "dogmatismos de la abstracción" en que, según Havel, el tirano se sustenta desde que supera su "etapa prehistórica" (Marx) de cacique paternalista.

"Aparte de los monumentos gótícos y barrocos, los disidentes han sido aquí la sola atracción de los turistas occidentales". Los mismos que le preguntaban -según el propio Vaclav Havel- si él estaba contra el socialismo o si lo que quería era reformarlo. La cuestión, responde Havel, es otra: "En un mundo de tradición racionalista y de conceptos ideológicos, la mejor manera de neutralizar el peligro fundamental que toda persona honesta y pensante supone para el poder impersonal no es proponer una tesis simple que tiene todos los rasgos de una Santa Causa. Defender así, frente al comunismo, la lucha por la paz, la defensa de la naturaleza o incluso el reino de la libertad, ¿no es acaso la mejor manera de rehacer el pensamiento bajo el modelo autoritario? Lo que importa, en cambio, es no renunciar a la propia razon y conciencia en provecho de una ficción intransitable. Y poco importa que esta ficción se llame bien de la humanidad, socialismo o paz".

Frente a ello, se trata, como querían los fenomenólogos, de poner entre paréntesis este mundo de los grandes designios y, palabras. "Reconstruir así el mundo natural como el verdadero terreno de la política; rehabilitar la experiencia personal del hombre como criterio original de las cosas; colocar la responsabilidad por encima de la utilidad, devolver el sentido a las palabras y hacer que el pivote de los acontecimientos sociales sea el vo humano, en plena posesión de sus derechos y su dignidad, responsable de sí mismo porque se refiere a algo por encima de sí mismo... Sólo con ello podemos hacer frente al automatismo irracional del poder anónimo, impersonal e inhuma no de las ideologías, los aparatos burocráticos, los lenguajes artificiales y los eslóganes políticos; para resistir a cada paso y en todas partes, con atención y prudencia pero también con total compromiso".

De entrada, sorprende al visitante este aluvión de palabras antiguas: Naturaleza, Compromiso, Yo. Pero algo le dice que no se trata tanto de un paso atrás como del anuncio de un nuevo minimalismo teórico que viene a purgar los excesos de la modernidad convencional; una cura de adelgazamiento frente a su inflación ideológica y su historicismo alucinado; una reacción moral y liberal frente a un Estado que desde Maquiavelo a Hegel pretendió monopolizar estos conceptos. El compromiso individual frente a la razon de Estado. La naturaleza abierta de Suárez o Havel trente a la historia cerrada y acabada de Marx o Fukuyama. La narración subjetiva de la propia experiencia disidente frente a la formulación filosófica de la ortodoxia. La propia palabra Compromiso -tan comprometida con todo lo que había comprendido- parece recuperar a la vez su simplicidad y su sentido. Se trata, siempre según Havel, "de hacer confianza a la voz de nuestra conciencia más que a todas las especulaciones abstractas y, de no inventar una nueva responsabilidad fuera de aquella a la q,jc esta voz nos llama: a no avergonzarnos del amor, la solildaridad, la comprensión y la tolerancia; a recuperar de su exilio en el dominio privado estas dimensiones fundamentales y a tomarlas como punto de partida de la organización comunitaria. Se trata, en definitiva, de recordar que un hombre solo, en apariencia desarmado pero que osa gritar bien alto una palabra verídica, que sostiene esta palabra con toda su persona, y dispuesto a pagarla cara, dispone hoy de un enorme poder, incluso en los arrecifes donde sopla el viento más violento".

El visitante contempla a cinco representantes de este poder que hoy mismo viene de quebrar el brazo al Partido Comulnista Checoslovaco. De un poder subjetivo y moralista que se nos está revelando mucho más objetivo y práctico que un gran sistema sovietico que hace bancarrota en el Este o un imperio norteamericano que hace el bestia y el ridículo en El Salvador. Hegeliano al fin, el visitante siente que en la admiración que le producen estos hombres va también implícita una lección: que quizá esa empanada entre doctrinaria y estratégica de lo que hemos venido a llamar la realpolitik haya resultado ser no sólo un pecado, sino algo peor que un pecado: que haya sido un error.

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