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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bergonzi y "El Mesías", en las veladas navideñas

Llega este año El Mesías a nuestras Navidades musicales en forma de trinidad: la obra es una, la de Haendel, pero las personas son tres: la OCNE, con Jürgen Jürgens; la capilla de San Jorge y los Virtuosos de Londres, con Robinson, y la Academia de Música Antigua y el Coro Universitario de Oxford, dirigidos por Hogwood.En El Mesías de la OCNE hubo un triunfador absoluto: el coro, que dirige Alberto Blancafort. Pocas veces se canta el barroco entre nosotros con tanta precisión, tan buen estilo, tan exacto dibujo de la frase y además con tanta palpitación vital. Sirvió bien la orquesta su parte, guiada por el criterio claro y la batuta menos clara de Jürgens, que suprimió siete números de la partitura, cuatro de ellos corales. Una soprano de voz ligera y atractiva, una mezzo formidable de medios, dueña de un color precioso y una materia densa, un tenor demasiado ligero y de timbre nada bello y un excelente bajo asumieron las partes solistas y recibieron el aplauso, en unión de sus compañeros, de una audiencia entusiasta.

Orquesta y Coro Nacionales

Director: J. Jürgens. Solistas: Margaret Marshall (soprano), Patricia Bardon (mezzo), Neil Mackie (tenor) y Neil Owlett (bajo). Oratorio El Mesías, de Haendel. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de diciembre.Carlo Bergonzi Trío de Madrid (Pedro León, Pedro Corostola y Joaquín Soriano), Jorge de Marcet y Vincenzo Scalera (pianistas), y Carlo Bergonzi (tenor). Obras de Haydn, Mozart, Schubert, Rachmaninov, Verdi, Bellini, Berlín, Cacchini, Donizzetti, Tosti y Cilea. Universidad Politécnica de Madrid. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de diciembre.

Por otra parte, la Universidad Politécnica de Madrid organizó el jueves una "velada para el disfrute", como se nos anuncia en el programa, que en realidad fue una fiesta navideña en la que los diversos oficiantes tenían, eso sí, categoría musical reconocida. El Trío de Madrid -en uno de Haydn y un tiempo suelto de Schubert-, el pianista Joaquín Soriano -a solo y con su discípulo Jorge de Marcet-, el Coro de la Politécnica -dirigido por ese buen músico que es José de Felipe, con sus Noches blancas, su Ave María de Rachmaninov y su Adeste fideles- y, en fin, el suceso de la noche, Carlo Bergonzi.

El histórico tenor parmesano, gracias a su excelente técnica, puesta al servicio de un belcantismo casi en vías de extinción, puede cantar a los 66 años con rara perfección las melodías de Verdi y Bellini, las canciones de Tosti, el bello madrigal Amarilli, de Cacichini, el Lamento de Federico, de La Arlesiana, de Cilea, y otras muestras operísticas, antes de unirse al coro para entonar el Ave María de Schubert. Y no acabamos en el Stille Nacht por puro milagro.

Bergonzi recibió, con la simpatía en él tradicional y su aire de divo-antidivo, el homenaje de todos, en el que no faltaron aplausos, aclamaciones bilingües y preparada lluvia de papelitos con peticiones verdianas.

Dictó Bergonzi una auténtica lección de bien cantar, lo que no es extraño, pues desde muy joven el célebre tenor mereció preciosamente ese título: maestro. La audiencia parecía feliz y además contribuía al desarrollo de la Fundación Antidroga. Tremenda cosa esta juntura de graves problemas humanos, con la muerte al fondo, presuntamente combatidos desde "veladas para el disfrute".

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