Entre la insinuación y la evidencia
Inmerso en su duda permanente, Luis Eduardo Aute presentó en Madrid las canciones de su último disco, Segundos fuera, y consiguió un gran éxito ante un público fiel, atento y respetuoso. Hacía cuatro años que no se presentaba en solitario en esta ciudad, y su recital permitió constatar las peculiaridades que envuelven a este artista.Aute que comenzó su carrera musical en 1966, es un clásico a su pesar. Su mayor éxito, Al alba le pasa constantemente factura y, en su reencuentro con el público madrileño, éste le exigió reiteradamente su interpretación, después de haber realizado seis bises, tras dos horas y, 20 minutos de un concierto que ofreció buen sonido, aunque carente de planos. El cantante no quiso dar opción a la añoranza y su canción más célebre no sonó durante la noche, enfrentándose con valor a su propia paradoja.
Luis Eduardo Aute
Luis Eduardo Aute (voz y guitarra)Luis Mendo (dirección musical, guitarra y coro;), Bernardo Fuster (percusión, guitarra y coros), Herman Vilella (batería), Álvaro Cárdenas (bajo y teclados), Ritchie Rauet (tecnicos), Susana Martins (coros). Pabellón de Deportes del Real Madrid. Madrid, 14 de diciembre.
Porque Al alba es el límite que separa los dos mundos; de Aute. El que insinúa y el que busca la conexión evidente con un público que, y ahí está la paradoja, acude al cantante en busca de intimidad. Durante su recital, las canciones que más calaron fueron las menos rítmicas, las más ambientales y envolventes, y resultó particularmente significativa la acogida dispensada a De alguna manera, interpretada sólo con su guitarra, a La belleza y al Ángelus, de su disco maldito Templo.
El seguidor de Aute, el que le pide Dos o tres segundos de ternura, se encuentra con otras canciones más evidentes, en las que el compositor busca acercamientos a tiempos más relacionados con el rock, quedándose con el cliché de esta música y no con su espíritu. Aute se aleja cuando busca proximidades cómplices, resulta más atractivo cuando más arriesga, es más comprensible cuanto más esencial y más emocionante cuando menos piensa en lo que él cree que pide el público. Parece en la necesidad permanente de evidenciar lo que no necesita evidencias porque nadie se las exige, y cuando esto sucede -como en la presentación de La belleza, una canción que se defiende por sí misma- pierde intensidad, se diluye su poder de seducción y se rebaja un lenguaje musical propio y un estilo único.
Preso de su propia autocrítica, tema común a muchas de sus canciones que desnudan un mundo exclusivo y poco universal, Luis Eduardo Aute atenaza excesivamente su imaginación en el aspecto formal, no de contenidos, y aunque en su recital no quiso aprovechar bazas de éxito seguro, algo para agradecer, su planteamiento se desarrolló a caballo entre la insinuación y la evidencia.
Babelia
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