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Tribuna:
Tribuna
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¡Madre, que me lo estropean!

"Hombre, hombre, eso de que grites que mueran los autómatas y que en la misma página hagas como una, alabanza de los comportamientos automáticos de la gente... No me dirás que eso no requiere un poco de aclaración, hasta para los que acá abajo leemos tus noticias con las entendederas lo más limpias de ideas que podemos y tratando de imitar al pueblo ese que dices que no se sabe", así me escribe desde su pueblo el camarada Grillo, y como no se me borran sus razones, será que es razonable lo que dice, y habrá que hacerle caso. Manos a la obra.Pues verá usté: la cosa es que, de las maneras en que hacemos las cosas de ordinario, hay que recordar, los siguientes puntos: primero, que no sabemos lo que hacemos; segundo, que nos creemos que lo sabemos; tercero, que así nos sale ello; cuarto, que, aparte de usted y de mí, hay gente o algo así que no le hace falta saber lo que hace para hacerlo bien; y quinto, que usted mismo y yo mismo, como gracias al diablo nunca estamos bien hechos del todo, somos, por un lado, usted y yo, y como tales trabajamos, votamos, compramos autos y hasta, si llega el caso, hacemos en ellos el amor, como dicen las señoras, mientras que, por otro lado, no somos nadie, o sea que somos gente de ésa, como cualquiera.

Bueno, pues con eso, ya podemos pasar a razonar un poco lo que sentirnos sobre lo automático, lo espontáneo, lo voluntario, lo deliberado, lo consciente y el padre que lo parió...

Que es que, de esas cosas que hacemos, hay unas que no tienen especial gracia ni piden chispa de inteligencia, sino que se hacen porque hay que hacerlas para ir tirando, la inevitable rutina de nuestras vidas: hay que ir a comer a las tres con la familia o los amigotes, hay que hacerse la cama y afeitarse, hay que coger el tren para ir a darles el pésame a los primos por el fallecimiento de su madre... En fin, la tira -ya sabe usted. Pues bien, es para todas ésas para las que, careciendo nosotros de instintos como los que dicen que tienen los animales, se alaba con inmenso agradecimiento que tengamos, en cambio, un mecanismo que convierte fácilmente esas operaciones en automáticas, esto es, que, a poco de rutina, se hacen casi solas, sin necesidad de darse uno a pensar en ellas ni poner cada vez empeño en realizarlas. De esa manera, la inteligencia y los sentidos, los que anden todavía vivos por debajo de usted y mí, quedan en buena medida sueltos y disponibles para cualquier ocurrencia o aventura que, en medio de la rutina de la vida, a lo mejor se nos presente.

Pésame a sus primos

Así que si, por el contrario, tiene usted que decidir el restaurante y la lista de invitados, o se ve obligado a telefonear a la gerencia del hotel que le compren la maquinilla de afeitar que se encuentra usted con que por accidente de su rutina no se ha traído en su capacho, o bien la RENFE, con los continuos cambios de horario que la reorganización de la empresa impone, le ha puesto a usted en una inseguridad que le hace tener que preguntar a cada viaje a qué hora sale ahora aquel expreso de las diez y cinco, o bien se empeña usted, por verguenza de la maquinal rutina, en darles el pésame a sus primos de una manera sincera y original, pues ya ve usté: la mala faena que le han hecho y la atención, ingenio y deliberación que le han hecho gastar en pejigueras de mero trámite, cuando, si todo hubiera marchado por lo automático, ¡la de razones, canciones o diosas imprevistas que le podían haber surgido mientras consumía la trucha a la navarra cotidiana oyendo sin escuchar la repetición de las monsergas de Chucho y de Serafina, mientras se afeitaba tarareando, como quien no quiere la cosa, mirando sin ver. su vera efigie repetida en el espejo, mientras se montaba al mismo tren mil veces y recorría sus pasillos, mientras oía a las plañideras del pueblo canturrear las virtudes de la tía muerta!

Es, como usté ve, cuestión de economía; y no hay cuestión más importante ni primaria. Ello le explica un poco la razón profunda de los ritos y rituales que han gobernado las vidas humanas a lo largo de los siglos -dejando a un lado el aprovechamiento que estados o religiones de tipo arcaico hicieran de ello para sus fines. Y algo también le dice sobre el asunto esa conocida forma de manía en que caen algunos, que les hace multiplicar sus rituales, por ejemplo los de las operaciones previas al momento de irse, por fin, al catre, hasta irlas haciendo progresivamente interminables: una exageración, que aniquila el favor del propio automatismo y que, como todas las manías, nace de una subconsciente desesperación de lo que a uno le venden como vida.

Trivialidades

Pues aquí nos importaba sobre todo la malicia imperiosa con que Estado y Capital y Religión, en sus formas actuales, se dedican por todos los medios a estropear los dispositivos automáticos de la gente y a condenar a todo Cristo a una constante atención, preocupación y ejercicio de conciencia y voluntad sobre cada uno de los trámites y gestos, normalmente imbéciles, con que tienen sus vidas ocupadas; que es la condena de la que decíamos el otro día que la automatización reinante y progresiva de los servicios no libera, sino que la lleva a sus extremos, en cuanto que los chismes, sí, serán automáticos, pero el manejo de los chismes no lo es, sino cada vez más, engorroso y necesitado de vigilancia y dedicación. Así las máquinas, que estaban para aligerarle a usted la rutina de la vida, se convierten en medios para hacérsela más pesada y, en vez de rutinaria, atenta y llena de decisiones.

Note usted en esto, señor mío, que esa condena y estropicio está inmediatamente ligada con el embuste principal del Estado en sus formas democráticas progresadas: la formación de las Masas, que Estado y Capital necesitan para sus manejos, se consigue justamente (se lo he dicho no sé cuántas veces, pero usté a lo mejor sigue todavía erre que erre) mediante la exaltación de la individualidad, de la Persona responsable de sus actos, de la que son imagen glorificada el tipo ideal del Ejecutivo y el del Duro de Película, con esa cara que ponen de saber lo que hacen. Pues bien, de esa exaltación del Individuo Responsable la otra cara es ese estropicio de los mecanismos que teníamos para resolver mecánicamente los trámites triviales, y esa dedicación constante del corazón y razón de la gente a trivialidades.

¿Quiere usté un par de botones para muestra?

El colmo de la idea Idiota

Bueno, pues lo de trasladarse, por ejemplo: andar en sus dos pies es un proceso automático, que uno aprende y, para que funcione bien, olvida de conciencia, desde sus dos añitos; sobre él pueden luego montarse otros, como el de nadar o andar en bicicleta; también, en principio, el de conducir un auto, que podría hacerse tan automático como los otros; pero ahí ve usté lo que pasa con ese medio de traslado que Estado y Capital se empeñan, para sus fines, en imponer a las poblaciones: sea en ruta o sea en centro metropolitano, ¿qué es lo que a usted le pasa, como implemento de su auto?: pues que no puede perder ni un momento la atención, vigilancia y conciencia sobre lo que está haciendo, cada chismito de los mandos y cada bólido de tráfico que se le ponga a usté delante, a los costados o en el retrovisor: bajo amenaza de Juicio Final inmediato, su atención consciente, sus facultades de cálculo y su potencia de decisión están perpetuamente presas en el manejo del vehículo: de eso era de lo que se trataba ("¡Cualquiera sabe", se decía el Señor, "lo que se le podía ocurrir pensar a ése, o hacer, si le dejaba ir despreocupado de los metros y latas de su traslación!"), y ya en el cohno de la Idea Idiota en el tráfico humanal, se ha llegado a la arritmia más descuajaringante, con lo necesariamente irregular de las paradas de semáforos y cruces y aumentos o disminuciones de densidad y por ende velocidad, en fin, el desconcierto y pérdida de todos los números del ritmo y la maquinalidad para el trámite más estúpidamente necesario de cambiar de sitio en que ir muriendo de aburrimiento; y con la arritmia, el impedimento de cualquier olvido de manos y ojos en la maquinalidad, cualquier liberación del pensamiento y de lo otro para algo que no fuera quizá de trámite.

Pues otro botón, para el tienipo libre: se lo gasta usted (porque le da la gana, señora, y es usted muy dueña) delante de la máquina tragaperras: bueno, pues usté ¿qué cree? ¿Le dice acaso su marido, culto él y tonto, como todos, que está entregada a una ocupación maquinal y pasando a lo bobo el tiempo? Que nanay, marido -dígale usté, señora: es la máquina que funciona maquirialmente, pero usted no: usted tiene que estar con los cinco sentidos atendiendo a cada uno de los botoncitos y las lucecitas, recogiendo letreritos, interpretándolos a la décima de segundo y tomando decisiones en consecuencia (pues ¡no requiere ciencia ni nada el aparatito!), y hasta desarrollando, según las revelaciones del dueño del tugurio, un sistema de cálculo para prever el momento en que le toca al artefacto soltar el premio. Total, que de maquinalidad, para usted, sehora, nada; ni hay cuidao que pueda usté pensar en cosa ninguna mala ni hacer ninguna diablura mientras siga usted atendiendo a la maquinita.

Compare V. con los otros medios de diversión más viejos. Por ejemplo, el baile: aprendía V. los pasos y el compás, los repetía hasta que le salían sin tener que pensar en ellos, esto es, desarrollaba V. un automatismo para la danza, y cuando ya no sabía lo que sabía, sabía V. bailar; en ésas, se lanzaba V. a la pista o a la verbena, sacaba V. a una o la sacaba otro, y completamente despreocupados de lo que sus pies hacían, bailaban, y bailando, podían a ustedes pasarles, y sin perder compás, o hasta decirse ustedes cantidad de cosas que cualquiera sabría adónde irían a parar.

Horrenda monotonía

Ahora, tampoco el baile le han dejado: eso que se practica en las discotecas o los nights-clubs, al son de una murga sin más poderío que el de sus decibelios, adorpados tal vez de juegos de lucecitas imitando alucinación, eso ni es automático ni tiene regla ni esquema rítmico más allá del del tan-tan, ni a sus muchachos se les pide que sepan bailar ("Amos, nene, a mí con automatismos"), no, sino que es un baile libre (vaya usté aprendiendo lo que es libertad, compadre), o sea que los pobres cachorros están condenados, entre sordera y apretujones, a ir inventando a cada momento las flexioncitas o el gestecillo que le dé un poco de triste gracia y variedad a la horrenda monorritmia que les suministran; es decir, otra vez, dedicación exclusiva al asunto, no vaya a pasar algo si uno se olvida de que está cumpliendo con el trámite de la discoteca.

Y así también, ya que por ahí entramos, en el teatro y en la poesía que le venden a usted en este mundo de libertad, que V. ha contribuido a conquistar con sus votaciones democráticas -nada maquinales, ¡vive Dios!

Pero el córno anda la cosa con el teatro y la poesía es asunto de por sí tan gordo, que ya se nos sale de los márgenes de estas páginas caritativas que, merced a sus,contradicciones, nos abre de vez en cuando este Rotativo; así que habrá que dejarlo para otra entrega.

Hasta entoríces, recuerde usted que de lo que se está tratando es de lo bendito de nuestros dispositivos maquinales y automáticos, y de cómo consecuentemente Estado y Capital, entre otras cosas por la imposición de autómatas inservibles, trata constantemente de estropearnos esos dispositivos. ¿A que no era eso lo que le habían contado acerca de este mundo progresado y de su aparatito de usted mismo?

Agustín García Calvo es catedrático de Filología Latina de la universidad Complutense.

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