Büchi cierra discretamente la campaña chilena
El ex ministro de Hacienda del general Augusto Pinochet Hernán Büchi, ingeniero de minas, de 40 años, cerró sin pena ni gloria, con un mitin en Santiago, su campaña por la presidencia. En las elecciones generales de mañana en Chile, las encuestas de opinión más solventes no le dan a Büchi ninguna posibilidad de ganar la presidencia.
ENVIADO ESPECIAL
Ni siquiera parece que Büchi pueda impedir que el candidato de la oposición a Pinochet, el democristiano Patricio Aylwin, abogado de 71 años, obtenga mañana la mayoría absoluta, que hace innecesaria una segunda vuelta.Al final del mitin de Büchi, en la noche del lunes, se produjeron disturbios en Santiago. Los incidentes causaron dos heridos graves, una docena de heridos leves y varios detenidos. Esto permitió lucir de nuevo al aparataje represivo del régimen. Los célebres guanacos, que mojan con agua todo lo que se mueve, y los gases lacrimógenos hicieron acto de presencia en las calles del centro de la capital. Esto sirvió de regocijo para los fotógrafos de prensa, que se quejaban de falta de oportunidades para sacar alguna foto diferente a las demasiado prosaicas de candidatos en campaña electoral.
Grupos de mozalbetes con aspecto de lampen se lanzaron a las calles céntricas para, apedrear a los seguidores de Büchi y a los carabineros, con la inevitable secuela de carreras, remojones y ojos llorosos.
El mitin final de Büchi congregó en unas calles próximas al centro de Santiago a unas 60.000 personas. El candidato no consiguió enganchar con el público en su discurso. Antes de que concluyera sus palabras, miles de asistentes se habían ido ya o circulaban sin hacer caso de lo que decía este curioso personaje, que fue considerado durante mucho tiempo como el símbolo palpable de la revolución silenciosa conseguida por la dictadura en la economía.
El público estaba formado en su mayoría por personas bien vestidas, casi todas señoras con sus hijos, gente bien. En la población chilena, este sector social corresponde a una minoría, la más beneficiada por los éxitos económicos del régimen, pero resulta insuficiente para obtener la mayoría en las urnas y llevar un candidato hasta la presidencia. Büchi cuenta además con la desventaja de su pasado, vinculado al régimen militar, que con su candidato Augusto Pinochet sólo obtuvo un 43% en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.
En el mitin final, los seguidores de Büchi, con aspecto de hijos del yogur y la coca-cola, bailaron en la calle al ritmo de "Es el hombre, es el hombre del trabajo, la esperanza y el amor. Es el hombre que yo quiero, porque Büchi es como yo". Un señor encorbatado se acercó al enviado de este periódico para decirle al oído: "Dígale a los españoles que Chile no quiere volver al marxismo".
Cecilia, ama de casa, esposa de abogado y madre de tres hijos, pedía: "Escriba la verdad y diga que en Chile hay democracia y que Pinochet no es Idi Amin. Aquí hemos vivido libres y en democracia. Con la Unidad Popular que gobernó hasta el golpe de 1973 no había nada para comer. Todo estaba intervenido. Cuente la verdad. Hemos sido felices con dificultades, pero hemos salido adelante".
En su discurso, Büchi insistió en la idea que fue eje central de su campaña: el supuesto pacto secreto de Aylwin con los comunistas. "Amigos, ¿quieren ustedes un Gobierno socialista o Unidad Popular para Chile?" preguntaba Büchi, y la masa respondía: "¡Nooo!".
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