¡Socorro!
La verdad es que una pensaba, en su inocencia, que también las derechas españolas se habían modernizado y que se les estaba cayendo al fin el pelo de la dehesa ultramontana. Y suponía que ahora ya no serían tan casposas, tan inquisidoras y tan zopencas como siempre han sido, sino que estarían convirtiéndose al modelo de conservador a la europea, que es un férreo defensor de sus intereses sustanciales, claro está, pero que al mismo tiempo sabe ser ladino, sutil, flexible en lo accidental y dialogante.Bueno, pues no. Desembarcan las derechas en el Ayuntamiento de Madrid y arman el cisco. Una esperaba más de Pelopincho, de quien dicen que es un señor sensato. Claro que quizá Sahagún no sea lo peor, sino esa horda de guerreros del antifaz que le acompañan, inmersos en una santa cruzada contra el moro. ¡Pero si llegaron a enfadarse con el alcalde porque visitó la capilla ardiente de Pasionaria! Se ve que ni siquiera entienden el catón de la representatividad municipal ni lo que es la oportunidad política. Pasmosa mierocefalia la de estos señores.
Lo están haciendo tan mal, tan innecesariamente mal, tan torpemente, que una empieza a sospechar si todo esto no será una aviesa maniobra del Gobierno. Si el PSOE no les estará dejando destrozar Madrid para que la ciudadanía comprenda al fin, por la vía de la comparación, las refulgentes bondades socialistas. Para que sepamos que se nos puede caer el pelo si algún día ganan estos Atilas. Y lo peor es que, en mi desesperación, yo ya estoy casi convencida y a punto de vitorear enardecidamente a los sociatas. Porque las derechas han irrumpido en el Ayuntamiento cual rinocerontes al galope, pisoteando artesanos, corneando a profesionales como Narros y cerrando cuanto chiringuito progre se les pone por delante. Se sienten, me temo, arcángeles del Orden, y no son más que carceleros con demasiadas llaves y ofuscados por el placer de usarlas. ¡Socorro!
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