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Las 100 familias gitanas afectadas por la crecida del no Jarama rechazan alojarse en una aldea de la sierra

Las 100 familias gitanas que tuvieron que desalojar su poblado de chabolas en San Fernando de Henares por el desbordamiento del río Jarama rechazaron ayer instalarse en el albergue que el Canal de Isabel II les ofreció en Manjirón, una pequeña aldea del municipio de Puentes Viejas, en plena sierra norte. Los 300 chabolistas, que abarrotaron coches, furgonetas y caravanas para el viaje, tuvieron que regresar a San Fernando, a 150 kilómetros, por la noche tras comprobar que la residencia tenía sólo 60 plazas y en el pueblo, en el que viven menos de 100 personas, apenas había tiendas ni medios para subsistir.

La carretera de Burgos (N-I) presentaba anoche un aspecto insólito. Tras los destellos de un coche-patrulla de la Guardia Civil, unos 50 turismos, furgonetas y caravanas circulaban lentamente conteniendo la indignación de un centenar de familias gitanas. Sobre las 21.30 volvían a su poblado de San Fernando de Henares, inundado a principios de esta semana tras una crecida del río Jarama. Fue un viaje de ida y vuelta de 300 kilómetros en el mismo día hasta la pequeña aldea de Manjirón.El alcalde de San Fernando de Henares, Enrique Guerra, había comunicado por la mañana a los chabolistas, según el testimonio de éstos, que les había buscado un alojamiento para uno o dos meses. "Nos dijo que luego tendríamos una casa en San Fernando", aseguraron algunos. Con la ilusión de encontrar un lugar seco y bajo techo, las familias gitanas se pusieron en marcha. "A mí me dijeron que estaríamos bien, que lo había dicho el alcalde", afirmaba en el regreso una mujer de unos 30 años que sostenía a dos pequeños.

Enrique Guerra se mostró sorprendido anoche por el regreso de los chabolistas y señaló a Protección Civil como responsable del imprevisto tour a la sierra de las familias gitanas. Guerra precisó que "a los vecinos de Manjirón no les ha gustado que se instale allí un colectivo gitano", y que "pese a que la residencia del Canal de Isabel II es pequeña para albergar a tantas familias, ése era el único sitio que se ha podido encontrar". A su juicio, "el principal problema estriba en la lejanía de la aldea al ámbito de trabajo [la recogida de chatarra] de estas personas".

Un portavoz de la Consejería de Integración Social señaló anoche que se decidió como "última alternativa" conducir a los chabolistas a Manjirón ante la imposibilidad de encontrar en San Fernando de Henares otro lugar de realojamiento. La misma fuente coincidió con el alcalde Guerra en responsabilizar a Protección Civil de la fallida operación de traslado de las familias gitanas.

Pese a los repetidos intentos de este periódico, ningún portavoz de Protección Civil pudo ser localizado anoche en la Delegación del Gobierno en Madrid.

Residencia de verano

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El Canal de Isabel II ofreció el albergue Bravo Murillo que la empresa regional tiene en el casco urbano de Manjirón con el fin que los chabolistas pudieran realojarse provisionalmente. La residencia es utilizada durante el verano por familiares de los empleados del Canal de Isabel II.Pero nadie reparó en la capacidad del albergue ni en el tamaño de la aldea. Sobre las dos de la tarde, una caravana de variopintos vehículos llegaba por una estrecha carretera al pueblo ante el estupor de los vecinos. Automóviles con colchones en las bacas y camiones que cargaban incluso lavadoras colapsaron las pequeñas calles del municipio.

El alcalde de Puentes Viejas, término al que pertenece Manjirón, Emilio García Moreno, aseguró que nadie le había aviasado de la llegada de los chabolistas a la aldea. El alcalde reiteró que el municipio no tiene capacidad para albergar a las familias gitanas: "No tenemos carnicería ni panadería, no hay escuela y el médico sólo pasa consulta dos días por semana". Según García Moreno, vecinos y gitanos dialogaron durante varias horas ante el descontento de los primeros y la sorpresa de los segundos. "Vinieron engañados", afirma el alcalde, "y decidieron marcharse al descubrir la realidad del pueblo".

Los gitanos inspeccionaron el lugar, dieron una vuelta por la aldea y enseguida advirtieron que aquello no era el buen sitio. que les habían prometido. "Para dormir unos encima de otros ya tenemos el poblado", alegaron, "y aquí no hay ni tiendas". Muchos dijeron sentirse víctimas de un engaño.

A las 21.30 los agentes de la Guardia Civil que vigilaban la cola del convoy se desesperaban ante las continúas paradas de los automóviles. Las matrículas desvelaban diversas procedencias: San Sebastián, Pontevedra, Oviedo, Barcelona, Valladolid, Portugal...

En La Cabrera, una decena de ellos paró a repostar gasolina mientras mostraban su disgusto. "Estamos todavía sin comer, de una lado para otro, como putas", se lamentaba Manuel, al volante de una furgoneta.

Un portugués estaba enfadado con los vecinos de Manjirón. "No nos querían", dijo. Otro conductor puso las cosas en su sitio. "¿Qué íbamos a hacer nosotros allí?", se preguntó José Prado, que se dedica a recoger chatarra y mostraba serias dudas sobre cómo sacar adelante su negocio en plena sierra. "Yo allí no me puedo ganar la vida", afirmó.

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