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Cuatro españoles, rodeados por el zumbido de las balas

Cuando los profesores españoles Pedro Peira, José Antonio Matilla y Fuencisla Velasco llegaron el pasado 30 de noviembre al aeropuerto de Manila jamás pensaron que iban a pasar más de cuatro días encerrados en el hotel Intercontinental, con la inquietante compañía de soldados rebeldes y el zumbido de las balas en el exterior como despertador, testigos involuntarios del, golpe militar que estalló en Filipinas hace seis días.

El viernes por la mañana, Maruxa Pita les anunciaba por teléfono la noticia: "Hay un golpe, pero no os preocupéis". Maruxa es directora del Centro Cultural Español de Manila y vive desde hace casi 30 años en Filipinas. Los tres viajaron para formar parte del tribunal que iba a examinar en ese centro a los primeros 29 aspirantes filipinos al diploma de español, un título para extranjeros creado recientemente por el Ministerio de Educación y Ciencia. Pedro es catedrático de Filología de la universidad Complutense de Madrid, José Antonio, profesor de la escuela de Idiomas de Barcelona, y Fuencisla, directora de los cursos de lengua española del Instituto Español de París.

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La primera jornada fue de relativa tranquilidad, pero la pesadilla comenzó a partir del día siguiente. Cuando regresaron por la tarde, acompañados de la directora del Centro Español, el hotel ya había sido tomado por un grupo de militares rebeldes. Los cuatro, incluida Maruxa Pita, ya no pudieron salir de allí hasta ayer por la mañana.

"Lo hicimos a primera hora después de que se nos anunciara que todos los clientes podíamos bajar al vestíbulo con las maletas. Todos nosotros y una joven francesa salimos y nos metimos en mi coche que estaba aparcado afuera desde el sábado. Agitando dos pañuelos blancos y un cierto susto pasamos las barreras militares y nos trasladamos a un hotel donde nos esperaba un diplomático español", relató días después Pita.

Los cuatro profesores estuvieron desde el primer día en contacto permanente con el embajador de España en Filipinas, Enrique Romeu, quien les recomendó que no abandonaran el hotel hasta que la situación se hubiera calmado.

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