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La honesta proposición sindical prioritaria

Marcos Peña

Quizá uno de los secretos de Estado mejor guardados sea la respuesta que el nuevo Gobierno dará a las últimas y obstinadas reivindicaciones sindicales. Así, a bote pronto, cabe adivinar dos comportamientos diametralmente opuestos: los hay que piensan que para empezar a abrir boca es saludable rechazar de plano las propuestas sindicales. Es decir, a priori, confundiendo, me temo, el adjetivo prioritaria; convencidos de que lo que quiere decir es que la propuesta sindical debe ser repelida de entrada (a priori), sin más, ¡ay! Otros, afortunadamente, opinan todavía que prioritario significa primacía, preferencia. Que se trata de la más importante cuestión sindical que está sobre la mesa y que no vendría mal sobre ella discutir, hablar, y si es posible negociar. Y si estos otros han sido educados desde pequeños en la creencia de que el sindicato es el aliado natural, es lógico que ahora le llamen y al menos le digan: "Ven y cuéntame eso que para ti es tan importante. Veremos qué se puede hacer. Te ofrezco mi buena fe y mis lanas de llegar a un acuerdo". Estos son los que, de repudiar, repudiarán a posteriori, que no a priori.No va a haber otro remedio que hablar de la Propuesta Sindical Prioritaria. Y para ello no viene mal recordar que proponer significa "exponer una persona a otra un plan, trato, etcétera, buscando su conformidad para llevarlo a efecto", algo muy distinto a imponer; y no va a haber otro remedio porque la otra persona mayoritariamente ha dado por callada la respuesta.

Ya saben ustedes que la Propuesta Sindical Prioritaria contiene en realidad 20 proposiciones agrupadas en cuatro grandes apartados: aumento y mejora del empleo, mejora de la protección social, redistribución de la renta y derechos de participación de los trabajadores. Después los comentaremos, pero antes creo que es bueno que nos detengamos en su preámbulo, pues dos cosas de él conviene destacar. La primera es un notable cambio que se produce en el comportamiento sindical español; se abandona la pura y simple reivindicación por la propuesta... "No es ello casual, ya que nuestra intención consiste ( ... ) en proponer medidas concretas sobre cada punto". Quizá al lector distraído esto le parezca de importancia menor, casi insignificante, pero no es así, ni mucho menos. Del "yo quiero esto, y allá usted con sus problemas" se pasa a proponer medidas concretas que permitan conseguir el fin deseado. El giro es casi copernicano y merecedor, al menos, de respeto, análisis, tratamiento y contestación. Nos encontramos ante el sindicato como sujeto político que, en plan de igualdad, se compromete a buscar soluciones a problemas concretos.

La segunda cosa interesante es descubrir el objetivo de esta Propuesta Sindical Prioritaria, que no es otro "que hacer compatibles crecimiento económico, aumento del empleo, distribución más justa de la riqueza y elevación del nivel de protección social". Pero esto... ¿no es lo que queremos todos? Ni a don Carlos el Ajustado, pienso yo, se le ocurriría hacer compatible el crecimiento económico con la disminución del empleo, la distribución más injusta de la riqueza y la reducción del nivel de protección social...

Objetivo perseguido

Entonces, si todos persiguen el mismo objetivo, ¿por qué no se sientan, aunque sólo sea para saber si las propuestas sindicales son coherentes con el objetivo perseguido?

Miren, yo he presidido en los últimos 15 años unos 70 convenios colectivos, y no conozco uno sólo en el que al comenzar, cuando se entregan las plataformas, no cunda el desánimo. y digan ambas partes lo clásico de "esto es innegociable, ni hablar". Pero se sientan y se hablan, claro que se hablan, a veces muchos días, a veces muchos meses, y al final siempre se llega a un acuerdo. Porque la verdad es que la negociación es el todo y el fin una parte de ese todo, a la que a menudo se llega por cansancio, pues como le hubiera gustado decir a Berstein, se hace camino al andar...

Bueno, y dicho esto, lo que ahora procede es hurgar entre esas 20 proposiciones para ver si son disparatadas o plausibles.

En el apartado empleo, que es obviamente fundamental, encontramos peticiones que si en algo sorprenden es por su normalidad. "Participación efectiva de los sindicatos"; ¿pero es que acaso los sindicatos pueden pedir otra cosa?, ¿tienen otro instrumento para impedir el exceso de horas extraordinarias, el sometimiento de los contratos especiales a la ley...? Más que pedir, ofrecen su ayuda para que la ley se cumpla.

Y si piden la reducción de la jornada a 37 horas, "en la perspectiva de las 35 horas semanales previstas por la Confederación Europea de Sindicatos", ¿de qué nos quejamos?, ¿no queríamos que nuestros sindicatos fueran como los europeos y no como los argentinos? Claro que el meollo de la cuestión en todo esto va a estar en el famoso "principio de causalidad", que es muy sencillito: a un trabajo temporal corresponde un contrato temporal; a un trabajo permanente, un contrato indefinido. Yo creo sinceramente que es impensable que un sindicato mínimamente serio pueda defender lo contrario, aquí o en Roma, haya hecho o no cursillos acelerados de macroeconomía.

Y en formación profesional, lo normal: "Estamos especialmente interesados en conseguir un aumento del nivel y de la calidad de la formación y de la experiencia profesional...". Pues como todos.

Mejorar la protección social es evidentemente un objetivo irrenunciable de todo sindicato, y su negociación es pieza esencial, casi definitoria de toda política socialdemócrata. Desempleo, asistencia sanitaria, vivienda, prestaciones no contributivas, protección familiar, pensiones, etcétera... Son los mimbres del cesto negocial. El pan nuestro sindical de cada día, y que cada día debe ser negociado. Y no creo que la petición al respecto pueda sorprender a nadie.

Se solicita también el establecimiento de un salario social garantizado, con cargo a los presupuestos de las Administraciones públicas, de 30.000 pesetas. Y es, indudablemente, una petición que puede ser contestada. Puede ser que su existencia condicione la creación de bolsas estructurales de paro (se habla hasta de un 7%), puede ser. Puede que sea una medida acomodaticia que amortigüe la iniciativa, puede ser. Todo es discutible. Pero conviene recordar que no estamos hablando de asientos contables y que las bolsas de marginación y pobreza no se evitan (o no se deben evitar) por imperativos económicos, sino éticos.

Temas capitales

Y seguimos con los temas capitales, otro es -y siempre así lo ha sido- la redistribución de la renta, a lo que, por otra parte, nos obliga la Constitución: "Los poderes públicos promoverán ( ... ) una distribución de la renta regional y personal más equitativa" (artículo 40). En fin, más equitativa que la existente. Algo habrá que hacer, y las propuestas sindicales para dar cumplimiento al mandato constitucional ahí están, y son en realidad sólo tres: derecho de negociación para los colectivos más desfavorecidos -pensionistas, clases pasivas, empleados públicos, desempleados con subsidio y perceptores de salario mínimo interprofesíonal-, conseguir un tratamiento fiscal más justo -aspiración ésta esencial y objeto habitual de negociación por la mayoría de los sindicatos europeos- y, por último, la creación por ley de los famosos fondos de empresa. Pero que nadie se asuste, que no se propone su imposición, pues esta norma "deberá ser necesariamente elaborada mediante negociación con los interlocutores sociales". Pues bien, que se negocie, ¿por qué no?

El último apartado se refiere a los derechos de participación de los trabajadores, y hay que reconocer que se proponen algunas cosas difícilmente rechazables. Pongamos, por ejemplo, el caso de los actuales comités de seguridad e higiene, de existencia casi espectral, constituidos en 1971 con el decidido propósito de crear órganos asépticos, ni siquiera paritarios, técnicos -cómo no- y con nula presencia sindical. ¿Pero es que alguien cree hoy en ellos?, ¿hay todavía alguno que piense que no deben ser modificados? Citemos también la "extensión y ampliación de los derechos de participación de los trabajadores". Bueno, la verdad es que estamos otra vez donde antes: la Constitución obliga en su artículo 129 a los poderes públicos a "promover eficazmente las diversas formas de participación en la empresa...". Pues algo habrá que hacer, digo yo.

No creo, por otra parte, que nadie pueda rechazar la proposición de "negociar con las organizaciones empresariales" un acuerdo para la solución extrajudicial de los conflictos laborales. Es lo que todo el mundo desea; nadie ignora ya a estas alturas que el exceso de judicialización de nuestras relaciones laborales conduce directamente a la asfixia.

Y para acabar, nos encontramos con un tema delicado que suscita, y seguirá suscitando, muchas polémicas: la propuesta sindical de "procedimiento de negociación de servicios mínimos" choca, naturalmente, con el deseo del Gobierno de discutir y llevar al Congreso un proyecto de ley de huelga. Bueno, es un contencioso importante, difícil de negociar, pero no ciertamente insuperable y ni mucho menos condición sine qua non.

No sé, no era mi intención destacar las virtudes de la Propuesta Sindical Prioritaria; pretendía más bien explicar que no se trata de una extravagancia, de un despropósito, sino de algo susceptible de abrir una negociación, y útil, para aplacar unos ánimos quizá excesivamente alborotados.

Esperemos que las 20 proposiciones, aunque no de amor, no se cierren con una canción desesperada. Que así sea.

Marcos Peña es inspector de Trabajo.

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