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Un heoe, un suicida, un santo

La crisis que desde hace ya demasiado años afecta a la Orquesta Nacional de España (ONE) ha alcanzado en estos días no ya su punto culminante, sino también, y por añadidura, el límite que separa lo patético de lo grotesco. Una orquesta que ha adoptado en más de una ocasión actitudes que no debieran haber sido de recibo para sus patrones -el Instituto Nacional de las; Artes Escénicas y de la Música, los abonados a sus programas, y quizá hasta su patrocinador comercial-, se encuentra con que la respuesta a lo único medianamente sensato que ha emanado de ella en los últimos tiempos es una amenaza institucional. Se le pregunta -o se pregunta a si misma, que no está claro, aunque debiera estarlo- si quiere -o si querría, o si querrá- a Cristóbal Halffier como "director artístico" (?). Dice que no. Lo argumenta con razones -o con una razón- referidas más a una posible titularidad del maestro, y que cualquier aficionado medianc, de los que acuden cada semana al Auditorio Nacional comprende y comparte -siempre que: se hable de titularidad, pues lo de la dirección artística le parece entelequia-; señala una alternativa (Walter Wieller) queaparece además como la única posible si se quiere evitar el desastre total para ahora mismo, y se encuentra con una amenaza. que a todos nos suena casi, casi como el anuncio de una disolución -ignoro si legalmente posible- que ya nos temimos más; de una vez a lo largo de la desdichadamente inolvidable temporada anterior.Si ya era dificil -o muy fácil, según se mire- entenderlo antes, ahora se hace imposible comprender una situación que ya es intolerable. Se trata de una orquesta modelo de conflictividad, divorciada de su público, malencarada y, pagada de sí misma. Pero una orquesta decide algo sensato por una vez, muestra que quizá no sea ese el camino, y se encuentra con que las decisiones drásticas se avecinan ahora, cuando la última gotita de hiel colmó el vaso lleno de acíbar.

Inventos

En el fragor de la batalla hay, por si fuera poco, un nombre sufriente, ese excelente compositor y competente músico que se llama Cristóbal Halffter, y que la orquesta no desea como "director artístico". En algunos medios ha aparecido el término "director titular", y, convendría una aclaración al respecto por parte de quien corresponda. Que Halffier no es la persona más idónea como director titular parece más que evidente, pero hubiera sido bueno que se explicara qué supondría un hipotético nombramiento como director artístico. No parece tampoco muy inteligente inventarse status tan peculiares como el de "director de la música contemporánea de la ONE". ¿Eso qué es? ¿Qué orquestas tienen un cargo como ese? ¿No se dan cuenta los responsables de ello que lo único que se consigue de ese modo es mantener a la música contemporánea en un lugar al margen, cuando de lo que se trata es de hacerla compartir programa con el repertorio tradicional?

Se queja la ONE de que no hay publicidad para sus conciertos, y da esa como la razón de que el público no acuda a ellos. No se engañen los ilustres profesores. El público -aunque lo parezca- no es tonto, y sabe que escuchar a una orquesta de funcionarios peleada con medio mundo no es demasiado atractivo. Los más viejos recuerdan tiempos pasados, y no hablo, claro está, de Rafael Frülibeck de Burgos, sino de esos directores que con frecuencia venían a dirigir una orquesta digna: Rossi, Horenstein, Celibidache, Martinon, Scherchen... Y los más jóvenes tienen a mano los discos y los viajes para comprobar cómo por ahí se hace muy buena música sin recurrir a gollerías impropias. Véanse, si no, esas parejas bien avenidas que producen una nada sana envidia: Simon Rattle y su orquesta de Birmingham, Ceccato y la Filarmónica de Bergen, Jarvi -ahora Bryden Thorrison- y la Nacional de Escocia, Jansons y la Filarmónica de Oslo, Plasson y la del Capitole de Toulouse, Inbal y la Sinfónica de la Radio de FrancfÓrt. Son intérpretes y orquestas que muestran lo que se puede hacer cuando se trabaja con lo posible y no con lo que no puede ser. Eso sí: orquestas y directores que desde aquí nos parecen de otra galaxia. Menos mal que en un gesto de inteligencia se nombra a Antoni Ros-Marbá director del teatro Real, y en otro de sensatez se piensa como modelo de gestión en la llevada a cabo por el teatro de la Moneda de Bruselas.

No se pide más, por parte de quienes llevamos años y años de sufrido seguimiento de la ONE, que un poco de buena voluntad y un mucho de esfuerzo. Algo, en definitiva, de lo que ha hecho que orquestas como la Arbós o la Sinfónica de Tenerife -orquestas, todo hay que decirlo, con un íniportante porcentaje de músicos extranjeros- nos produzcan ese placer que nace sólo del deseo por hacer las cosas bien y de la capacidad para ir poco a poco haciéndolas cada vez mejor. Bastaba escuchar los comentarios a la salida de los conciertos que dio en Madrid la orquesta canaria para saber qué es lo que quiere ese público que deserta de los conciertos de la ONE por la única y muy grave razón de que no merecen la pena. Si a eso se añade que la afición musical de la capital de España es más aparente que real -no se llenó el Auditorio en la segunda interpretación de la Séptima de Bruckner por Celibidache y la Filarinómica de Múnich, y el público de Ibermúsica poco tiene que ver con la afición verdadera-, el panorama queda casi completo. No es dernaslaido hermoso, pero no hay, otro,.

Subterráneos

Ignoro los subterráneos de la cuestión, y seguro que cada parte navega por ellos según le conviene. Lo único que deseo es que se arregle. Que no inventemos víctimas ni genios incomprendidos -no es Halffier el director que la ONE necesita, y punto-. Que nuestra orquesta tenga un director titular capaz de hacer de ella una orquesta digna. Que si para ello es necesario cambiar su reglamento, se cambie. De lo que se trata, en definitiva, es de que la ONE suene bien., esté bien gestionada y plantee unos programas de interés. En ese orden o en otro. Y para eso hace falta otra actitud por parte de todos, Quizá incluidos los propios aficionados, que un día podemos decir también que hasta aquí liemos llegado. Y desde luego, por mucho que se maree la perdiz, un héroe de nuestro tiempo, un suicida, un santo. Alguien capaz de aceptar la carga de ser director titular de la Orquesta Nacional de España. Un Celibidache con 30 años menos y el nuevo reglamento de la ONE en las nianos. Para que no haga falta el látigo.

Luis Suñén es escritor, editor y melómano.

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