_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La resistencia vasca

Fernando Savater

Parece que últimamente algo se mueve, despacito y con reservas, en el panorama de la eternidad vasca. Bueno, quizá no sea exacto decir que algo se mueve, sino más bien que algo va parando: va parando el Movimiento Nacional. Lo cual no significa que decline el semiento nacionalista de los que lo tienen, ni que los políticos nacionalistas hayan perdido importancia en el Gobierno del país, sino que se van estableciendo prioridades en los objetivos por los que se lucha: lo primero ya no es resistir al invasor, sino resistirse a los que gritan "¡al invasor!". Vamos mejorando. El reciclaje será lento porque de la mitología de la invasión han vivido y aún, viven muchos. ¡Es tan cómodo en política que el adversario no sea simplemente alguien que piensa diferente, sino alguien que pertenece a las tinieblas exteriores, no un alguien sino un Alien, un invasor del espacio que ha adoptado provisionalmente la forma humana, es decir vasca, para hacerse con el control absoluto del pequeño y valeroso planeta Euskadi en nombre del abominable y remoto imperio España! Tener que renunciar a este gratificante maniqueísmo intergaláctico en nombre de aburridas divinidades laicas como el rigor histórico, la economía o la simple cordura representa una mutilación que hasta ayer mismo muchos no estaban dispuestos a infligirse. Pero este sacrificio narcisista no puede ser postergado más tiempo y los remisos se han decidido en serio a aceptarlo: hay que dejarse de fábulas para que otros no puedan matar en nombre de fábulas, hay que abandonar la letanía de los agravios imaginarios para combatir la opresión de los reales, que son la intransigencia fanática, la ruina del país, el enfrentamiento civil y la lucha armada (nótese que no digo la violencia, sino la lucha armada que agravia la paz democrática de Euskal Herria). ¡Cuánto tiempo ha hecho falta para llegar a decir en voz alta el conjuro liberador: "En ETA y su complejo de servicios auxiliares todo es mentira menos los crímenes"! Y una vez que lo han dicho quienes tenían que decirlo y lo van diciendo más y más ciudadanos de a pie, la princesa dormida despierta del embrujo en que la sumió la bruja mala de la estupidez y se despereza y todos podemos respirar.La resistencia a esa mitología tiene unos efectos muy interesantes a nivel político, lecciones que podrían ser válidas para documentar a demócratas desencantados de otras partes del Estado. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de la vieja nostalgia por la ruptura que se quedó en simple reforma? Pues aquí, en el País Vasco, vemos todos los días lo que pudiera haber traído consigo la ruptura y rezamos porque no nos saquen a tiros del reformismo que disfrutan los demás. Y luego viene también el sano descrédito de lo popular, panacea que hace unos años santificaba los manejos de cualquier desaprensivo que se colgase el rótulo. En una democracia, lo único legítimamente popular es lo elegido por los votantes. Quienes manejan el calificativo contra tales representantes son tan respetables como Ceaucescu o Pinochet, que también son de lo más "populares", según ellos. En ninguna parte como en Euskadi se ve claramente que la democracia formal y burguesa, por muchos vicios que tenga, los rescata todos merced a su virtud primordial: impedir que los autodenominados "populares" se hagan con el control. Lo cual no quita que los movimientos civiles sean de lo más útil y estimable, todo lo contrario.

Valga por ejemplo el caso de la autovía de Leizarán. Puede que la Coordinadora Antiautovía tenga buenas razones para su oposición al proyecto, razones que vayan más allá de que el valle en cuestión sea muy hermoso (después de todo, nadie se propone dinamitarlo) o de que la alternativa de los túneles quizá resulte más barata. Lo que está claro es que se trata de un proyecto reiterada y minuciosamente debatido donde corresponde y consultado con las personas que parecen más directamente implicadas. A lo mejor tiene razón la coordinadora, porque en todas las instituciones gubernamentales hay muchos tecnócratas prepotentes y muchos capitalistas influyentes con pocos escrúpulos pero a lo mejor tiene razón el Gobierno, pues también en las mejores familias ecologistas se dan los sabios domingueros, los místicos de la lechuga y los que confunden la legítima rebeldía con sus epilepsias antigubernamentales. Finalmente deberán decidir los que han sido elegidos para hacerlo, no porque les tengamos ciega confianza, sino porque se han sometido al mecanismo de verificación que la democracia impone. De los carismas populares, líbranos Señor. En lo tocante a la actitud ante las amenazas de ETA, siempre dispuesta -nunca mejor dicho- a sumarse a cualquier bombardeo, las declaraciones oficiales de la coordinadora no son precisamente modélicas. Imaginemos que la cosa fuese al revés, que ETA hubiera amenazado a los miembros de la coordinadora si no cesaban en sus intentos de oponerse a un proyecto vital para la conexión de Nafarroa con el resto de Euskadi. ¿Se hubieran limitado entonces a decir que son pluralistas, que admiten que en su seno haya personas que aceptan la lucha armada de ETA y que a fin de cuentas la situación política del país no es ni culpa ni problema suyo? ¿Hubiesen afirmado tranquilamente, como hizo Mario Gaviria en ETB, que el comunicado de ETA ha venido muy bien, porque así se ha llamado la atención sobre el asunto y se han parado las obras? Francamente, si tal es la actitud ante el crimen de la coordinadora, es como para dudar también de su ingeniería.

Otra buena señal de que la resistencia gana terreno ha sido la solidaridad mostrada con Imanol Larzábal en el recital antimiedo en Anoeta. A ETA y familia hace ya tiempo que se les ha perdido el respeto; en cuanto se les pierda también el miedo, la partida estará ganada. Los incorruptibles han mostrado cierto nerviosismo: Egin informó escuetamente del acto en lo más profundo del periódico, olvidando mencionar que no fue un solo bertsolari sino cinco los que actuaron en la convocatoria. Después se empleó la argumentación usual de tales casos, que pasa por estas fases (a veces en la misma página): a) las pintadas amenazantes se las habrá hecho él mismo para llamar la atención; b) cualquiera puede haberlas hecho, Euskadi está llena de pintadas; c) que la pintada diga "te vamos a matar" no quiere decir que la sentencia sea firme, porque los señores verdugos suelen cursarlas por otros conductos; d) si le matan, él se lo habrá buscado por traidor. Faltaron, claro está, algunas adhesiones. Mikel Laboa y otros cantantes mandaron un comunicado a la Prensa, haciendo público que habían enviado a Imanol una carta privada, cuyos argumentos por ser privados no podían hacer públicos, lo cual hacían público para no privarse del todo. Así se acaba en este país con los malentendidos... En una época en la que tanto se habla de la falta de compromiso de los intelectuales, Imanol es un artista euskaldun comprometido con la denuncia del peor poder fáctico de Euskadi. Por ello ya le han pasado más cosas que a los héroes que viven adversus socialistas en otras latitudes, pero claro, no siempre cuenta uno con enemigos tan dóciles como los Calígulas del rodillo. El mejor elogio que del recital se ha dicho vino de boca de un preboste de HB: "Sólo ha mostrado una solidaridad española". Desde luego no "sólo", pero cosa buena es que la palabra "España" vaya siendo vista con otra coloración entre vascos. Mientras aún puede leerse en el BOE proetarra de por aquí que "los vascos se definen por el odio irreductible a España" o que "un vasco, cuando se vuelve español, se vuelve más español que los españoles, es decir: más nazi" (aseveración de un candidato al frenopático que en un artículo sobre Jünger, cometió el precioso desliz de insultar a Franco llamándole "judío"), anima ver que la palabra infame se desmitifica y puede significar: apoyo en la libertad. En fin, lo dicen muchos síntomas y lo dicen contundentemente los votos de las últimas elecciones, se cuenten como se cuenten: van perdiendo. Hay que hacer todo lo posible para que siga la racha.

Fernando Savater es catedrático de Ética de la universidad del País Vasco.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_