Última esperanza del SED
Diplomáticos soviéticos que en los últimos dos o tres años han tratado con la cúpula del régimen de Alemania Oriental se desesperaban ante la obcecación en no ver la realidad que mostraban gentes como Erich Honecker, Günter Mittag o Willy Stoph. De ahí que los soviéticos agradecieran tanto la existencia de un interlocutor lúcido, austero y realista, el único en los cuadros superiores del Partido Socialista Unificado (SED, comunista) que no respondía a sus preguntas con monsergas triunfalistas sobre éxitos inexistentes. Este interlocutor era Hans Modrow, jefe del partido en Dresde casi 16 años y nuevo primer ministro de Alemania Oriental.Con un partido totalmente desprestigiado ante la población gracias a su cúpula estalinista y corrupta, el dialogante y austero Modrow es la última esperanza del SED, de no acabar en la irrelevancia cuando se celebren las elecciones libres, que hace seis semanas eran impensables en la RDA y hoy están en fase de preparación. Llega con Modrow al poder la oveja negra del rebaño de sumisos dirigentes que Honecker ha mantenido durante años en la jefatura del partido. Modrow era el castigado por decir las verdades en el Comité Central, que no gustaban nada a los ancianos de Berlín.
Son muchos los rasgos de carácter que distinguen a Modrow de los dirigentes honeckerianos. Este comunista de 61 años, vive con su mujer en un apartamento de Dresde, y siempre rechazó el chalé oficial. Hizo suprimir desde un principio todos los festejo de agasajo al líder, que tanto disfrutaban los demás dirigentes, en Berlín y en provincias. Des de hace años mantiene abiertos canales de contacto con círculos eclesciásticos y otros no comunistas y ha contado por tanto siempre con información veraz sobre el creciente malestar popular que hizo eclosión en los últimos meses.
Contorsiones ideológicas Ahora, tras la caída de Honecker, las forzadas conversiones y contorsiones ideológicas de todos sus camaradas en la cúpula del partido, Modrow es prácticamente el único que no tiene que avergonzarse ni entonar un mea culpa.
El jefe del partido, Egon Krenz, se ha sumado al movimiento reformista a última hora y una semana antes de la gran manifestación de Leipzig del 9 de octubre, aún estaba en Pekín en visita oficial presentando sus respetos a los responsables de la matanza de estudiantes en la plaza de Tiananmen.
La conexión de Modrow con China es mucho más honorable. No ha pisado este país desde mucho antes de la matanza. Hace dos años visitó China en plenas reformas liberalizadoras y elogió estos cambios en un artículo publicado en la Prensa de su distrito. Aquello le granjeó nuevas iras de Honecker a quién la palabra reforma le sugería alta traición.
Modrow nació en 1921; en Ückermünde, en la desembocadura del río Odra en el Mar Báltico. En el último año de la guerra, con 17 años, fue reclutado como muchos jóvenes de su edad en la Volksturm, tinas fuerzas creadas para la última lucha desesperada y suicida del régimen nazi. Hecho prisionero por el ejército rojo, pasó cuatro años en un campo de trabajo en la URSS hasta regresar a la zona de ocupación soviética que aquel mismo año se convertiría en la RDA.
Como muchos otros dirigentes del SED, comenzó su formación política en las juventudes comunistas FDJ, de las que fue jefe en el distrito de Berlín Este desde 1953, año del levantamiento popular reprimido por los tanques soviéticos hasta 1961, año en que se construyó el muro que ahora contribuye a derribar.
La labor que tiene ante sí Modrow es ingente, según muchos casi irrealizable. Primero tendrá que estabilizar la economía de la RDA con una frontera abierta hacia la poderosa RFA. Deberá acometer al mismo tiempo la reestructuración de una industria en gran parte obsoleta. Y las medidas impopulares pero necesarias serán muy difíciles de explicar desde un poder en el que hoy nadie confía.
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