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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La derrota de la lógica

DECÍA EL ex primer ministro y ex presidente Constantino Caramanlis, fundador del partido conservador Nueva Democracia y unánimemente considerado como una de las personalidades claves de la restauración democrática de 1974, que "para hacer pronósticos hay que confiar en la lógica, y muchas de las cosas que ocurren en Grecia no se pueden explicar con la lógica". La lógica no sirve, en efecto, para comprender del todo los resultados de las elecciones del pasado domingo, que se resumen así: un ligero ascenso de la derecha, que no le permite gobernar en solitario; un aumento similar de los socialistas de Andreas Papandreu, y un notable retroceso de la alianza que controlan los comunistas. En resumen, otro bloqueo, como en junio, que sólo puede resolverse con un nuevo llamamiento a las urnas o con una coalición, que forzosamente tendrá que quebrar alguna promesa preelectoral y chocar con más de un compromiso de coherencia.Cuando comunistas y conservadores se unieron en un insólito Gobierno con el objetivo prioritario de procesar a Papandreu y a varios de los suyos por sus presuntas responsabilidades en diversos escándalos se multiplicaron los vaticinios de que el PASOK y su propio líder estaban tocados de muerte. Pero el proceso de catharsis (depuración), que, al menos en teoría, puede llevar a la cárcel al líder socialista, no le ha arrojado alas catacumbas políticas. Antes al contrario, puede considerársele el auténtico vencedor de los comicios. El leve aumento del porcentaje de votos de su partido tiene un tremendo valor de símbolo. Significa que los griegos (al menos 4 de cada 10) le absuelven, con independencia de lo que en el futuro puedan decir los jueces.

La victoria relativa de Nueva Democracia tiene, por otra parte, un amargo sabor. No, le falta razón a Constantino, Mitsotakis cuando recuerda que, con más del 46% de los votos, en España disfrutaría de una holgada mayoría absoluta (a Felipe González le bastó con el 39,55%). Pero que la ley electoral haga al país casi ingobernable -y que el PASOK la dictara para frenar a Nueva Democracia- sólo explica en parte el hecho evidente de que a la derecha le ha faltado muelle suficiente y que la etapa de gobierno de la extraña pareja apenas ha aumentado su credibilidad como opción de poder.

El anuncio de Mitsotakis de que intentará presentar un Gobierno al Parlamento no supone ninguna garantía de que se convierta en primer ministro. Los dos grandes partidos de izquierda, unidos, le superan en escaños. Por esta banda habrá un intenso movimiento en los próximos días, con una lógica propia, que no será la de hace unos meses. El electorado ha castigado a los comunistas, para los que la cooperación con la derecha ha actuado como un bumerán. Pese a ello, sus 21 escaños siguen otorgándoles un papel de árbitro. El problema es que la reedición del compromiso con los conservadores parece excluida, dadas las abismales diferencias programáticas, y la cooperación de gobierno con el PASOK parece imposible mientras Papandreu esté donde está. Una solución comienza a dibujarse: que el actual líder socialista conserve la presidencia del PASOK, pero que no sea primer ministro.

El olor a elecciones no se ha apagado. Otra vez, quizá, se ha votado sólo para volver a votar. El próximo reto es la elección del presidente de la República por el Parlamento, en marzo. Pero esa elección puede bloquearse con 120 de los 300 escaños de la Cámara (cifra que superan con creces Nueva Democracia y el PASOK). De no alcanzarse, pues, un compromiso, se convocarían automáticamente nuevos comicios.

No es fácil que el sistema aguante tantos llamamientos a las urnas que no resuelven nada. Lo que Grecia necesita es un acuerdo de Estado, un gran consenso nacional que permita la reconciliación y haga posible que el país entre por el camino de la modernización que conduce al mercado único de 1993. Puede que los hombres que ahora la dirigen no sean los más adecuados para hacer realidad este compromiso histórico, pero hasta el momento no han mostrado ninguna disposición a irse.

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