_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Belleza

Rosa Montero

Que las normas de la belleza fisica no son sino una pura convención cultural es una verdad de perogrullo. Por poner un ejemplo, las muje res españolas tenemos que depilarnos meticulosamente cual martiacas, mientras que las alemanas lucen sus buenos pelazos en las piernas tan campantes. Felices ellas.Y una pura convención es, por tanto, esa antigua injusticia tan irritante, a saber: que las canas y las arrugas puedan ser en los varones un ingrediente más de su atractivo mientras que en las mujeres son la ruina, la descomposición y el acabose. Es decir, que ellos maduran y no sotras nos pudrimos. Y no es que las chicas nos deterioremos antes que ellos, oh, no. Ellos, a los 50, suelen estar hechos un asquito. Sólo que e derrumbe de las carnes viriles está admitido socialmente, no molesta. al ojo, no lo repudia nadie. La mayoría de los hombres públicos,los triunfadores, los admirados, son señores de edad que van luciendo por e mundo, con garboso donaire, sus patas de gallo y sus mofletes caídos. Y su madurez nos parece tan natural, tan propia de ellos. Pero, tradicionalmente, la mujer, salvo excepciones, sólo se ha dado a conocer po r su belleza: actrices, cantantes pri morosas consortes. Incluso hoy ¿cuántas señoras mayores de .50 años ve usted en televisión, pongo por caso, desarrollando una labor personal e interesante? No estamos acostumbrados a ver señoras maduras, y por eso la vejez, en la mujer, nos parece distorsionadora lamentable.

Pero esto cambiará, ya está camblando. Miren a la Thatcher, por ejempo: ¿a que no les parece vieja? Sus arrugas, sus mejillas algo blandas, ¿no resultan en ella naturales, incluso elegantes, como pueden serlo en un hombre? Cuando haya, que las habrá, muchas más Thatcher (a ser posible, cielos, más progresistas), las mujeres podremos reconocernos en otras caras y otras vidas que las lindas y empobrecedoras muñequitas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_