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Cuatro historias en el Museo del Prado

Miquel Barceló dictó ayer una conferencia en la pinacoteca nacional

Pedirle a un pintor que dé una conferencia podría ser como pedirle a un pistolero un duelo con florete. Son otras sus armas. Miquel Barceló aceptó ayer el reto que tendrán que superar la docena de artistas españoles que se suceden cada martes para hablar de su visión del Museo del Prado, y optó por la técnica que mejor domina: la de la espontaneidad y la imaginación. Barceló contó cuatro historias en las que el vértigo, la cercanía de la muerte y la revelación, unidas a la pintura, ilustraron, sin mencionarlo, el término que dio título global a todas ellas: Pradoxismo.

En la presentación de Miquel Barceló que hizo Francisco Calvo Serraller, director del curso, se refirió a la aureola mítica en torno a la persona del artista mallorquín y de su proyección legendaria, mientras el pintor se miraba brevemente los pies. Tal vez no por modestia, sino por timidez o por cierta incomodidad, no exenta de resignación.Calvo Serraller aludió a aquello que la mayoría suele olvidar, y es que el triunfo es un estado que fuerza continuamente los límites, y que el artista debe superar incesantemente los desafíos de su trabajo para poder mantenerse.

Barceló tituló su breve conferencia Pradoxismo. Luego confesó que, contento con el hallazgo de un término que reunía en cuatro sílabas la casi inexplicable sensación de "paroxismo en El Prado", no había logrado estructurar el texto de la conferencia hasta pocas horas antes de pronunciarla.

"Primero pensé en escribir la siguiente historia: un hombre tiene escaso tiempo entre la conexión de dos vuelos en Madrid y decide visitar El Prado. Tras superar varios inconvenientes le queda al final sólo media hora para visitar las salas de la pinacoteca, y tras ese rápido recorrido se lleva una visión caótica de cientos de cuadros, que sólo retiene como una imagen orgánica movediza".

La última visita

"Una segunda historia que pensé escribir fue la de un maduro pintor norteamericano que decide hacer una última visita en El Prado a La venus del espejo, de Velázquez, antes de suicidarse. Después de varios días de atormentada indecisión el pintor recorre las salas del museo y no logra encontrarla. En cierta forma aliviado decide volver a su país para pasar allí sus últimos años. En el avión ojea una revista y descubre por accidente, al ver la reproducción de la imagen de sus sueños, que ésta se encuentra en la National Gallery de Londres"."Una tercera historia es la de la ocasión en que se declara en El Prado una plaga de hormiga blanca, que está causando estragos en cuadros, marcos y muebles del museo. El Prado se cierra y se fumiga con un potente insecticida. Sólo queda dentro un vigilante despistado que comienza a sentir un torpor en las piernas y algunos mareos, mientras descubre una pintura que le atrae y en la que no había reparado antes. Se arrastra hasta ella y, con la vista nublada, logra descifrar la plaquita del Prado antes de morir: La dama que descubre el seno, de Tintoretto".

Pero la historia que terminó escribiendo Miquel Barceló para esta tarde fue la suya. Visitó el Louvre antes que El Prado, aunque de haber podido elegir hubiese preferido ir antes al Museum of Modern Arts (MOMA), de Nueva York.

El pintor mallorquín confesó haber aprendido en sus primeros tiempos tanto de la mala pintura como de la buena, y que durante su primera época de visitante del Prado iba más en busca de la "historia material de la pintura", es decir, el envejecimiento físico de las pinturas, el moho, las grietas. Pero poco a poco el peso de la pintura se fue imponiendo y las figuras se fueron aclarando y haciéndose reconocibles.

Barceló ha recibido una revelación en el Prado, la de la insignificancia que con el tiempo pueden tener las pequeñas pinturas nacionales. Existe en el museo por encima de la escultura o el mobiliario antiguo, la pintura y su esplendor a través del tiempo. La pintura que se impone a todas las demás artes como una sola gran propuesta, "como una forma de pensamiento hecha visible".

"Vaivén de la moda"

Para Barceló, el interés que en los últimos años se experimenta en España por cualquier manifestación cultural sólo responde al "vaivén de la moda, y, precisamente, por ello, hoy día se envuelve al arte en una especie de lectura plana, superficial y escasamente profunda".Crítico con la actual situación del arte en España, "ya que aquí se establecen jerarquías por la antiguedad que conserve el artista", Barceló indicó que la pintura supone un "viaje incierto" y es, al mismo tiempo, producto de una necesidad para materializar el deseo y el pensamiento espiritual del creador.

Miquel Barceló, que consiguió ser seleccionado en 1985 para la Bienal de París, reconoció que visita esporádicamente el Museo del Prado para admirar a los grandes maestros del barroco.

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