¿Hacia dónde va el CSIC?
Más de 50 directores de institutos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas analizan el estado actual de este organismo y reivindican un nuevo régimen económico para todo el personal Temen que el nuevo reglamento sea excesivamente burocrático y piden participan en la toma de decisiones del Consejo.
La consecución de los objetivos científicos y socioeconómicos de cualquier institución de ciencia requiere de un ambiente estimulante y cordialmente competitivo. Este clima necesario está siendo perturbado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por acciones y omisiones en temas de alcance, como las retribuciones de todo su personal, revisión del catálogo de puestos de trabajo y la elaboración del nuevo reglamento orgánico que exige la ley de la Ciencia. Como expresión de la creciente inquietud del personal, nuevamente asistimos a la foto -familiar en los años setenta de los piquetes de batas blancas bajo pancartas reivindicativas, al pie de la imponente columnada de la sede central del CSIC. Entre tanto, un buen número de directores de institutos en los que se concentran la mayor parte de los efectivos de investigación del Consejo nos venimos reuniendo con objeto de analizar la situación y proponer soluciones viables, en un deseo lógico de defensa de la institución.Por lo que respecta a las retribuciones, consideramos con preocupación el sistema recientemente aprobado para el personal docente universitario. Y no por lo que afecta a la universidad -para lo que sin duda debe suponer un estímulo en la mejora de su calidad docente e investigadora- sino porque deja una vez más al CSIC -el otro gran colectivo del sistema de ciencia y tecnología dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia- al margen de un interesante sistema de incentivación.
No corregir este diferencial retributivo puede suponer la lenta extinción del CSIC por falta de renovación de sus cuadros profesionales y el abandono de sus mejores científicos hacia otras instituciones (universidad o empresa) donde sus capacidades sean mejor reconocidas. Por eso en los países con un sistema consolidado de ciencia y tecnología, la actividad científica de los grandes centros de investigación semejantes al CSIC (como el Centro Nacional para la Investigación Científica -CNRS francés o el Marx Plank alemán) tiene un nivel retributivo equivalente al de la actividad docente.
El nuevo régimen económico que reivindicamos al amparo de la especificidad que reconoce la ley de Reforma de la Función Pública a la investigación científica, debería hacerse extensivo a todo el personal del Consejo. Para ello es imprescindible la revisión del catálogo de puestos de trabajo, que fue implantado por vía expeditiva, sin tener en cuenta la organización de los institutos. Lo cual ha originado importantes disfunciones en los servicios administrativos, técnicos y de apoyo a la investigación, que son fundamentales para el cumplimiento de los objetivos científicos del CSIC. Finalmente, nos preocupa la forma en que se está elaborando el nuevo reglamento orgánico exigido por la ley de Ciencia. Mucho nos tememos que al hermetismo en la elaboración de los borradores se va a unir el argumento de urgencia, para imponer un reglamento no consensuado, e inadecuado a la envergadura y complejidad de la institución.
Distorsiones
Esto puede ocasionar graves distorsiones, especialmente si, como se ha filtrado, el reglamento va a configurar una organización burocratizada, centralista, vertical y escasamente participativa.
Los directores de instituto nos consideramos una parte importante de la dirección del CSIC y de la buena gestión de los recursos materiales y humanos puestos a disposición de la institución para el logro de sus objetivos. Por ello consideramos ineludible nuestra participación en la toma de decisiones sobre temas importantes que van a influir decisivamente en el presente y futuro del Consejo.
Tenemos la impresión de que no hay una clara percepción por parte de los poderes públicos de la importancia, singularidad y fragilidad del CSIC en el conjunto del sistema de ciencia y tecnología español. La importancia viene dada por los grandes números: 92 institutos en los que trabajan más de 3.000 investigadores o titulados superiores, que reciben más del 10%, del esfuerzo total que nuestro país dedica a investigación y desarrollo y cuya actividad representa más del 25% de la producción científica del sector público de investigación.
La singularidad del CSIC radica en su carácter multisectorial que abarca investigación básica y aplicada de reconocida calidad en numerosos campos de conocimiento, una importante participación en los planes de formación de personal investigador, con la dirección del trabajo de más de 1.000 becarios pre y posdoctorales, una probada capacidad de interacción con la universidad a través de 15 centros mixtos, más de 100 cursos de tercer ciclo y colaboraciones en proyectos de investigación, que representan un 40% aproximado del total de proyectos desarrollados en el CSIC- y una creciente colaboración con la industria y la CEE.
Finalmente, su fragilidad reside en las dos prem1sas anteriores que hacen del CSIC una institución demasiado grande para encorsetarla administrativamente bajo la cobertura burocratizada de una dirección general. Un ejemplar demasiado complejo como para sobrevivir sin autonomía propia y sin el respaldo político necesario para negociar con Hacienda un sistema de retribuciones ajustado a la especificidad que la ley de Reforma de la Función Pública concede a las actividades investigadoras.
La solución de esta encrucijada se encuentra en estos momentos en las manos de las Secretarías de Estado de Universidades e Investigación y de Hacienda, cuyas gestiones esperamos conduzcan con urgencia a una solución apropiada. En caso de no hacerse, el daño a la ciencia española será muy dificil de reparar.
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