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La sed del Norte

Los efectos de la larga sequía que padece la comisa cantábrica empiezan a ser preocupantes

Las leves precipitaciones de lluvia caídas este fin de semana en la cornisa cantábrica remitieron el domingo, por lo que apenas permitirán aliviar la extrema sequía que azota el norte de la Península una situación atípica que se repite por segundo año consecutivo en la llamada España verde. Los efectos de la sequía empiezan a ser preocupantes. Las reservas de agua embalsada son incluso inferiores a las del año anterior y los ríos de la cuenca norte presentan en muchos casos caudales mínimos.

Se han secado pozos y manantiales utilizados para el suministro de poblaciones, y la agricultura padece el azote de una meteorología dislocada y primaveral.Numerosos pueblos de la llamada España verde están siendo abastecidos mediante autobombas tras haberse secado los pozos y manantiales de los que se nutrían, y algunas localidades de Galicia, Cantabria y el País Vasco sufren restricciones en el suministro de agua, en previsión de que se retrasen aún más las lluvias. De prolongarse la situación, las autoridades no excluyen la posibilidad de extender las restricciones a núcleos importantes de población, como ya ocurre en Bilbao y en Ferrol.

Los ríos de la vertiente cantábrica presentan caudales circulantes muy inferiores a los de la misma época de años anteriores y el agua embalsada está también sensiblemente por debajo de los niveles habituales. El invierno pasado fue el más seco de los últimos 40 años, y desde entonces el Norte vive una carencia prolongada de lluvias.

En lo que va de año, las precipitaciones acumuladas son inferiores en un 70% a la media pluviométrica propia del Cantábrico, establecida en 11.200 litros anuales por metro cuadrado Pero, con ser llamativo, no es éste el único factor determinante La confluencia, al mismo tiempo, de sol y temperaturas benignas, que ahora mismo, en pleno otoño, confieren una sensación primaveral, - agrava una situación que empieza a ser preocupante.

Horas de sol

Hasta septiembre pasado las horas de sol en las regiones del Norte arrojaban un incremento del 22% sobre la media de las últimas décadas.El invierno pasado no sólo se caracterizó por una sequía intensa, sino por unas temperaturas benignas y agradables que causaron un daño diferido, tanto por la alteración del ciclo vital de no pocas especies vegetales como por la imposibilidad de que se formaran neveros que hubieran aliviado la carencia de agua en los meses siguientes. La situación se agudizó posteriormente al persistir el tiempo seco. Todas las capitales de provincia de la cornisa registraron entre los meses de junio y septiembre últimos precipitaciones notablemente inferiores a las producidas en el mismo período de 1988. Aunque en San Sebastián, Lugo y Oviedo la disminución de las lluvias ha sido entre el 21,5% y el 26,6% en dicho período, en Santander fue del 60%; en Orense, del 61,3%, y en Bilbao, del 67,9%.

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Todo ello ha hecho disminuir preocupantemente el nivel de las reservas de agua embalsada. A mediados de este mes el volumen embalsado suponía el 45,4% de la capacidad total, inferior en tres puntos a la situación del otoño pasado, pero 24 puntos por debajo de la de octubre de 1987. La disminución es más llamativa en cuanto a la energía hidráulica disponible, equivalente actualmente al 29, 1 % de la capacidad total, cuando hace un año era del 39,6%, y en la misma fecha de 1987, del 56,8%. Con todo, el descenso más espectacular lo experimentan los caudales circulantes de los ríos. Todos los cursos fluviales importantes de Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco presentan caudales inferiores a los tres metros cúbicos por segundo, con la sola excepción del río Narcea, que tiene seis. Ríos como el Miño, el Cares, el Deva, el Pas y el Artibay han sufrido descensos que oscilan entre el 80% y casi el 92% respecto a sus caudales de octubre de 1988, un mes escaso en lluvias.

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