La película israelí 'El verano de Aviya' gana la Espiga de Oro

El filme israelí El verano de Adya, dirigido por Eli Cohen, ganó anoche la Espiga de Oro de la Semana Internacional de Cine, máximo premio que concede el festival vallisoletano. El actor español Antonio Banderas obtuvo el premio al mejor actor por su interpretación en La blanca paloma, dirigida por Juan Miñón, única película española en concurso, obra muy compleja y dificultosa que, junto a escenas mal desarrolladas y un desenlace insatisfactorio, contiene cine de alta calidad.

El jurado internacional, compuesto por el polaco Yurek Bogayevicz, la argentina Aida Bortnik, la francesa Jacqueline Brodie, el sueco Jörgen Persson, el italiano Sandro Zambetti y los españoles José Luis Cuerda y Pilar Miró, premió también al filme soviético Ciudad cero, dirigido por Karen Shajanazarov, con la Espiga de Plata. Otros galardones fueron a parar a El último viaje de Waller, película de Alemania Federal; a la también alemana federal Dana Vavrova como mejor actriz en su trabajo Leche de otoño, y una mención honorífica al filme canadiense dirigido por Atom Egoyam Speabng parts.Los periodistas acreditados y los profesionales invitados a esta edición de la Seminci aceptaron de buen grado las coherentes decisiones del jurado, con la única excepción del premio a Antonio Banderas, que fue pateado por una parte de los asistentes al acto de lectura de la relación de los premios. A juicio de este cronista se trata de un disentimiento injusto.

Tanto Banderas como lajoven actriz Emma Suárez llevan a cabo en La blanca paloma una interpretación notabilísima, pero la división de opiniones creada por esta película española en el público de la Seminci provocó un exceso de generalización de sus defectos, que los tiene y muchos, lo que ocultó sus virtudes, que también las tiene y no pocas.

Argumento difícil

Entre estas virtudes además de la excelente interpretación de Banderas y la, a nuestro juicio superior por su mayor dificultad, de Emma Suárez, hay que anotar la interesante creación por el director Juan Minón, de unos ambientes densos y agobiantes; y el enfrentamiento, tanto de Miñón como del guionista Manuel Matji, a un argumento de extrema dificultad, situado en el límite de lo sostenible, que logran, al menos en sus dos terceras partes iniciales del metraje, mantener en pie con solvencia indiscutible, aunque lamentablemente el tercio final de la película no está a la altura de lo que le precede y esto le perjudica gravemente. El hecho es que las películas más serias de cuantas se han proyectado en esta edición de la Seminci -El verano de Aviya, El fin de los viejos tiempos, Speaking parts, La blanca paloma, Leche de otoño, El último viaje de Waller y Ciudad cero- se encuentran en algún apartado de la lista de premios lo que evidencia la ecuanimidad y el saber ver cine de los miembros del jurado.

Por su parte, el jurado de la sección documental Tiempo de Historia, concedió su primer premio a La vida secreta de Sergei Eisenstein, de Gian Carlo Bertelli; así como dos menciones honoríficas a La creación de una leyenda, documental de Estados Unidos sobre el rodaje de Lo que el viento se llevó; y al documento, producido también en EE UU, Manicomio, de Sarah Mondale.

Una vez más, la Seminci deja detrás de sí una imagen de festival orientado con inteligencia hacia el rescate para España de una parte de la mejor producción mundial del año.