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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El precio del dinero

LA CUENTA del Banco Santander que ofrece una remuneración del 11% de los depósitos bancarios a partir de saldos mínimos de 500.000 pesetas ha abierto un amplio debate y estimulado la competencia entre las entidades financieras. Pese a las expectativas que ha despertado la iniciativa del banco cántabro, la actitud de los grandes bancos y cajas de ahorros es hasta el momento la de un prudente esperar y ver. Sólo algunas entidades extranjeras, segundas marcas y bancos locales, cajas de ahorros y cajas rurales han replicado a la estrategia del Santander con productos similares, que en algunos casos ya existían.De momento, el resto de la gran banca ve el nuevo producto con muchas reticencias. Teme que una respuesta con operaciones similares suponga un encarecimiento disparatado del pasivo que afecte negativamente a las cuentas de resultados. Considera además que añadir a los ya elevados costes de transformación un fuerte incremento del coste del pasivo reducirá sensiblemente su competitividad y, sobre todo, supondrá un peligroso traslado de este encarecimiento al activo, es decir, a los préstamos.

El desinterés de la gran banca para seguir por la senda de este tipo de competencia esconde también, en ciertos casos, la incapacidad técnica de algunas instituciones mastodónticas para dar la respuesta adecuada. Las cuentas de alta remuneración, con un control diario de los saldos, se apoyan en unos potentes equipos informáticos y unas ágiles estructuras organizativas que les permiten modular con rapidez los nuevos productos en función de la evolución del mercado. Por otra parte, algunos bancos no se pueden permitir licencia alguna en la remuneración del pasivo, ya que a partir de ciertos tipos se aproximarían peligrosamente al umbral de pérdidas.

La estrategia de ofrecer una mayor remuneración de los depósitos conlleva, más allá de esas reticencias, destacados elementos positivos para los consumidores, aunque cabe más de una duda sobre su incidencia en los equilibrios macroeconómicos de la coyuntura, aspecto que corresponde calibrar a la autoridad monetaria. Supone de entrada estimular la competencia en un segmento del mercado en donde el acuerdo tácito y tradicional de los grandes bancos ha permitido disponer de más de seis billones de pesetas en cuentas corrientes y cuentas de ahorro a un precio privilegiadamente bajo. Y supone también un paso decisivo hacia la transparencia de este mercado. Una mayor remuneración, por el camino de la diafanidad debe ser aún mejor recibida, máxime después de las nefastas experiencias de la ocultación fiscal en los episodios de las primas únicas y de las cesiones de créditos.

La mayor remuneración de los depósitos abre una puerta al pago de los servicios. Ello sitúa las cosas en su sitio: ingresar un precio de mercado por los depósitos y, a su vez, pagar el precio correspondiente por los servicios recibidos. Es decir, valorar de una forma más ajustada las dos caras de la intermediación. La mayor remuneración de las cuentas no debe ser una estrategia calculada para dorar la píldora de los clientes y colar de rondón el cobro de los recibos.

Con ser muy importantes, cuestiones como el coste del pasivo, el del activo o el nivel de beneficios de la banca española no pueden verse por sí solas, sino en relación con el reto fundamental de ésta a la hora de su adaptación al marco comunitario: reducir los costes de transformación, es decir, gestionar y administrar todos los flujos financieros del sistema de la forma más económica y competitiva.

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