Un buen trabajo
El montaje de La fille mal gardée por el Ballet del Teatro Lírico Nacional es el primer trabajo de envergadura, dentro del repertorio clásico, que la compañía aborda, preparado por la maestra del Kirov, Nina Sohnovskaia, y el resultado es muy bueno. El conjunto de estructura escénica, decorados, dirección artística e interpretación es serio, ajustado a los rasgos originales del ballet de Douberval -escenas y personajes realistas, tema popular, ballet de acción con lógica teatral-, logrando un éxito global para la compañía. La dirección orquestal, atenta al escenario, aumentó la coordinación. La escenografia, que con los trajes pone el punto de vistosidad a la sencillez de la puesta en escena, facilitó la dinámica y claridad de la narración. Finalmente, el brillo de su protagonista, Arantxa Argüelles, proporcionó categoría al ballet.La fille..., que se estrenó en Burdeos poco antes de la Revolución, ha permanecido joven en las compañías clásicas, como ballet innovador en su época y bonito y atractivo siempre. Con diferentes arreglos musicales, ha sido coreografiado por los grandes maestros (Vigano, Didelot, Taglioni, Petipa, Ashton). Así, sus versiones se han enriquecido con influencias estilísticas y con aportes técnicos y matices de sus intérpretes sobresalientes (Elssler, Zucchi, Karsavina, Alonso).
La fille mal gardée
Ballet del Teatro Lírico Nacional y Orquesta Sinfónica de Madrid. Coreografía: Maya Plisetskaya sobre versiones de Petipa, Gorski, Messerer. Música: P. L. Hertel. Escenografía, vestuario y luces: Simón Suárez. Dirección musical: Juan de Udaeta. Teatro de la Zarzuela. Madrid. 13 de octubre.
El argumento es sencillo: Mamá Simone quiere casar a su hija Lise con Alain, hijo de un adinerado agricultor. La imbecilidad del candidato contrasta con el atractivo de Colás, que corteja a Lise. Mientras se prepara el contrato, los enamorados, tras un gracioso equívoco que favorece su encuentro, son sorprendidos por la madre, quien enseguida cede a sus súplicas. En las escenas destaca la naturalidad. Los números de baile, alegre y vivo, con profusión de saltos, batería y giros, esconden su evidente dificultad en el deseo de incorporar la acción teatral al movimiento. En esto el cuerpo de baile se mantuvo ajustado y limpio, sin la rudeza y amaneramiento de tiempos anteriores.
Arantxa Argüelles y Raúl Tino dieron la medida de su papel. Argüelles magnífica, con continuos destellos de gran bailarina, concedió los giros múltiples, equilibrios soberanos y puntas virtuosas de sus grandes noches, pero sobre todo levantó su actuación y construyó un personaje encantador, ayudada por una pantomima fresca y algo ingenua, inteligentemente impostada. Raúl Tino elevó su listón de bailarín con variaciones esforzadas, abiertas y seguras. Magnífico también el Alain de Javier Serrano, bailarín de gran elevación que calcó al papanatas infantiloide, personaje que rubrica el tono caricaturesco de la obra.
Babelia
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