Las pinceladas de Robles
Sanromán / Aranda, Robles,Espartaco
Cinco toros de Manuel Sanromán, terciados y flojos, y 3º de Carlos Nuñez, blando y peligroso; todos sospechosos de cuerna. Raúl Aranda: pitos; oreja.
Julio Robles: vuelta; oreja.
Espartaco: silencio; palmas.
Plaza de Zaragoza, 12 de octubre. Quinta corrida de Feria.
ÁNGEL CEBRIÁN
El toreo exquisito, bello y a veces mágico que se vio ayer fue patrimonio de Julio Robles. Afinadísimo está en esta temporada el torero. Bastó con que le cayera el mejor lote de la tarde para que deleitara con verónicas ceñidas, juntas las zapatillas, así se salió a los medios con su primero. Ante el quinto, manso y huido, cinco desligadas chicuelinas llevaban implícita la calidad; no por ello dejaban de ser preciosas.
Con la muleta llegaron. las pinceladas de cartel pues si mansos eran los toros, difícil resultaba encontrar la ligazón. A pesar de todo, nobleza repetidora tuvo la embestida del segundo, al que aplicó largo el muletazo al comienzo y dos ceñidos derechazos al epílogo. Con el quinto templó de principio a fin, sobresaliendo de los mediocres derechazos ligados en el sitio, que gustan a la masa, pintureros naturales, pies juntos.
La inclusión en el cartel de Raúl Aranda levantó comentarios adversos y más tras despachar a su primero, un flojísimo y terciado toro que, sin fuerzas y gazapón, descentraba al torero. Pero la faena larga y deslavazada se vio con su segundo que, como toda la corrida, levantó sospechas de afeitado. La obsesión del toro por entablerarse era todo un ejemplo de bravura y ahí fue precisamente en donde Aranda ofreció al paisanaje templados derechazos y suaves naturales.
Espartaco, centrado ante su peligroso primero, tragó en faena de semilidiador. Con el derrengado sexto toreó como casi siempre, es decir, despegadísimo y ofreciendo un repertorio pueblerino de desplantes y circulares que aquí también gustan a cierta concurrencia.
Babelia
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