Besar o no besar el suelo ocupado a
, Inseparable del ritual de los viajes papales, el gesto de Juan Pablo II de besar el suelo cuando llega por primera vez un país extranjero dejó hace mucho de provocar sorpesa. Pero a su llegada a Dili, sede de la diócesis del mismo nombre, en la isla de Timor, en el extremo oriental del archipiélago indonesio, el Papa será observado con tersa atención por los católicos timorenses y portugueses. Éstos desearían que el Papa se arrodille para besar el suelo de la tierra mártir, objeto hace 15 años de una invasión, seguida de anexión, por las tropas indonesias. Según Portugal, potencia administradora de la isla, Timor está siendo sometido a un lento genocidio cultural después de la sangrienta represión de 1975.Si el Papa, en la visita a Indonesia, besase el suelo de Timor Oriental, su actitud mostraría más claramente que todas las palabras y comunicados del Vaticano, que el jefe de la Iglesia católica considera que Timor Oriental constituye una realidad nacional autónoma.
Portugal no reconoce el hecho consumado de la anexión de Timor Oriental y sigue defendiendo, con desigual éxito, en todos los foros internacionales el derecho a la autodeterminación del pueblo timorense o marubere. Para ello invoca diferencias históricas y culturales, de las cuales el catolicismo de la mayoría de la población, en contraste con el islamismo de Indonesia, es uno de los rasgos identificadores.
El anuncio de la visita del Papa a Dili durante su viaje a
Indonesia agitó a la diplomacia portuguesa, y ante la imposibilidad de vencer la determinación de Juan Pablo II, el Gobierno y la jerarquía católica portuguesa trataron de salvar al menos las apariencias y de neutralizar un eventual aprovechamiento por la propaganda de Indonesia de este reconocimiento de facto de la anexión de Timor Oriental.
Nadie espera ya del Papa más que palabras de consuelo y consejos de paciencia evangélica para los independentistas. Y si, como se cree, Juan Pablo 11 no se arrodilla al pie del avión en Dili ya están preparadas las explicaciones portuguesas para su actitud: Juan Pablo II, que ya visitó dos veces Portugal, no tenía razón para repetir el gesto que hizo la primera vez que pisó tierras lusitanas.
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