Casi un monólogo
Arturo Fernández habla incesantemente, y ése es el gran éxito de esta comedia. La historieta es simple: el amor entre una puta y un político, profesiones que la autora equipara; y compara, en detrimento de los políticos, con gran regocijo de los espectadores -en el estreno abundaban los representantes de la verdadera alta comedia madrileña-, que ríen y aplauden francamente, complacidos.La purificación del amor verdadero -el diputado es un galán maduro, la chica es muy jovencita- habrá de pasar por el abandono de las dos profesiones dudosas y conducirlas hacia el legal matrimonio -no sin decir que la chica realmente no ha llevado a cabo ninguna de sus relaciones comerciales hasta el final desde que le conoció, como una recuperación modesta de la virginidad- y a un bailoteo final de alegría.
Alta seducción
Autora: María Manuela Reina. Intérpretes: Cristina Higueras, Caria Duval, Arturo Fernández. Decorados de Fernando Viñas y David Boldú. Dirección de Arturo Fernández.Reina Victoria, 26 de septiembre.
Todo esto importa escasamente: lo que cuenta es el parloteo incesante de Arturo Fernández, sus gestos y sus movimientos; va comentándolo todo, describiendo las situaciones escénicas, y las de la actualidad, con un acento asturiano que es leve al principio, pero que va exagerando a medida que el público lo recibe bien, como todos los ademanes y los efectos, y lo que a veces parecen sus propias improvisaciones.
Es un personaje de esos a los que no nos gustaría tener cerca en la vida diaria -un pesado, machacón, ostentoso- pero que en el escenario funcionan.
Divo
Junto a este divo, Cristina Higueras poco puede lucir, aparte de su figura -que es muy suficiente-; y lo mismo le pasa a Carla Duval en sus dos intervenciones.El decorado de la obra es de un blanco deslumbrante por el neón, y la música está a un volumen excesivo, pero todo lo domina la voz de Arturo Fernández.
Muchas risas, desde el principio hasta el final. Muchos aplausos, a frases, a escenas; y ovaciones al terminar. La autora, María Manuela Reina, trémula, dirigió a todos unas casi imperceptibles palabras de agradecimiento.
Babelia
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