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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Crónica bochornosa de un trato vejatorio

Aprovecho la sección Cartas al Director para denunciar el trato vejatorio del que fuimos objeto por parte de la policía, el pasado lunes 4 de septiembre, cuando en el vuelo de Iberia número 940 (Santo Domingo-Madrid) llegamos a Barajas una señorita dominicana y quien dirige esta carta.Como ciudadano de la Comunidad Europea que soy, tuve que tramitar mi entrada por un mostrador distinto al de mi acompañante, observando cómo el oficial de turno, al ver su nacionalidad, la mandó esperar fuera de la cola.

Me acerqué a la ventanilla y le comuniqué al policía que la señorita venía conmigo, que traía en regla todos los requisitos necesarios para entrar en el país (únicamente le había mirado el pasaporte), que teníamos un vuelo en conexión con Bilbao a las 19.25 (eran las 18. 10) y que, por favor, atendiera mi petición para no perder el vuelo (que se perdió).

Me contestó que la esperase en el departamento de policía del segundo piso. Allí, tras larga espera, el policía jefe se ensañó conmigo: se me hicieron varias preguntas de tipo íntimo a mi juicio totalmente innecesarias, se me dijo que la señorita iba a ser devuelta a su país porque ella no les explicaba bien a lo que yo me dedico en la República Dominicana, se me dijo que ellos no sabían si yo me dedicada a la trata de blancas u otras cosas.

Viajo con frecuencia, por motivos de negocios, a Santo Domingo; represento los intereses de una gama diversa de industrias españolas en aquel país. Tal como se ponían las cosas, abrí mi equipaje y le mostré la documentación de mis gestiones en este viaje; al fin accedió a darle la entrada, pero no sin antes tener que rogarle, suplicarle, rebajarme, a que por favor no fuera devuelta a, su país como insistía que iba a hacer.

Dentro de las dependencias, como luego me enteré, las cosas no transcurrían felizmente: lo de las preguntas acerca de nuestra intimidad también se repetía. Había curiosidad malsana. Uno de los policías mostró otro talante, y la invitó a una coca-cola (a ella sola de entre todo el grupo de retenidas), comentando con un compañero que "era la más fina". Otro de los policías, aprovechando que le iba de camino, la acompañó, muy galante y hospitalario él, hasta la salida, con el pequeño error de sacarla por una puerta diferente a la de aduana., en la que el policíajefe me había indicado que la esperara. ¡Ah!, eso sí, el caballerete le ofreció que, si no me encontraba, él salía a las nueve de la noche, que tenía un coche aparcado fuera, ir a una discoteca, etcétera. A las 20.25, tras dos horas y cuarto totalmente innecesarias de espera, me reunía con la persona con la que había iniciado el viaje.

Cuando uno pasea por la calle del Conde de la ciudad de Santo Domingo ve una placa de agradecimiento de los exiliados españoles a las atenciones que les prestó aquel país. Cuando uno es testigo del trato vejatorio del que son objeto personas dorninicanas aun cumpliendo todos los requisitos exigidos, uno siente vergüenza y le duele que por un reducido número de personas incompetentes, con cierto regusto del pasado, chulescos y más cosas, se desprestigie una institución como la de la policía, que para mí goza de todos los respetos y no merece tener en su seno a determinados individuos. Únicamente espero que cuando el próximo día 4 de octubre, en el vuelo de Iberia Madrid-Santo Domingo (vuelo número 939), la señorita Regina Díaz parta para su país, se la presenten disculpas por lo sucedido.

Conflo que a través de su periódico llegue a conocerse este bochornoso suceso para que obren en consecuencia. La señorita en cuestión es mi novia. Venía a España invitada para conocer a quien va a ser su familia. Vamos para 15 años de democracia, pero aún se corren riesgos cuando uno quiere hacer valer sus derechos.-

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