Serrat, por cercanías
Cuando Joan Manuel Serrat apareció en el teatro Monumental, con aquella espantosa chaqueta gris, algunos de los asistentes retrocedieron muchos años -20 o quizá más- para recordar el traspié del cantante catalán en el cine Carlos III, su caída al foso de los músicos y su fuerza para seguir cantando tras el batacazo. Hoy, los tres conciertos que presentan en Madrid su último disco, Material sensible, significan una recuperación de aquel espíritu antiguo, un salto atrás en el tiempo en busca de un contacto más directo, estrecho y emocional con el público y las canciones.En la austeridad de un escenario vacío, adornado únicamente con algunos focos y rodeado por sus músicos de siempre, Joan Manuel Serrat ha tenido el acierto de alejarse de la espectacularidad que rige en la mayoría de los conciertos y apostar por el intimismo, la presencia al alcance de la mano y la calidez. A distancias cortas, Serrat es más Serrat. Con sus virtudes y sus defectos. Con su ternura y su acidez. Con sus canciones, a las que tanto favorece el paso del tiempo, y con sus altibajos de inspiración, Serrat es mejor cuanto más desnudo y ligero de equipaje se presenta.
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat (voz y guitarra), Ricard Miralles (dirección musical y teclados), Francesc Rabassa (batería), Jordi Clúa (bajo), J. Albert Cubero (guitarra), Javier Capella (teclados), Lluís Pascual (dirección escénica). Teatro Monumental. Madrid, 22, 23 y 24 de septiembre.
Comenzó interpretando en castellano canciones antiguas, con esos arreglos musicales tan característicos, barrocos y bien elaborados como poco emocionantes y distanciadores. Como un narrador de cuentos recuperó la esencia de los cines antiguos y cuando advirtió de los peligros de la nostalgia -"por favor, no se hagan daño", dijo- arrancó con una emocionante Balada de otoño antes de demostrar sus dotes de recreador de canciones con La paloma.
Sonidos naturales
El público ya se había acostumbrado a la sonoridad áspera del recital -en la música de hoy se ha perdido el hábito de escuchar sonidos naturales- cuando Serrat presentó su último trabajo, Material sensible, a través de una excelente traducción-narración de los textos originales en catalán. En Barcelona i jo, demostró en sus cruces con la orquesta -que se repitieron después en Cada loco con su tema- lo mal que le sientan los arreglos de complejidad rítmica, mientras en Per construir un vell somni confirmó su capacidad de emoción en las baladas y la importancia de la labor individual de sus músicos. Malson per entregues significó un intento frustrado de explicar la canción a través del comic proyectado en pantalla, y ese emotivo y actual canto a la hermandad que es Salam Rashid, escrita en colaboración con Joan Barril, significó uno de los momentos álgidos del concierto, con un Serrat en el que afloró su amor por la canción española recordando a su tocayo Juanito Valderrama.Después, en castellano, llegaron Bienaventurados y Cambalache, un tango imperecedero que Serrat bordó. Cuando cantó magníficamente a Machado se escuchaba el silencio, y Mediterráneo apuntó el final de un excelente concierto que terminó recordando "aquellas pequeñas cosas que nos dio un tiempo de rosas" en un diálogo con el piano de Ricard Miralles. Serrat recuperó en Madrid el placer de cantar y de escuchar. Ofreció la posibilidad única por su decisión de tocar con economía de medios y cantar por cercanías.
Babelia
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