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Matadlos en las pencas

Toros de Campos Peña, de gran trapío. Bravos, excepto 5ª. Antonio Correas: oreja. Gines Bohorquez silencio. Correas-Cartagena: vuelta y Borhorquez-Domerq: dos avisos y división.Plaza de Albacete, 16 de septiembre. Novena corrida de feria

EMILIO MARTINEZ

La actuación invidividual de los jóvenes y poco experimentados rejoneadores Fermín Bohórquez, hijo del ya retirado del mismo nombre, y Luis Domecq resultó un desastre, que refrendaron al clavar los respectivos rejones de muerte en las pencas de sus enemigos. Con resultado despues miéntras Bohórquez, por extraño sortilegio. conseguía su objetivo, a Domecq no le alcanzó esta birlibirlesca fortuna y hubo de entrar de nuevo a matar. Lo que fue peor el segundo rejonazo dio en hueso y el tercero en la barriga del toro, al que hubo de atronar en dos ocasiones.

Bohórquez y Domecq inventaron nuevas suertes del estilo de las de la pencas ya citada, pero en la que más domimo demostraron fue en la de banderillear en la arena. Sus pasadas en falso acababan con los dos rehiletes sobre los lomos... del rubio albero. El maleo a los morlacos tuvo pésimas consecuencias para sus magníficas monturas.

La bravisima corrida de Campos Peña, que como siempre cuando se rejonea no se cayó pese a los múltiples garapullos que sufrieron en sus anatomías y a las continuas carreras, tuvo su réplica torera a cargo de Correas y Cartagena. El primero, gitano, intentó un toreo a caballo ortodoxo, con mucha pureza y sentimiento, que no redondeó totalmente, pero sí se paladeó con fruición. Su temple y conocimiento de los terrenos fueron tan excelentes como su doma bien ,ayudado mientras cambiaba las monturas por su cuadrilla, en la que destacó también el temple de José Tebas.

Las mismas características de Correas las adornó Cartagena con su espectacularidad y riesgo, que no siempre le salió bien, aunque ambos marcaron las diferencias con sus dos compañeros. Como sucedió cuando se emparejaron.

No obstante, la actuación por colleras de Bohórquez y Domecq fue muy superior a la individual de cada uno de ellos. Tal vez se espolearon mutuamente, el caso es que su labor subió muchos enteros y se acerca lo que mandan los cánones. Aunque lo estropearon al negarse a descabellar tras dos rejones de muerte próximos a las pencas, aunque menos que antes; en esto también mejoraron. Dieron lugar a un denigrante espectáculo con la lenta agonía del toro, durante casi siete minutos, desagrándose poco a poco por la boca. Este feo espectáculo puso broche a la corrida y al abono albacetense.

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