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La batalla de la reconstrucción

Irak dedica mides de millones de dólares a levantar Fao y Basora, símbolos de la guerra con Irán

Fao, en la desembocadura de Chat el Arab. La única salida de Irak al mar. Una ciudad y un puñado de terreno que hace poco más de un año fueron escenario de los combates más salvajes de la guerra del Golfo. La noche era entonces roja, los cañones marcaban el monótono e implacable ritmo de la destrucción sistemática, y las balas y la metralla segaban vidas por decenas de miles. Fao hoy es un rumor incesante de máquinas y hombres que, al precio de miles de millones de dólares, se esfuerzan por ganar una batalla más honrosa que la militar: la de la reconstrucción. Es la misma consigna que en Basora, unas decenas de kilómetros aguas arriba del río-estuario que funde los cursos del Tigris y del Éufrates. Un símbolo de que, al menos en la línea de alto el fuego, el realismo aconseja, decir adiós a las armas.

Es un paisaje de trincheras, baterías antiaéreas, nidos de ametralladora, hierros retorcidos, vainas de proyectiles de artillería, refugios subterráneos, torres de vigilancia, campos de minas, inmensos palmerales de troncos desnudos y quemados y enormes trozos de oleoducto deformado por las bombas, que han esculpido líneas extrañamente surrealistas. Y al mismo tiempo es una coreografía en la que aún dominan los restos del naufragio, miles de excavadoras, hormigoneras, camiones y depósitos de combustible que, con mano de obra iraquí y foránea (sobre todo sudanesa y egipcia), intentan el no tan imposible milagro.El polvo lo cubre todo, el termómetro hierve por encima de los 50 grados y un humo inquietantemente cercano recuerda que un poco más allá, al este, la refinería iraní de Abadán ha recuperado buena parte de su capacidad de producción. Al otro lado de Chat el Arab está un enemigo con el que aún no se ha firmado la paz, un año después de que, el 20 de agosto de 1988, entrase en vigor el alto el fuego.

El presidente iraquí, Sadam Husein, ha hecho cuestión de patria la reconstrucción urgente de Fao y la vecina Basora. Para este hombre, que ha huido hacia adelante implantando un culto a la personalidad con escasos precedentes en la historia moderna, la "liberación de Fao" en abril de 1988, tras más de dos años de ocupación iraní, fue "el acontecimiento más importante de Ia historia militar árabe". La literatura oficial del régimen asegura que "dentro de mil años, los padres contarán a sus hijos la gloria de la gran victoria" alcanzada "en la época del dirigente Sadam Husein".

La reconquista de estos palmerales marcó el inicio del fin de la lucha. Tal vez no haya habido desde la II Guerra Mundial una batalla terrestre de tal magnitud. Los iraníes reconocen que desde septiembre de 1980 hasta abril de 1988 sufrieron aquí 52.948 bajas (contando sólo a los muertos) y que las iraníes superaron las 120.000. Probablemenre, una de cada tres víctimas de la guerra del Golfo cayó en esta zona. Se calcula que se dispararon más de 10 millones de proyectiles, y, a la vista del escenario de ruina y destrucción que diseñaron, está claro que hicieron bien su trabajo. Los iraquíes afirman que en la operación Ramadán bendito, lanzada el 17 de abril del año pasado, el primer día del mes sagrado musulmán, participaron 41 de sus barcos de guerra, en tanto que sus aviones efectuaron 330 misiones de combate.Los funcionarios de Bagdad presentan como uno de los puntos culminantes de un recorrido por el campo de batalla un bunker hospital, con capacidad para 500 camas, capturado al enemigo en el curso de la operación de reconquista. Las paredes aún están negras de humo, y en algún rincón se ven algunas placas de rayos X abandonadas. "Los soldados iraníes huyeron dejando tras ellos a médicos y heridos, pero algunos de éstos se negaron a rendirse. Hubo algunos muertos e hicimos 250 prisioneros", asegura un funcionario del Ministerio de Información. Al parecer, las tropas atacantes barrieron el interior del hospital con grana das antes de lanzarse al asalto. "Esto no es un hospital de campaña. Pensaban quedarse para siempre, pero les dimos una buena lección". La misma fuente asegura que se capturaron a los "invasores iraníes" mapas que revelaban su intención de avanzar hacia Bagdad y atacar Kuwait".

Alicientes económicos

Antes de la guerra, la zona de Fao estaba habitada por unas 70.000 personas. El proyecto es doblar esta cifra cuando concluyan los trabajos de reconstrucción. No faltan los alicientes económicos. Y hasta habrá un campo de fútbol. Su esqueleto empieza ya a cubrirse de cemento.Ochenta y cuatro brazos de bronce apuntan hacia Irán en el paseo fluvial de Basora, frente al flamante hotel Sheraton, uno de los símbolos de la reconstrucción de una ciudad que llegó a tener 1,5 millones de habitantes y que casi se vació en los momentos más crudos de la guerra. Son los brazos de 84 soldados y oficiales que se dejaron aquí la vida. Su gesto es inequívoco: el enemigo vino de allá, del otro lado de Chat el Arab, y puede volver, pero en ese caso les encontrarán dispuestos a la lucha.

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Sadam ha concedido prioridad absoluta a que la ciudad de Simbad el Marino renazca de sus cenizas. La primera fase concluyó en junio y puso en el escaparate un lujoso aeropuerto tan vacío de viajeros como repleto de mármol italiano. Siete grandes compañías con más de 100.000 trabajadores se han repartido Basora y echan mano de un presupuesto de más de 5.000 millones de dólares, con el que se pretende levantar una nueva Venecia. Se dragan los canales, se instalan nuevas redes de alcantarillado, se desecan zonas pantanosas, se construyen miles de nuevas viviendas y se retiran los últimos sacos terreros que protegían los edificios.

Sadam ha dado una orden: reconstrucción a toda costa. No importa a cuánto ascienda la factura. Irak tiene más de 60.000 millones de dólares de deuda externa (aunque la mitad de ella procede de los países del Golfo y tal vez no se pague nunca); los ingresos del petróleo apenas si alcanzan los 15.000 millones anuales; la guerra costó, 150.000; es imposible encontrar huevos y otros productos básicos en los mercados, y el cambio del mercado negro multiplica por nueve el oficial. La nueva Basora tiene prioridad y los escasos iraquíes que se atreven a dar una opinión parecen convencidos de que la apuesta está bien hecha. Puede que no sea ajeno a este afán del presidente el hecho de que la mayoría de la población de la ciudad sea shií (como en Irán), mientras que la minoría suní (25% frente a an 55% de shiíes), a la que pertenece el propio Sadam, tiene las riendas del poder. El líder pidió a sus súbditos un día de trabajo o una contribución equivalente a tres dólares. Al menos dos millones optaron por la primera fórmula, y más de tres millones, por a segunda.

A pesar de que la guerra terminó casi con empate a cero, las últimas victorias de Irán y el hecho de que todavía hoy las tropas de este país ocupan unos 2.000 kilómetros de territorio iraquí son argumentos para explicar el conflicto en clave de triunfo. Muchas veces en los últimos años, incluso hace unos meses, se ha hablado de conjuras e intentos de golpe de Estado, pero la mano de hierro del omnipresente Sadam se ha impuesto siempre.

La guerra con Irán se presenta como la Qasidiya de Sadam Husein, en referencia a la victoria árabe del año 637 que, a menos de 30 kilómetros al sureste de Bagdad, junto a Tesifonte, hizo desmoronarse al imperio persa. Un enorme panorama circular, de gran realismo y calidad artística, se ha montado bajo techo sobre el antiguo campo de batalla y se ha convertido en un lugar de peregrinación patriótica. Persia-Irán sigue siendo el enemigo, culpable de todos los males. Algunos funcionarios iraquíes llegan al extremo de atribuirle la muerte de Alí, el principal santo del shiismo, por mucho que la historia deje bastante claro que el yerno de Mahoma pereció a consecuencia de luchas intestinas entre musulmanes.

Para Irak, la guerra del Golfo no empezó el 22 de septiembre de 1980, como Irán y la mayor parte de la comunidad internacional sostiene, sino 18 días antes. La divergencia no es baladí, ya que pretende indicar que la agresión vino de Teherán y que Bagdad se limitó a actuar en defensa propia.

Gran aventura patriótica

Tres impresionantes monumentos conmemoran en la capital iraquí la "gran aventura patriótica": el del Soldado Desconocido (que multiplica el volumen de otro anterior), el de los Mártires y el de la Victoria. Este último consiste en una amplia avenida de casi un kilómetro de largo en cuyos extremos hay unas enormes manos que empuñan espadas de 20 metros de largo que forman un arco bajo el que se desfila en las grandes ocasiones. Bajo cada uno de los cuatro brazos, en otras tantas redes, hay miles de cascos de soldados iraníes caídos en combate. Las manos firmes que empuñan la espada son, por supuesto, las de Sadam, cuya imagen está cada día en las primeras páginas de todos los periódicos, en los libros de texto, en miles de paredes por todo el país, en cadenas y relojes de hombres y mujeres, y hasta en la más escondida tienda del bazar de la capital de las Mil y una noches.

Hace unos días, en Belgrado, Irán e Irak se acusaron por enésima vez de provocar el conflicto y dificultar el compromiso. El acatamiento teórico de la resolución 598 de las Naciones Unidas es común, pero ahí se acaba la convergencia. Ocho años de lucha y más de medio millón de muertos no han resuelto nada. Sólo hay perdedores. Treinta mil iraquíes se pudren en los campos de prisioneros de Irán. Casi el doble agotan sus reservas de esperanza al otro lado de la frontera.

Unos centenares de cascos azules patrullan a lo largo de los 11.170 kilómetros de la línea de alto el fuego para evitar que se produzcan incidentes. Las conversaciones bilaterales auspiciadas por la ONU languidecen sin avances apreciables. Es un estado de no guerra-no paz que a nadie beneficiaría, de no ser porque, cuando la libertad escasea, tener un enemigo fuera de casa puede ser un factor de cohesión que oculte los problemas internos. Y la libertad no es moneda de curso legal a uno y otro lado de Chat el Arab, un río cuya disputa provocó la guerra, cuyo fondo está alfombrado de cadáveres y que todavía hoy no tiene un dueño indiscutible.

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