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La hora del socialismo

El socialismo democrático parece ser la salida más sensata y racional a la que están abocados los países más ricos e industrializados de la Tierra, luego de percatarse de lo absurdo de un desarrollismo salvaje e indiscriminado basado en un imparable consumo, hoy principal sustento de la sociedad capitalista en Occidente.La posmodernidad, última especulación de la derecha, que pretendió agrupar a filósofos, estetas y políticos en un ambicioso proyecto a fin de actualizar los viejos postulados que hicieron posible hace 100 años el despegue del capitalismo, ha resultado inoperante, y toca a su Fin al no haber conseguido, come, era de esperar, transgredir el curso de la historia.

En política, por su pragmatismo, fue donde este movimiento se las prometía más felices, apoyado por las teorías económicas del más puro liberalismo decimonónico, puestas al día con oportunismo y precipitación, obteniendo resultados globales espectaculares a corto plazo, pero a costa de una economía deficitaria.

El EE UU de Reagan y el

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Reino Unido thatcherista, herederos de los impulsores de un protestantismo puritano en el sigo XVII -basado en el principio del triunfo económico en la vida como reconocimiento al trabajo por parte del Altísimo,causa de la hegemonía económica anglosajona en el mundó-, han sido en estos últimos años los abanderados del captalismo, apoyados por la Alemanía de la democracia cristiana y un Japón obnubilado por el capitalismo.

La desaparición de Reagan de

la escena política fue un duro golpe para esta posmoderna derecha, que perdía con él su principal valedor. Con un nuevo presidente, pragmático y falto de carisma, una Cámara de Representantes dominada por los demócratas y la complicada y deficitaria económica heredada del reaganismo, EE UU inicia una nueva singiadura, que llevará irreversiblemente a los demócratas a la presidencia del país.

El Reino Unido de Margaret Thatcher tiene sus días contados tras el cataclismo en las elecciones al Parlamento Europeo y el resurgir del poder sindical. La dama de hierro acusó el golpe de la derrota y reaccionó con nerviosismo, al provocar inesperadamente una grave crisis ministerlal para sólo primar la lealtad a su persona. Al tiempo, las encuestas dan un triunfo arrollador a los laboristas en las próximas elecciones por vez primera en muchos años.

La Alemania conservadora y gris del canciller Kohl detecta uno de los índices más bajos de popularidad en su historia. Los escándalos económicos, pero sobre todo la ausencia de ideales, la falta de credibilidad en el sistema, la carencia de motivaciones por el futuro, bien pudiera ser la causa. Los medios de comunicación auguran un Gobierno socialista, en colaboración con los verdes, en los años venideros. Una razón de peso podría ser también el amenazante auge de la extrerna derecha, luego del fallecimiento de Strauss.

En Francia nadie pone en duda, últimamente, el asentamiento de Mitterrand. Con una extrema derecha molesta, la derecha dividida, el centro muy fraccionado y los comunistas con el índice de votantes más bajo de su historia, después del espaldarazo internacional que ha representado para la política del presidente el éxito de aunar la celebración del bicentenario de la Revolución con la Conferencia en París de los siete grandes, no existe de momento solución de recambio a la política socialista.

En Japón, primer bastión del capitalismo mundial, junto con EE UU, tras el primer fracaso de la derecha en las elecciones a la Cámara alta -que demuestra inequívocamente el cambio de orientación política del país-, no le queda al Gobierno otra solución democrática que la convocatoria de elecciones generales. La lectura inmediata de la derrota del Gobierno podría achacarse al progresivo desencanto del electorado por el cúmulo de escándalos financieros o de otra índole, consecuencia de la corrupción del partido en el poder. Aunque bien pudiera deberse a la reflexión del electorado joven, que cree llegada la hora del cambio después de tantos años de acumular riqueza con el fin de poder disfrutarla haciendo un reparto más equitativo de la misma. Por todo ello, y no muy tarde, serán llamados a gobernar los socialistas.

Italia es coto privado de la Democracia Cristiana, que usufructúa el poder casi ininterrumpidamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pese a poseer el partido comunista más fuerte, evolucionado e inteligente de Occidente, o quizá debido a ello. Paradójicamente, la Democracia Cristiana debe el Gobierno de la nación, en gran parte y durante estos últimos años, al apoyo que le presta el ascendente Partido Socialista Italiano. Este último prefiere ser fiel de la balanza en maquiavélicas combinaciones de la derecha que formar una afianza natural con los partidos de izquierda.

El carisma y sentido político de Achile Oechetto, reconocido por todos después de su brillante exposición ideológica en el XVIII Congreso del PCI, bien podría ser la causa de los resquemores de un amedrentado Bettino Craxi, secretanio general del PSI, pendiente de su protagonismo político antes que del histórico papel que la izquierda italiana pudiera protagonizar en su país y en Europa.

El socialismo en España, firmemente anclado en el poder, repetirá, según todos los indicios, la mayoría absoluta en las próximas elecciones. La derecha no tiene candidato, el centro ha demostrado, tras los pactos municipales, haber perdido los papeles y la confianza del electorado, y, a la izquierda del obierno, el PCE, pese a su pasado glorioso durante el franquismo y la transición, es hoy sólo un grupo testimonial.

El PSOE, bien estructurado en su ala derecha y centro, está falto de fuerza e imginación a su izquierda. Ello podría suplirse con la incorporación del PCE a sus filas, objetivo verosímil luego que fuentes fidedignas consideran su unión con el PCI en el Parlamento Europeo como el primer paso hacia la integración de ambos partidos en la Internacional Socialista.

El panorama político-económico en el mundo puede dar un giro sustancial en las postrimerías del siglo. Los países más ricos y avanzados, como el Reino Unido, Francia, República Federal de Alemania y Japón, pueden en un próximo futuro estar gobernados por los socialistas. Esta nueva situación internacional originaría una progresva pérdida de protagonismo de EE UU en Europa y de peso específico en la economía mundial (debido también a su propio debilitamiento económico), por lo que Norteamérica no contaría con fuerza suficiente para oponerse a los nuevos planteamientos políticos que regirían el mundo.

La perestroika sería la gran beneficiaria de esta nueva situación mundial, al insuflarle alas suficientes para acelerar el proceso democratizador irreversible en la URSS, con la consiguiente liberalización de los países del Este, hasta. alcanzar el verdadero socialismo plural y en libertad.

Un mundo fundamentado en el trabajo y en la posesión de los bienes materiales que a, través de los siglos generó dos modelos antagónicos de sociedad, capitalismo y comunismo, está prácticamente agotado. La carencia de ideales y el pragmatisimo de los pueblos más ricos y desarrollados de la era pesindustrial bien podría ser la consecuencia.

Tal vez estemos asistiendo al fin de la civilización puritano-anglosajona, basada en el trabajo y la acumulación de la riqueza, por haberse cumplido su cielo histórico y estar a los albores de una nueva cultura que equilibra ocio y trabajo, libre, plural, ecológíca y humanista, en una Europa socialista de los Pirineos a los Urales.

Francisco de Sert es conde de Sert.

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