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Esperanza de vida

El trasplante de un trozo de hígado procedente de donante vivo, solución para la escasez de órganos

Una operación atrevida y pionera realizada en Sáo Paulo (Brasil) ha abierto nuevas esperanzas para los enfermos en espera de un trasplante hepático. El escalpelo de Silvano Raia, de 58 años, ha practicado el pasado mes de junio el último de dos trasplantes con un donante voluntario vivo. Los receptores han sido dos niños condenados a una muerte temprana que no tendrían expectativas de vida si Raia no hubiera desarrollado una técnica que consiste en extraer un fragmento del hígado de un donante adulto e introducirlo en lugar del órgano enfermo del niño.

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Urgencia máxima

El donante ha sido Emar Couto Pinto, de 40 años, que el pasado 21 de junio cedió el 25% de su hígado a Erica, de 17 meses. Emar Couto ya está en casa, llevando una vida normal. A Erica, cuyos apellidos no han sido difundidos, se la mantiene en cuarentena para evitar infécciones comunes en los pacientes trasplantados.La técnica de Raia consiste en seleccionar los donantes cuyos hígados son anatómicamente adecuados para la cirugía. Por ejemplo, es necesario que la vena porta, la arteria hepática -que irrigan el hígado- y el conducto biliar proyecten sus ramales secundarios a la izquierda. Esta posición facilita el corte en el hígado sin riesgo para la vida del donante, después de todo, una persona sana sometida a una intervención de alto riesgo.

Después de extraer el lóbulo izquierdo, una pieza de aproximadamente 400 gramos, del hígado del donante (esta víscera pesa 1..800 gramos en un hombre adulto), el cirujano lo mantiene en un líquido conservante -solución de Beltzer- a -4 grados centígrados y extrae el órgano enfermo del receptor.

El fragmento de hígado se injerta en el niño y el cirujano restablece las conexiones arteriales y venosas y finalmente el conducto biliar. Cuando fue operada Erica, dos horas más tarde de la inserción, para gran alegría del cirujano, el hígado, caliente y rosado, produjo su más elocuente signo de vida: una gota verdosa-amarillenta de bilis.

El hígado mutilado del donante crece de nuevo y en tres meses recupera su tamaño normal. El fragmento introducido en el niño también se desarrolla.

El, hígado, la mayor glándula del cuerpo, tiene medio millar de funciones conocidas, entre ellas producir bilis, que se incorpora al tubo digestivo a través del duodeno. También produce efectos metabólicos que regulan el organismo. Los pacientes que sufren de enfermedades hepáticas incurables consiguieron un rayo de esperanza en febrero de 1963, cuando fue practicado el primer trasplante hepático en Denver (Colorado, Estados Unidos).

Intentos fallidos

Titulado en el Royal Free Hospital de Londres, Raia ha practicado desde 1985 24 trasplantes en Brasil, pero todos convencionales: se utilizaron órganos de cadáver.

Este cirujano decidió realizar trasplantes entre personas vivas después de comprobar que en la puerta del Hospital das Clínicas de Sáo Paulo, ciudad brasileña de 10 millones de habitantes, había una cola creciente de personas para quienes un nuevo hígado era la única esperanza de vida.

Si ya es dramático para los adultos, para los niños la falta de donantes ha sido sinónimo de muerte: un 70% muere antes de tener la oportunidad de un trasplante. "Los padres no donan el hígado del hijo en el que se haya diagnosticado la muerte cerebral", dice Raia.

Con la idea en su mente, decidió ponerla en práctica cuando, en mayo de 1988, su colega francés Henri Bismuth, en el hospital Paul Brusse, en Villejuif, cerca de París, cortó la mitad del hígado de un hombre, víctima de un accidente de coche, e introdujo cada pieza en dos mujeres. Las dos murieron una semana después pero la puerta estaba abierta.

Seis meses más tarde, Raia extirpó 270 gramos del lóbulo izquierdo de una secretaria de 23 años y los injertó en su hija de cuatro años. La pequeña, que sufría de cirrosis congénita, murió dos semanas después, víctima de un edema cerebral. Pero el nuevo hígado cumplió su misión.

Después de su segunda operación, practicada en Eríca, Raia está seguro de que ha abierto una nueva puerta a la medicina. "Los primeros trasplantes cardíacos fueron criticados, pero hoy cientos de personas viven con corazones trasplantados", recuerda este cirujano.

Igual que el brasileño Raia, el surafricano Cristian Barnard, que realizó el primer trasplante cardiaco en el mundo en Johanesburgo, en 1967, era un oscuro cirujano en un país sin tradición médica.Críticas y alabanzasRaia, como Barnard, recogió críticas y alabanzas. "Es un procedimiento que entrará en los anales de la medicina", dice su colega francés Henri Bismuth. "Nos oponemos a esta operación, porque tanto el donante como el receptor arriesgan sus vidas", opina Thomas StarzI, del Hospital Presbiteriano de Pittsburgh, Estados Unidos, el centro de trasplante hepático más importante del mundo. "Si los niños van a morir, es mi deber como médico hacer todo lo posible para salvarles", se justifica Raia, apoyado por los padres de los niños con el hígado afectado. "Muy pronto todos nosotros seguiremos sus pasos", escribió el cirujano estadounidense Christoph Broelsh, jefe del servicio de trasplante hepático de la universidad de Chicago en una carta enviada a su colega brasileño. Este cirujano ya ha solicitado la autorización del Hospital Presbiteriano para practicar el primer trasplante hepático de Estados Unidos siguiendo la técnica Raia.

La iniciativa de Raia ha animado a los donantes a prestarse a la operación en el centro hospitalario. Siguen el ejemplo de Emar Pinto, piloto de un línea comercial brasileña, quien originalmente quería auxiliar a un sobrino; pero el muchacho sufrió una trombosis y el trasplante fue pospuesto. Emar Pinto aceptó donar parte de su hígado a Erica y ahora es aclamado como un héroe por sus hijos y vecinos.

Está retirado por un mes, pero tiene buena salud y gran temple. "Esto es un ejemplo mejor de ayuda al prójimo que ir a la iglesia cada domingo" dice el donante.

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