Ganas de ser figura
Dos de los novilleros de la terna dinástica que formaban el cartel demostraron sus ganas de ser figuras. Antonio Posada y Marco Girón actuaron enrabietados, como corresponde o debe corresponder a los de su escalafón, y con una entrega tremenda, que rápidamente conectó con el público.Esta condición de dejarse la piel en el ruedo es imprescindible cara al triunfo presente y a la siembra en el camino del futuro. No es condición suficiente, pues a ella hay que añadir las del conocimiento del toro, de los terrenos, de su lidia, dominio de los engaños, etcétera. Si además esta mezcla es aderezada con arte y ortodoxia, puede convertirse en explosiva.
Posada y Girón demostraron un ánimo total y sobre él torearon cada uno a su estilo. El español desarrollando, además, magníficas suertes con capote y muleta. El venezolano, más superficial y vistoso, buscando el aplauso fácil. Pero ambos se merecen un enorme respeto.
El Álamo / Luguillano, Posada, Girón
Novillos de El Álamo, desiguales de presentación, mansos. Con escasas fuerzas, excepto segundo y quinto. David Lugillano: media desprendida y dos descabellos (silencio); tres pinchazos, bajonazo y siete descabellos (pitos). Antonio Posada: media perpendicular baja (oreja); estocada trasera baja (dos orejas). Marco Girón: media caída y nueve descabellos (silencio); pinchazo sin soltar, pinchazo, pinchazo hondo, media desprendida (silencio). San Sebastián de los Reyes, 25 de agosto. Primera de feria
El mismo que en otras ocasiones se ha ganado Luguillano. Por ejemplo en sus valientes actuaciones en Las Ventas, o en sus artísticas en Aranjuez. Pero la jindama se adueñó de su tez cetrina y la convirtió ayer en blanca y demudada. Es posible que no esté recuperado anímicamente del grave percance que sufrió en Las Ventas en el pasado San Isidro y que le ha tenido casi tres meses en el paro. El de Valladolid busca continuamente la estética pero a veces se pierde en un exceso de posturitas para el espejo: la sarga en oblicuo, el pasito atrás, aprovechar el viaje, etcétera. En definitiva no tuvo su tarde, y más semejaba una mediocre figurita que un novillero que aspira al máximo.
Posada, con el lote de mayor fuerza y aspereza, tragó todo lo tragable y aguantó derrotes de sus dos mansazos. Una vez pudo a sus enemigos, interpretó con el percal una sinfonía clásica sobre la que espolvoreó belleza sin mácula: en lances de recibo, rodilla en tierra, verónicas enjundiosas y chicuelinas con las manos bajísimas. Con la pañosa extrajo los mejores muletazos de la tarde. Gustándose y con sentimiento, desgranó redondos. mando nes, naturales desamayados, trincherillas de sublime inspiración. Su creatividad se desbordó a borbotones. Lástima que no su piera encelar suficiente al berren do y barbeante quinto.
Como las de Girón, que a ve ces se pierde en arabescos para la galería hasta banderilleando pero que se la juega y sabe transmitirlo, aunque le falten hondu ras a la mayoría de sus suertes.
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