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La antilidia

EMILIO MARTÍNEZ, Todo lo que sucedió ayer en el festejo toledano, hasta la faena muleteril del sexto toro, fue la antítesis de lo que debe ser una lidia más o menos ortodoxa. Máximos responsables de esta antilidia fueron veterinarios y presidente.

Los primeros, por no rechazar en los reconocimientos a todos los toros que saltaron al ruedo, cuya invalidez era más que evidente. ¿Qué arcanos utilizarían en estos reconocimientos? Se desconoce. El presidente, por dejación de su obligación, autorizando la lidia de semejantes birrias cojitrancas y por saltarse a la torera, -nunca mejor utilizado el término- el reglamento, al no devolver la corrida entera.

Hubo otras irregularidades antireglamentarias permitidas por el usía, como la utilización de manguitos en los jamelgos o el cambio de tercio siempre con un débil monopuyacito. Su magnífica labor alcanzó el culmen cuando ordenó el cambio del primer tercio a escasos momentos de que apareciera el tercer funo, tan burricojo o más como el que sustituyó, y sin que hubiera sufrido ni un rasguño por parte del picador.

Vázquez / Ruiz Miguel, Cepeda, Niño de la Taurina Tres toros, 2º, 3º y 4º, de José Vázquez, y tres de Puerto de San Lorenzo, 1º y 6º, sustituyeron a uno de la misma divisa y a otro de Vázquez, respectivamente, devueltos por inválidos

Sin fuerzas, mansos y broncos. Ruiz Miguel: ovación en los dos.Fernando Cepeda: palmas; silencio. Niño de la Taurina: palmas; oreja. Toledo, corrida de feria, 19 de agosto.

Desenfundar el arma

Como en un spaguetti-western, el presidente desenfundó su arma, el pañuelo blanco, con rapidez y antes que ningún forastero o lugareño. La sorpresa fue general, pero el de aúpa cumplió la ley y se marchó sin ni siquiera haber manchado de sangre la puya. Seguro que pensaría: "Que forma más fácil de ganarme mis honorarios. Viva el presidente". También se acordaban del presidente y su familia, aunque no para vitorearlos, los citados foráneos y lugareños, que sí cumplieron con su obligación de paganos.

Los toros, además de su suprema invalidez física, eran unos mansazos rebrincones y peligrosos. Sus cabezas derrotonas siempre iban al bulto y no a los engaños. Con semejantes regalitos, los intentos valentísimos de Cepeda, entregado toda la tarde, y los clásicos regates que Ruiz Miguel aplica a estas alimañas no sirvieron de nada. Éste no pudo despedirse de la afición toledana como su historial merece.

Lo mismo le ocurrió a Niño de la Taurina con el tercero. El sexto desató una tremenda violencia y su lidia fue un suplicio para todos. Sin embargo, tenía algo más de fuerza que los otros animales y el diestro realizó con él una faena muy importante. Echándole casi toda la ciencia del Cossío, logró prender su escasísimo celo en la sarga y a base de exponer y aguantar derrotes y terroríficas coladas le extrajo algunos bellos redondos, que cerró con una estocada hasta los gavilanes. Los espectadores, hartos de antilidia y broncas al presidente, se lo agradecieron y premiaron con justicia.

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