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La gatada

Las famosas corridas generales del tradicional Aste Nagusía, o semana grande de Bilbao, empezaron con una gatada. Malos principios dicen que quieren los gitanos y si es así, la afición está de enhorabuena. Aunque no es muy seguro que la gatada fuera mal principio, porque a los toreros y a la empresa les vino de maravilla: aquellos no pasaron ningún miedo, ésta se ahorró el montón de sobreros que habrían debido salir a la arena, según manda el reglamento y el sentido común aconseja.Todo se lo deben a Carmelo Sánchez Pando, que parece estar en la presidencia precisamente para eso. Don Carmelo no se acordó del reglamento porque estaría sentado encima. En cambio sí debió aconsejarse por el sentido común si de lo que se trataba era de no buscarse complicaciones con los toreros y con la empresa. A este cronista le dijo cierta noche Don Carmelo que por presidir las corridas no cobra ni un duro. Pues ya tiene mérito, porque no hay dinero en el mundo para pagar el ridículo que hace allí.

Jandilla / Luguillano, Aparicio, Jesulín

Novillos de Jandilla (3º, sobrero), chicos, inválidos, pastueños. David Luguillano: dos pinchazos y estocada baja; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); media estocada baja perdiendo la muleta, rueda de peones y cinco descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio).Julio Aparicio:estocada atravesadísima que asoma, rueda de peones y cinco descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio); cinco pinchazos -aviso con retraso-, media baja y rueda de peones (aplausos y también pitos cuando saluda). Jesulín de Ubrique: tres pinchazos bajos y descabello (vuelta); media(aplausos). Plaza de Vista Alegre, 19 de agosto. Primer festejo de feria.

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Mejores ganaderías

A veces las corridas se presentan complicadas y el presidente pasa malos tragos intentando mantener el equilibrio entre los derechos del público y los intereses de quienes participan en el espectáculo. Existen también presidentes triunfalistas y contemporizadores. Pero don Carmelo es un caso aparte. Rebuscando por las comunidades hispanas, no se encontraría ningún presidente que se atreviera a hacer el papelón que asume don Carmelo en el coso de Vista Alegre.

Casi tres minutos rebasé el tiempo reglamentario Luguillano en el primer gato (dos en el cuarto) y no le envió, ningún aviso. Tampoco se lo envió a Aparicio en el segundo aunque se pasó más de un minuto. Peor ocurrió con los propios gatos, que no se tenían en pie -con excepción del tercero-, y con los primeros tercios, que don Carmelo convirtió en simulacros. Metía varita el picador, hocicaba el cornudillo y se precipitaba don Carmelo a sacar el pañuelo blanco. El hilillo de sangre que le produjo la varita al segundo gatito era más débil que el del arpón de la divisa. Al quinto ni le partieron un pelo: sencillamente, el gatejo se derrumbó al llegar al caballo, y en eso consistió la suerte de varas.

Entre tumbos gatunos, los toreros hacían posturas. Luguillano, aflamencándolas; Julio Aparicio, intentando endosar los artísticos pases de su especialidad, y algunos logró en su primero; Jesulín de Ubrique, imitando a Paco Ojeda. Cuando la imitación es tan descarada, el titular de la patente debería cobrar "royalties". De cualquier forma, el primer novillo del hijo de Ubrique no se cayó, y eso dio mérito a los circulares, pases de pecho empalmados, desplantes. No mucho, ya que era tan gato como todos los demás y, claro, así cualquiera.

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