El helicóptero
LO INVEROSÍMIL no existe. Hace unos 25 años, a Morris West se le ocurrió hilar una trama novelesca centrada en la -entonces- increíble hipótesis de que el Sínodo eligiera un papa de más allá del telón de acero. Y 20 años después aparece Wojtyla. Y hasta el más fantasioso lector hubiera considerado excesivo que a West se le hubiera ocurrido, por ejemplo, que un cura integrista español intentase acuchillar al santo padre polaco en Fátima. Pero ocurrió. ¿Y quién, a la vista de un ciego vendiendo el cupón en una esquina, hubiera pensado a finales de los sesenta que, 20 años más tarde, ese mismo ciego aparecería en la televisión explicando sus dudas sobre cómo diversificar las inversiones milmillonarias de la organización gremial de los invidentes? Ni siquiera Julio Verne hubiera osado trenzar un argumento basado en la posibilidad de que un adolescente lograse entrar, por el pasillo electrónico abierto con un pequeño ordenador personal, en los sistemas informáticos más secretos del Pentágono. Por no hablar de ese jovenzuelo alemán que aterrizó con una avioneta en plena plaza Roja de Moscú.Ya sólo faltaba que un paseante que recogía hierbas en el campo derribase de una pedrada a un poderoso helicóptero del Ejército. Faltaba, porque eso también ha ocurrido. Es muy lamentable que así haya sido, tanto por el daño (afortunadamente, no grave) sufrido por sus ocupantes como por las pérdidas materiales que supone. Pero ¿se nos permitirá expresar en este caluroso fin de semana nuestra íntima alegría ante esta demostración de la vulnerabilidad de la omnipotente tecnología punta y la nueva confirmación experimental de que nada es totalmente inverosímil?
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