La resurrección de una divisa
La divisa propiedad de José Escolar, que con sus malages se había ganado, a pulso y conjusticia fama de moruchera, sorprendió ayer con una corrida tan noble y manejable que puede significar su resurrección. No es que los toros fueran dechados ni adalides de casta. Pero la mayoría se acercó mucho a ello y sus embestidas fueron vivaces y alegres. Salvo tercero y sexto, los demás cumplieron codiciosos con los percherones jamelgos, el rabo enhiesto y romancando en bellas peleas. Todos habrían llegado al último tercio para facilitar el triunfo de los coletudos si se les hubiese dado la lidia adecuada por las cuadrillas, lo que no ocurrió en el mentado tercero y en el cuarto. Para colmo, su nobleza fue el denominador común del encierro. Los seis fueron ovacionados en el arrastre.
Escolar / Granada, Vioque, Gómez
Toros de José Escolar, muy bien presentados, nobles, de juego desigual. Abelardo Granada: bajonazo (pitos); pinchazo hondo perpendicular, media caída y tres descabellos (pitos). Fermín Vioque: estocada en la que perdió la muleta y salió derribado (oreja); tres pinchazos, estocada perpendicular y tres descabellos (ovación). Pascual Gómez Jaén: estocada trasera tendida y descabello (división); estocada desprendid (silencio). Vioque fue atendido en la enfermería de una herida de 10 centímetros en la pierna derecha que produce destrozos en el músculo gemelo y por la que no necesitó hospitalización. Pronóstico reservado.Madrid, 6 de agosto.
Unas palmas, que eran repetición de las batidas cuando asomaron la rizada testuz por chiqueros, y que atronaron cuando apareció el cuarto. Era un cárdeno serio, cuajado y de armoniosas proporciones, que con su badana iba barriendo la arena. Su lámina cortejana, su redondo morillo y sus potentes cuartos traseros deleitaban tanto la vista corno subyugaban sus acaramelados, veletos y buidos pitones. El resto de sus hermanos desmerecían sólo un ápice de este morlaco.
Escolar deberá explicar con qué artes ha conseguido tan radical y mágica transformación de sus funos; qué arcanos ha empleado en semejante birlibirloque. Máxime cuando, para mayor inri, ninguno de ellos hocicó el suelo. Como ocurre cuando no torean las figuras.
Ayer eran tres diestros de cotización modesta que buscaban el milagro de encontrarse al toro de sus sueños para enderezar su carrera. El milagro llegó, pero sólo uno, Vioque, lo aprovechó. Fue con el también cárdeno segundo, tan saltarín de salida que parecía querer participar en la Copa de Europa de Atletismo. Habría ganado seguro, pues en cada brinco, sus pitones cosquilleaban al cielo. Lástima no tener uno igual para Barcelona 92.
Vioque, ayuno de medrana de contratos, le fue domeñando poco a poco con capote y flámula. Con ésta le toreó desigual, pues rectificaba terrenos casi siempre y por tanto no ligaba. Era lógico, dado lo poco que se viste de luces. Pero, pese a su atropellamiento, consiguió arreboles de arte en unos cadenciosos naturales y bellos redondos, magníficamente abrochados con el de pecho, siempre al hombro contrario.
Cuando entró a matar con la fe de un fanático religioso resultó derribado de forma harto impresionante, pues el bicorne hizo por él. Los tendidos, donde la turistada era mayoría absoluta, se llenaron de exclamaciones que traducidas al castellano significaban ay, uy, uff.. La nobleza del toro o sus todavía no olvidadas aspiraciones atléticas evitaron el percance que se presagiaba.
Solicitud de oreja
El animal se limitó a brincar sobre el diestro y pisarle con máquina. Cuando el héroe se levantó, maltrecho pero entero y bizarro, la turistada vió ahí también una especie de resurrección y afloró níveos pañuelos en solicitud de oreja. Algo semejante protagonizóen el quinto, que a la salida de otro espléndido pase de pecho lo levantó, aunque afortunadamente tampoco se ensañó. El espada, nuevamente con gran pundonor, ya que un hilo de sangre le bajaba por la pierna herida, despenó a su enemigo, aunque esta vez sin acierto.
Granada, vencedor en tantas durísimas capeas pueblerinas, ofreció una imagen contraria a su leyenda. Le pudo el cerote, y fue incapaz de lucirse. Granada, trompo y bailarín al estilo de Paula y Romero en sus más aciagos días, desaprovechó la oportunidad de su vida.
Como le sucedió a Gómez Jaén, con el atenuante de que su lote fue el más dificil, aunque no imposible. No naufragó, pero su toreo, tan valiente como heterodoxo y zafio, no caló ni en la turistada, que se lo tomó casi a jarana. Con pañosa y percal hechos un rebuño se limitó a una sarta de reolinas y trapacinas.
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