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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto de los montes

LOS SÍNTOMAS sobre la nada boyante situación del Partido Popular (PP) tras el traspié de las elecciones europeas no hacen sino multiplicarse un mes después de la contienda. No parece que el retroceso experimentado por los socialistas pueda servir de consuelo; el millón largo de votos perdidos por el PSOE en aquellos comicios respecto de los anteriores es preocupante para sus dirigentes, pero puede explicarse incluso mediante la consabida teoría del desgaste del poder. Tiene más difícil expresión que un partido que no está en el Gobierno, y que aspira a ocuparlo presentándose como recambio en la administración del país, haya extraviado tantos votos como el partido en el poder en los dos años que van de una a otra consulta electoral.No es fácil saber hasta qué punto ha podido influir en estos resultados el anuncio del acuerdo establecido entre el PP y el CDS en el pasado mes de abril para la presentación de mociones de censura en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid y en otros 11 ayuntamientos de mayoría socialista. Pero sí parece evidente que estos resultados -y los igualmente decepcionantes obtenidos por su consocio en el pacto- han tenido algo que ver con el hecho de que esta operación, que se presentó en un principio como el hecho de política interna más significativo ocurrido durante la legislatura, se haya saldado con un más que mediano fracaso. A la hora de la verdad, sólo en dos ayuntamientos -Madrid y Jaén- de los 12 previstos (Ibiza es un caso aparte) ha conseguido su objetivo. Los analistas políticos han coincidido en atribuir al pacto de centro-derecha el descenso electoral del CDS, cuyo crecimiento electoral del pasado, se debió a los votantes identificados con la ideología de un cierto centro progresista. Pero si el CDS ha llevado en este desgaste electoral su penitencia, el PP aparece como el claro perdedor de la operación, de acuerdo a los estrictos términos del pacto. A fin de cuentas, el partido de Suárez ha conseguido el importante y emblemático gobierno del Ayuntamiento de Madrid, mientras que el PP se ha quedado compuesto y sin novia, a no ser que se considere un buen partido el Ayuntamiento de Jaén, cuando en el lote estaba incluida la Comunidad de Madrid y otros ayuntamientos definitivamente perdidos en la carrera.

Los resultados electorales no sólo han influido -enfriando entusiasmos y restando concursos de posibles aliados- en el descalabro de las mociones de' censura. Tampoco- parecen ser ajenos a las dificultades encontradas por José María Aznar, presidente de la Comunidad de Castilla y León, para organizar la cumbre autonómica celebrada ayer en Segovia. El contenido de las autonomías es susceptible hoy de un amplio debate -la mayoría de las comunidades autónomas está en una situación de anormalidad una vez transcurridos los cinco años que la Constitución establece como límite para poder solicitar la ampliación de sus competencias-, pero la mayor parte de los invitados de Aznar ha debido considerar la convocatoria escasamente oportuna en este momento poselectoral, y la cumbre ha quedado reducida a tres presidentes autonómicos del PP y al regionalista de Aragón. De forma que su balance es un nuevo fiasco para lo que se había interpretado como la puesta de largo de una de las eventuales, y escasas, alternativas -la del joven presidente castellano-leonés- al liderazgo en el PP.

Si a ello se añade la crisis planteada en la dirección de su grupo parlamentario tras la dimisión de su presidente, Juan Ramón Calero, y de la negativa a sustituirle de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, no es arriesgado afirmar que el PP está touché tras la última contienda electoral. A un año -en el mejor de los casos- de las próximas elecciones legislativas, ni la estrategia de sumar todo el voto no socialista ni la búsqueda de un liderazgo capaz de romper el bloqueo electoral de la derecha española han avanzado un solo paso desde que la última gran esperanza, Marcelino Oreja, fue sometido a la inapelable decisión de las urnas.

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