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La vida 'acid house'

La noche de Madrid -que siempre tendió a brillante- ha llevado mal la resaca de la movida. Lo que fue esplendor se ha apagado un poco. Pero donde creíamos que se iba el color, la noche, inesperadamente se ha alargado hacia la amanecida o hacia la luz cenital. Posiblemente, la mayoría de los jovencitos que bailan música acid -o alguno de sus derivados- no sabe, o no coincide en saber, en qué consiste ese son. Conocen, sí, que es algo electrónico, ágil, machacón, alegre, rítmico, repetitivo. Bien que lo más sorprendente de la acid house no sea la música misma, sino el entorno de los que la viven. Chicos y chicas, en todas las gamas de la modernidad -pelo largo, preferentemente-, que han decidido -y practican- el cambio radical de horario. ¿Sabe usted lo que es la vida acid? De momento conviene levantarse entre las ocho y las diez de la tarde. Es la hora ideal para empezar el día, porque se mata -durmiendo- ese momento átono y vago de la siesta, la hora violeta. Lentamente, nuestro muchacho (hay más chicos que chicas haciendo esa vida, quizá por la machista permisividad paterna) se acicala, come y se larga con sus amigos al cine o a una casa a oír música. Sobre las doce o la una empezará la ronda de los bares: disco-bares relativamente tranquilos donde comenzar a bailar, charlar del mundo, lucir los talles e irse animando: el alcohol es básico; la droga, discutible. Para algunos, la música acid nada tiene que ver con el ácido lisérgico; es "simplemente", dicen, "una música que te pone como el ácido". Para otros, las papelinas de ácido (LSD) son el vehículo ideal para trepidar en ese rock. No se mira con buenos ojos el porro. Ni hablar del caballo. Cocaína -en todo caso-, que es (adulterada) la reina blanca y loca de la noche madrileña. Reinado acaso en decadencia por la presión del éxtasis (anfetamina fina y erógena), quizá ya también adulterado. Pero, aunque siempre exista un subrayado de drogas, la vida acid, fundamentalmente, es vida de alcohol y hábitos inversos. Que hacia las tres o las cuatro (de la madrugada) sientes un vacío; muy fácil, te tomas un coscorrón: un vasito pequeño, tres dedos de tequila pura y un chorrito de tónica o limón. Se tapa el vaso con la mano, se golpea fuertemente contra la barra, se incendia de espuma y se bebe de un trago cosquilleando el gañote. El efecto euforizante (si no se está más caído que un lagarto) es inmediato.Por supuesto, la ronda de los bares significa cambiar de plaza -cada vez más marcha, cada vez más gente- hasta los santuarios que cierran a las siete, las ocho o las diez de la mañana. Por extraño que parezca, cuando estas discotecas-eje están llenas es hacia las cinco.

La madrugada baja

La madrugada baja es la hora punta del acid house. Miradas, sesgos, música estridente, pequeño trapicheo, bebida, magia, juventud, seducción: la edad media no debe sobrepasar los 25 años. Se trata de subir, de subir, de estar más alto, de que la vida abandone de una vez para siempre su tediosa rutina y su vulgaridad. Si el chico acid debe estudiar o trabajar, a las ocho o las nueve abandona el carrusel, desayuna en un bar de barrio y se marcha a casa o a la facultad. Si no tiene obligaciones -o no las cumple- espera al fin del fin, y después se pone un vídeo o lee.

El objetivo es llegar -suavizándose, lento- a la hora de comer, y de ahí, a la cama.

Para muchos, este ciclo que someramente detallo, y que, por supuesto, se intensifica en el fin de semana, será una variante actual de la vida golfa de siempre. Sin embargo, la casi adolescencia tuvo vetada tradicionalmente la bohemia, por lo que ¿qué constatamos, además de una mayor tolerancia lícita en la edad de salir de noche? Yo diría que la vida acid (como tantas cosas de la más extrema juventud actual) es una rebelión rítmica y muda. Hay golferas de siempre, pervertidillos, ligones, apasionados de la modernidaden-sí, pero la mayoría de estos chicos y chicas -nada lumpen- buscan la vía del éxtasis contra el desengaño. Buscan abolir la normalidad de una vida (activa, productiva, burguesa) que no les deja ya insatisfechos políticamente, sino algo más hondo: les deja insatisfechos en su vitalidad. Sufren aquello que decía el gran polaco Witkiewicz de que "la vida es inalcanzable en la vida". Sienten que el vivir debiera ser mejor, más encumbrado, y se rebelan, dando la vuelta al calcetín del horario y de la moral. La vida acid, por otro lado, es la glorificación, intensa y fuerte, del ideal de la adolescencia. Vivir siempre alerta, abierto y dispuesto. Es el deseo de encarnar la alegría, de sentirse siempre en la cima del mundo, de la perpetuación del goce. ¿Droga, quimera? Ésta es necesaria y sana; aquélla, un problema global -raramente bien enfocado- que desborda con mucho a la misma juventud.

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