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Dale, campeón

D. Carlos MonzónCárcel de Batán

República Argentina

Querido tocayo:

Desde este su exilio voluntario en España, pero añorando siempre volver, te escribe un argentino que te admira desde los tiempos en que a piña limpia dejaste bien sentado quiénes somos en el mundo.

Deseo estar contigo en esta hora amarga, porque, como dice un tango de otro inolvidable Carlitos, "los amigos son amigos en las buenas y en las malas". Lo primero que debés pensar es que sufrir por una mujer no es ninguna vergúenza, sino algo propio de hombres con corazón. Eso nos ha pasado a todos alguna vez, aunque a vos se te fue un poco la mano.

Pero no voy a ponerme sentimental (vos sabés bien que los argentinos tenemos esa tendencia, sobre todo entre hombres y cuando estamos lejos), porque lo que pretendo es que reflexionés sobre la situación en que te encontrás. Para empezar, yo en tu lugar no estaría tan deprimido por la sentencia, porque al fin y al cabo -reconozcámoslo- 11 años en gayola por estrangular a tu mujer y tirarla por un balcón no es demasiado. Tené en cuenta que nadie se acordó de las veces que Pelusa, tu primera mujer, te denunció por malos tratos y que nadie meneó demasiado las otras denuncias por lesiones que tenías. Por otra parte, los 16 meses que ya llevás en cana te los van a contar doble, y si además seguís portándote bien, con el prestigio que vos tenés -que siempre ayuda-, a la mitad de la condena estarás en la calle.

De todo esto imagino que ya estarás informado por tus abogados. Pero no serías tan pesimista ni estarías deprimido al punto de necesitar de una psicóloga (con el riesgo de que la tirés, le pegués y todo se complique más aún) si pensaras en cómo funcionan estas cosas en nuestro país.

Seguro que te acordás del Negro Massera, aquel almirante que fue condenado a cadena perpetua por írsele la mano en la guerra antisubversiva. Resulta que un fotógrafo de Sur (undiario zurdo tenía que ser) le pescó la semana pasada entrando y saliendo de su casa como cualquier hijo de vecino. Y agarráte, campeón. ¿Sabés lo que dijo el ministro de Defensa, Jaunarena, cuando se armó el lío? Pues que la salida de Massera de la cárcel "estaba prevista y autorizada porque tenía que curarse de una hepatitis". ¡Menuda coña, como dicen aquí los gallegos! Massera tuvo la mala suerte de que le pescaran, pero en nuestro país todo el mundo sabe que los milicos condenados viven como reyes, reciben a su familia, les llevan minas, hacen jogging y se pasan el resto del día concediendo entrevistas políticas.

De modo que no te vengas abajo, que a un tipo como vos nadie va a negarle el mismo favor. Si hasta los zurdos te admiran. Vos me dirás que esta semana cambia el Gobierno y que todo se hará más dificil, pero ponéte un poco las pilas: la Iglesia y el futuro ministro de Defensa, Luder, ya dijeron que "los argentinos deben reconciliarse" (o sea, amnistía en puerta); el de Justicia, Oyanharte, ya trabajó para otro Gobierno militar, y el de Trabajo será Triacca, el sindicalista aquel que en el juicio de Massera dijo que .no se acordaba" de ningún caso de trabajador desaparecido. Hasta el presidente Menem dijo que no podía "ver un pájaro enjaulado". ¿Pescás la onda, campeón?

Bueno, no quiero entretenerte, aunque ahora te sobre el tiempo. No te amargués, porque, dentro de la desgracia, tenés la suerte de ser argentino. Jack el Destripador, que era inglés, tuvo que esconderse durante toda su vida de sus propios compatriotas.

Ánimo, campeón.

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