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Entrevista:Javier Pérez de Cuéllar | Secretario general de la ONU

"A veces me da la impresión de estar rodeado de miopes"

Interdependencia y solidaridad, lemas del político peruano

Pregunta. ¿Confía en la actual clase dirigente? ¿Cree que el mundo está en buenas manos?

R. Creo que hay de todo, pero lo que les reprocharía a muchos líderes, con algunas excecepciones, por supuesto, es que no tienen una clara visión de la interdependencia. En algunos momentos es penoso. Toca usted un tema e inmediatamente su enfoque es parroquial. A veces me da la impresión de estar rodeado de miopes. Muchos son todavía prisioneros de lo local, de lo nacional, muy respetable, por otra parte. No obstante esta queja, he de reconocer que cada vez encuentro en mis diálogos con los jefes de Estado un mayor interés por lo internacional. Pero todavía no he llegado a percibir que todos ellos coloquen a la humanidad, que es una unidad, como telón de fondo de sus actos.

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Conflictos más o menos encarrilados

P. En su haber como secretario general está el encauzamiento de la mayoría de los conflictos que sacudían al mundo. ¿Cómo se ha llegado a este punto?

R. Hay una tendencia a creer que todo lo que ocurre, positivo o negativo, está determinado por la actitud de las grandes potencias. He de aclarar que me desagrada, y no acepto, hablar de superpotencias, porque Estados Unidos y la Unión Soviética son tan sólo superpotencias en lo militar, pero no en lo económico ni en lo político. Y debo añadir que no es cierto que la relajación del ambiente internacional se haya debido exclusivamente a que Mijail Gorbachov se entrevistara con Ronald Reagan. Creo que no se puede ser tan simplista en 1989. Como secretario general de la ONU lo -que puedo decir es que el hecho de que los distintos países en conflicto hayan optado por buscar soluciones pacíficas tal vez sea el fruto de una antigua siembra y que 1988 ha sido un año de cosecha.

Las semillas de la paz

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P. ¿Qué es lo que se sembró?

R. Muy sencillo. Lo que reza la Carta de la ONU: que hay que encontrar soluciones pacíficas, negociadas y justas a los problemas internacionales. Para mí es muy doloroso, frustrante y decepcionante observar que todo se relaciona con el diálogo Este-Oeste. Si esto se aceptara habría que echar el cerrojo a la ONU, porque no serviría para nada si para todo tenemos que mirar hacia el Este y el Oeste en un eterno Wimbledon.

P. Pero tampoco hay que perder de vista este diálogo.

R. Indudablemente, porque ayuda a crear un clima propicio. Pero no olvide que estos países sólo son potencias militares. Japón es económicamente más potente que la URS S, y EE UU es el país con una mayor deuda extrema. Ustedes, por ejemplo, los doce, si llegan a consolidar su, unión, serán una potencia probablemente tanto o más poderosa que EE UU.

P. ¿Cómo analiza el terremoto que está sacudiendo a los países comunistas?

R. Veo con satisfacción, interés y simpatía la liberalización en Europa oriental. Cuanto más se aproximen las posiciones estructurales de todos los países más posibilidades hay de que haya grandes afinidades políticas. Eso hará que la ONU sea cada día menos un centro de debates amargos para convertirse en un gran foro de consenso.

P. En su análisis de riesgos, ¿que características piensa que tendrá la conflictividad futura?

R. Aún tenemos pendientes bastantes problemas políticos. Lo que hemos conseguido es encarrilarlos, colocar el tren de los conflictos sobre los rieles. Que la locomotora avance y acelere es otro cantar. Pero también están los problemas económicos, que son gravísimos, empezando por la deuda y, sobre todo, la ausencia de diálogo Norte-Sur.

P. ¿Por qué no se ha avanzado en este tema?

R. Creo que una de las razones primordiales es la excesiva audacia del planteamiento original, cuando se habló de un nuevo orden económico internacional. Esto espantó a los países desarrollados.

P. ¿Y los problemas sociales?R. Son de una magnitud enorme. Para mí, no se trata únicamente de los derechos del hombre. Para mí, la problemática social incluye el medio ambiente, la droga, el terrorismo, el SIDA, los desastres naturales. Y aquí desembocamos en una conclusión fúndamental: la interdependencia de lo político, lo económico y lo social.Catástrofes naturalesP. Los años noventa han sido proclamados por la ONU como la Década Internacional para la Reducción de las Catástrofes Naturales. ¿Hasta qué punto puede ser un prototipo de una cooperación internacional de nuevo cuño?

R. Evidentemente, es un problema que requiere un enfoque multilateral. La ONU no es una organización que hemos creado sus funcionarios, sino los Gobiemos de los países miembros atendiendo a lo que se supone es el deseo de los pueblos.

P. En una reciente reunión celebrada en la localidad italiana de Trieste, auspiciada por la ONU y el Instituto de Sociología Internacional de Gorizia, los expertos concluyeron que es posible reducir la vulnerabilidad sistémica de la sociedad ante las desastres naturales y que esta década encierra una alta dosis de operatividad. ¿Comulga con este diagnóstico?R. Por su propia naturaleza, tienen su origen en fenómenos casi inevitables, lo que hay que conseguir es prepararse de la mejor manera para que su efecto sea lo menos catastrófico posible. Se trata de establecer todo un mecanismo preventivo. Confío en que el debate en la Asamblea General sobre esta gravísima cuestión no concluya sólo con una bellísima declaración lírica, sino que incluya un mecanismo eficaz para su puesta en marcha.

P. ¿Hasta qué punto le preocupa la moralidad de las acciones políticas?

R. Conviene dar marcha atrás un poco en la historia y observar que, desgraciadamente, la moralidad no siempre va del brazo con la política. Para mí, lo importante es la honestidad en la negociación. Llamo inmoralidad a sentarse en la mesa con el ánimo de distraer, de perder tiempo.

P. ¿Es esto muy frecuente?

R. Desgraciadamente, es moneda corriente. Para definirlo con tres palabras muy concretas: falta una auténtica voluntad política. Todo el mundo dice amar la paz, pero no todo el mundo trabaja honestamente para resolver pacíficamente los problemas.

P. ¿Qué siente si en una negociación en la que actúa de moderador el resultado no concuerda con sus convicciones?

R. Ésa es una de las cruces de este cargo. A veces uno, por conveniencia política, no puede decir todo lo que quisiera decir. Esto me ocurre especialmente en materia de derechos humanos. A veces padezco un verdadero sufrimiento espiritual.

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