Explosión panafricana
Paul Simon ha conseguido que su Graceland sea una explosión panafricana. Ritmos, armonías y bailes milenarios se dan la mano con el rock and roll, el blues, y el foIk, de forma natural, y el público se encuentra, sin darse cuenta, coreando en zulú el estribillo de Homeless. Graceland reúne a 26 músicos y sólo dos de ellos son blancos norteamericanos: Simon y su hijo Harper, que, sin figurar en el programa ni ser presentado por su padre, actuó como guitarrista en algunos temas. El resto son músicos de diversas regiones africanas, especialmente exiliados surafricanos en lucha permanente contra el apartheid. Además de Miriam Makeba, Hugh Masekela y los Ladysmith Black Mambazo es necesario mencionar al guitarrista Ray Phiri, arreglista de algunos temas, y al demoledor bajista Bakithi Kumalo. La música con raíces se está apoderando, para bien, del rock business.La misma noche en que Simon llenaba de africanidad el Waldbühne, en Berlín coincidían otros tres espectáculos con raíces étnicas, con lo que se demuestra el creciente interés del público europeo. Así, el paquistaní Nusrat Fateli Ali Khan concluía tres días apoteósicos en la Kongresshalle; el egipcio Mohamed Mounir, estrella indiscutible del raï, actuaba en la UFA-Fabrick, y el grupo alemán Embryo, pionero del ethno-beat, se presentaba en la Zeltbühne Schulz con los percusionistas Youruba Dun-Dun, nigeriano, y El Houssaine Kili, marroquí. Todo sin contar la docena de locales con música latina en vivo y los diversos intérpretes africanos que cada noche pasean su música bajo los impresionantes restos de la catedral en memoria del Kaisel Wilheim. Sin comentarios.
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