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El ministro está cansado

I. C. / F. M., Francisco Fernández Ordóñez acaba de cumplir 59 años y está cansado. Este personaje incombustible de la política nacional -fue el ministro de la reforma fiscal y el del divorcio con UCD, y el gestor de la política exterior desde el ingreso de España en la CE, ya con el PSOE- no esgrime el agotamiento de un semestre en el que ha dado la vuelta al mundo.

"Son motivos de salud y no me encuentro con muchas fuerzas", explica, y añade que hace falta "un hombre nuevo, porque todo el mundo se gasta". La primera preocupación del ministro es ponerse en manos del médico después de su inmediato viaje a Noruega. Durante la presidencia ha descuidado su salud y la enfermedad amenaza con querer pasarle factura.

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Fernández Ordóñez afirma que su decisión es aguantar hasta el fin de la legislatura. ¿Y después? "La decisión de dejarlo es firme, aunque aún no lo he hablado con Felipe González". Su deseo es regresar a casa, "encender la chimenea" y dedicarse a escribir, un poco de todo. "Si algún día escribo mis memorias, lo haré sin hablar mal de nadie, pero lo que más me gusta es la literatura". También quiere volver a su despacho, que abandonó hace 15 años. "El problema que tengo", afirma, "es que no sé hacer nada con tranquilidad".

Para Fernández Ordóñez "el gran momento" de sus cuatro años de ministro de Asuntos Exteriores se produjo el 11 de diciembre de 1986, en Bruselas, cuando negoció con el entonces secretario de Estado George Schultz la reducción de la presencia militar norteamericana en España. "Le expuse claramente que no queríamos otro Gibraltar. La conversación fue muy tensa y él llegó a decirme que si las cosas estaban así haría una propuesta de retirada de todas las tropas norteamericanas en España".

Ahora está dispuesto a cumplir la promesa de abandonar la política que un día le hizo a su mujer, Mari Paz. Fue en sus tiempos de ministro de Justicia, cuando dimitió acosado por las turbulencias que desató su proyecto de ley de divorcio. "Entonces no me dejaron los compañeros que me marchara, pero ahora es diferente. Llega un momento en el que, al contrario de Neruda, me veo obligado a decir que confieso que no he vivido".

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