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Descubrir al coreógrafo Auguste Bournonville

El Ballet Real de Dinamarca actúa en Madrid en el programa de las Fiestas Europeas

Las llamadas Fiestas Europeas van a proporcionar al público de Madrid una ocasión única -aunque sea en el formato reducido de un grupo de 15 solistas- de descubrir al Ballet Real de Dinamarca (BRD), uno de los más prestigiosos grandes conjuntos del continente. El conjunto actuará en el Conde Duque los días 27, 28 y 29. Fundado hace más de 200 años, el esplendor del BRD está ligado a las casi cinco décadas -de 1830 hasta poco antes de su muerte en 1879- en que Auguste Bournonville fue su director y coreógrafo principal.

Auguste Bournonville creó no sólo un repertorio de más de 50 ballets si no una escuela y un estilo propios, que han hecho de esta institución uno de los dos gran des bastiones (el otro es la escuela rusa de Petipa) de la tradición del ballet académico en el mundo.Hijo del bailarín y maestro de ballet francés Antoine Bournonville, que había sido discípulo del gran Noverre, Auguste nació ya en Copenhague en 1805. Estudió con su padre y completó su formación en Francia -con el último virtuoso del estilo clásico francés, Vestris- antes de convertirse en estrella de la ópera de París y compañero favorito de La sífide original, Marie Taglioni. Pero la aportación personal de Bournonville al desarrollo del ballet romántico en el curso de su largo reinado al frente del Ballet Real de Dinamarca superó con mucho la influencia francesa.

El relativo aislamiento de Dinamarca durante el período que siguió a su desaparición permitió que la herencia de Bournonville se preservara de influencias ajenas y cuando en 1932 Harald Lander se hizo cargo de la compañía y comenzó una labor sistemática de reposición y divulgación en el extranjero del repertorio de Bournonville, se inició en todo el mundo el redescubrimiento del estilo y la revalorización de la figura y la obra del gran coreógrafo danés que aún está en alza. En realidad, la es cuela danesa es hoy el único ejemplo auténtico y vivo de ballet romántico que puede verse en nuestros días.

Frente al estilo ruso que de una u otra forma domina lo que hoy entendemos por escuela clásica -difundido por las sucesivas diásporas de bailarines de San Petersburgo a partir de los ballets rusos de Diaghilev- el estilo Bournonville guarda unas características muy definidas: técnicamente, la viveza y variedad de los saltos, la suavidad de los pies, la velocidad y brillantez de la pequeña batería tienen mucha más importancia que las grandes extensiones y la emparentan con las escuelas antiguas que (como nuestra escuela bolera) han prácticamente desaparecido en todas partes.

Romanticismo

Bournonville estaba muy influido por el romanticismo populista. Los temas de sus ballets -extractos de ocho de ellos se presentarán en el Conde Duque- nunca tratan de príncipes indecisos o aristócratas burladores, sino de gentes sencillas que se enamoran y bailan en la plaza del pueblo, situados a menudo en aquellos países (Italia, España) que despertaban la imaginación de los románticos. La jerarquización, la rígida diferenciación entre danza noble y danza de carácter, características de la escuela franco-rusa, no tienen curso en el universo mucho más democrático de Bournonville, que tampoco aceptó nunca esa supremacía de la bailarina que relegó a los hombres al papel de porteurs en el repertorio de Petipa y de sus herederos de nuestro siglo como Balanchine. Por eso Dinamarca se ha convertido en la gran reserva de hombres para el ballet -desde Eric Brhun en los años cincuenta a Peter Martins o Peter Schauffus.Esta igualdad y sentido democrático se traduce también en un uso menos rígido del espacio -menos geométrico, más rico y policéntrico- que hace a veces aparecer la coreografia de Bournonville como más moderna que la que nos ha llegado como clásica.

Entre los ballets que podrán verse en el programa madrileño -que será transmitido en directo por la segunda cadena de Televisión Española- hay que destacar varios -la Polka militar (1842), la danza de los yoqueis de De Siberia a Moscú (1876), el paso a siete de Una fábula popular (1854), que no se han visto nunca en España y, sobre todo El toreador, que Bournonville montó en 1840 tras comprobar el irresistible éxito que tuvieron en Dinamarca los bailarines españoles Mariano Camprubí y Dolores Serral y que se convirtió, junto con Napoli (1842) en uno de los favoritos del público del teatro Real de Copenhague.

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