El distanciamiento de la ternura
La llegada de Suzanne Vega al mundo de la música en 1985 se produjo en el momento oportuno para ocupar un lugar vacío y conectar con las necesidades de un público ávido de sutileza, ternura y serenidad. Un público maduro, no habituado a los conciertos en directo -la cantante norteamericana no llenó en Madrid ni en Barcelona- e incapaz de conectar con la música adolescente que copa el mercado.En su presentación en Madrid, Suzanne Vega- demostró que, a pesar del éxito, no es una artista fácil. Su música se desarrolla en un mundo propio, de difícil acceso, que habla de soledades y sentimientos latentes. El distanciamiento y la frialdad que desprende la cantante, complica aún más el acercamiento y exige al público un esfuerzo inhabitual para intentar comprender una propuesta musical de interesante personalidad.
Suzanne Vega
Suzanne Vega (voz, guitarra acústica), Anton Sanko (teclados, guitarra), Michael Visceglia (bajo),- Marc Shulman (guitarra eléctrica), Frank Vilardi (batería). Sala Jácara. Madrid, 7 de junio.
Punto de interés
En esta relación público-artista radica uno de los puntos de interés de la intérprete de origen puertorriqueño. En el riesgo de sus composiciones difíciles, a excepción de su gran éxito Luka, su atractivo musical que enlaza con generación de cantantes folk americanas de los sesenta, actualizándolas con un sutil acompañamiento realizado por cuatro músicos más preocupados por las sonoridades que por el virtuosismo. Suzanne Vega ha tenido la gran habilidad de reunir diversas sensibilidades y estilos a través de una voz cálida e inexpresiva y una postura en escena excesivamente fría.A pesar de esta frialdad, Suzanne Vega agradó en Madrid. Su concierto estuvo bien planificado, con canciones difíciles al comienzo seguidas de un largo bloque con el único acompañamiento de su guitarra, para finalizar con los temas más conocidos de su segundo disco Solitude standig.
En directo, mantiene el ambiente de sus dos discos, no altera los arreglos y consigue un alto nivel de calidad, aunque carece de la garra y presencia sonora del trabajo en estudio. Su música, de abundantes matices, queda en ocasiones un tanto desdibujada y falta de energía. Su ternura en escena la permite superar estos defectos, pero a veces la monotonía planea peligrosamente sobre el concierto, especialmente en locales de audición incómoda. Interpretó algunas de sus mejores canciones, como Gipsy o Calipso, a solas con su guitarra, perdiéndose una labor de acompañamiento de gran finura que enriquecería su repertorio, añadiéndole fuerza y limando momentos que pueden lindar con el aburrimiento.
La mayoría de los asistentes superó el distanciamiento, aceptó las reglas del juego y se sumergió en el mundo de la cantante, que tuvo que ofrecer una larga serie de bises, en los que incluyó sus temas más celebrados. Fué la aceptación de una propuesta compleja, fría e imaginativa. La recuperación de estilos sumergidos durante muchos años y ofrecidos hoy con una envoltura nueva y calidad en muchas composiciones. Aires antiguos lanzados con un lenguaje musical contemporáneo a través de la ternura distanciada.
Babelia
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