_
_
_
_

El espacio y el tiempo ya no son lo mismo, piensa Jean-François Lyotard

El autor de 'La condición posmoderna', que está harto de esa etiqueta, inaugura un debate sobre el presente

El pensador que con un informe oficial para un Gobierno lanzó uno de los debates más intensos de los últimos años, el de la posmodernidad, se siente harto de esa etiqueta e ironiza sobre sus múltiples deformaciones. Jean François Lyotard es uno de esos pensadores internacionales que desde hace unos años comparten con los ejecutivos los asientos de la business class en los aviones retrasados por las huelgas. Es una estrella de la industria cultural, sección filosofía, de lo que es consciente: sonríe, mantiene sus distancias y añora el tiempo perdido, el único que merece la pena. "El espacio y el tiempo ya no son lo mismo", comentó ayer en Madrid, donde inauguró el debate Pensar el presente, dos horas después de llegar de París y 20 antes de volverse.

Más información
El filósofo, en el avión

La escena se desarrolla como sigue: el periodista recoge al pensador y ambos se dirigen a la habitación del hotel. En la recepción, el pensador pide la llave de la 306. El recepcionista sonríe son suficiencia y le alarga la 316. "Pero...". No hay peros: su llave es la 316. El pensador se ríe, como si conociera sus propias flaquezas, y mientras se dirigen a la salita de la habitación, cuenta que lo mismo le ocurrió hace unos días en América. Vuelve a reirse, tiene una sonrisa bromista y agradable.Se pregunta si esos olvidos serán los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheirner, lo que antes, dice, llamaban demencia senil. Comenta su paso por un congreso en Berlín Este, del que regresó anteayer. No, Madrid no le ha parecido particularmente enloquecido este lunes de transición en que los autobuses vuelven a hacer huelga. "Claro que yo recibo trato de favor", dice; "otra cosa hubiera sido si fuese un marroquí con la mochila al hombro". "Todas las ciudades son lo mismo", señala, y con esa naturalidad de los filósofos comenta como al paso: "No podemos quedarnos en la claustrofobia [de las ciudades]. No es tan simple. Estamos esclavizados por infinidad de condiciones que determinan nuestra vida, en los transportes por ejemplo, pero a la vez levantamos el teléfono y hablamos con el otro extremo del mundo. Lo que ha cambiado es nuestra percepción del tiempo y el espacio, que ya no son lo mismo". Esa es justamente una de las propuestas de la posmodernidad.

Existe una crisis de legitimidad bastante evidente en el saber que concierne a las ciencias, las comunidades políticas o las escuelas de arte, ha venido a explicar Lyotard en la última década. Durante siglos, Occidente ha vivido en función de grandes respuestas, que él llama metadiscursos pues engloban otros discursos: el metadiscurso cristiano, el del progreso, el marxista... que no dan ya más de sí: su credibilidad está en crisis. "Algo está naciendo, o ha nacido ya, quién sabe", dice Lyotard (que de forma constante está poniendo en duda lo que acaba de proponer).

Un informe sobre el saber

Lo que se iba a convertir en un debate internacional, el de la posmodernidad, nació como un informe oficial encargado a Lyotard por el gobierno de Quebec, sobre el pensamiento que se estaba gestando en las sociedades desarrolladas. Escrito con el entusiasmo menor de los encargos, así nació el Informe sobre el estado del saber en las sociedades desarrolladas, que luego fue publicado en Francia con el título La condición posmoderna. Informe sobre el saber. "Es el único de mis libros que he vendido, y creo que el peor", sonríe. Y comenta: "No se puede decir condición en alemán. No saben lo que es".El debate de la posmodernidad cuajó con una rapidez extraordinaria, y es el que ha marcado la última década, aunque no en todos los países: los franceses, según Lyotard, permanecieron bastante indiferentes. La posmodernidad se convirtió en una etiqueta, una coartada, en multitud de debates, publicaciones culturales, textos de críticos, hasta su desvirtuación y la náusea.

"Lo que no quería decir es todo está permitido o proponer el regreso del retro, como dijo una publicación cultural española tras una entrevista con Lyotard. Estuvo muy tentado de replicar, comenta ahora, y estuvo a punto de entablar demanda cuando una editorial española tradujo su libro Le difiérend (El diferendo) por La diferencia, lo que tergiversa el título pero encaja en el tópico: los franceses siempre están hablando de diferencias.

Una década después, las partes del debate se han movido más o menos como sigue: los ingleses realizaron un congreso histórico. Los alemanes, y particularmente Jürgen Habermas, ha criticado severamente las propuestas del posmodernismo al que ha llegado a acusar de movimiento reaccionario. Los italianos "lo digirieron a una velocidad increíble", algo comprensible si se piensa que en el origen posmodernidad fue un concepto de arquitectos italianos que se comenzaron a preguntar para quién construir y bajo qué modelos, puesto que los existentes ya no funcionaban. Los norteamericanos, apasionados de post y de pre, ironiza Lyotard, dejaron poco reconocibles las propuestas originales. "Es un debate extraño, que se mueve o cojea de forma distinta según de qué se trate o de quién lo haga. De todas formas sigo detectando que algo cambia, que quizá ha cambiado ya, en la relación de la humanidad con sus obras, sus prácticas, su espacio y su tiempo... ¿Le sirve eso como frase? ¿Marchará?".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_