El atractivo de la vía española
El polaco Adam Michnik ha sido la reciente estrella de un seminario celebrado en París sobre el legado político de la Revolución Francesa. Reunión apropiada porque para muchos la Europa del Este vive una revolución que p rsigue los mismos objetivos que la gran conmoción francesa iniciada este año hace dos siglos. La conquista de los derechos políticos, la igualdad ante la ley, y algún anticipo de fraternidad basado en una mejora del nivel de abastos, es lo que hoy se dirime más allá del Oder-Neisse.La entrevista transcurre en un restaurante de la capital francesa, cuyo menú seguramente contrasta con las austeridades del socialismo real. De apetito tan dilatado como todo lo que no abunda en su país, Adam Michnik es un aplicado consumidor de marisco y un gustoso partidario del beaujolais.. El líder polaco se declara católico cultural, de la rama pantagruélica sin duda, aunque jamás haya sido bautizado: "En cierto modo, todos los polacos, creyentes o no, tenemos una formación católica, y miramos a la Iglesia como la gran preservadora de la conciencia nacional". Quizá por ello Michnik ha bautizado a todos sus hijos, uno de ellos apadrinado por Lech Walesa, el otro gran icono junto con la virgen de Czestochowa, de la lucha de Solidaridad.
La transición democrática española despierta enorme interés en Polonia, en trance de negociar una salida de 40 años de dictadura. Michnik, buscando el hartazgo de similitudes, subraya que en los casos español y polaco el poder trata de pactar el nuevo curso nacional con la oposición, y que también en Polonia son los vencedores de una guerra lejana los que admiten que la situación política actual es insostenible. Retrato en negativo de la legalización del partido comunista en España, un arco iris de anticomunismos diversos espera su legalización en Polonia.
Adam Michnik no ignora, sin embargo, el papel jugado en el caso español por un contexto internacional enteramente favorable, que sólo a bulto puede medirse con la apertura de Mijail Gorbachov en la Unión Soviética. En cualquier caso, en tanta historia comparada está claro que Polonia no tiene monarquía a la que recurrir como punto de encuentro para los recelos de unos y las impaciencias de otros.
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