Hungría, en el punto de mira
Los países socialistas opuestos a la liberalización acusan de deserción al régimen de Budapest
El proceso democratizador en Hungría ha entrado en una fase de extrema fragilidad bajo crecientes presiones involucionistas internas y externas. Los países socialistas opuestos a la liberalización del sistema comunista -Rumanía, la República Democrática Alemana (RDA) y Checoslovaquia- han comenzado a denunciar abiertamente a Hungría por su supuesta "deserción" de la comunidad socialista.
En el partido comunista y los sindicatos en Hungría se están reagrupando las fuerzas involucionistas para intentar impedir que los reformistas impongan su calendario político, con un congreso extraordinario del partido y unas elecciones el próximo año tras las cuales los comunistas habrían de compartir con seguridad el poder con otras fuerzas no socialistas.El sector reformista radical del partido comunista (POSH), encabezado por el ministro de Estado y miembro del buró político Imre Poszgay, ha decidido arriesgar el enfrentamiento directo con las fuerzas conservadoras del partido y del Estado, lanzar una ofensiva para sustituir al máximo dirigente, Karoly Grosz, y solicitar la neutralidad de Hungría "garantizada por las dos superpotencias".
La conferencia nacional del sector reformista del partido comunista celebrada el pasado fin de semana en Szeged supone un abierto desafío al liderazgo de Grosz, liquida definitivamente e centralismo democrático en el POSH y abre a medio plazo la vía a una escisión en el partido. Reconoce además en los términos más duros el fracaso histórico del sistema socialista existente. "Nuestra crisis global es la crisis del despotismo asiático", señala el documento aprobado en la reunión de esta tendencia reformista ya oficialmente organizada en el seno del POSH.
El proceso reformista húngaro ha Regado con el llamamiento a la neutralidad, la declaración del fracaso del sistema socialista la apertura total de sus fronteras a Occidente y sus crecientes tensiones bilaterales con Rumanía, Checoslovaquia y la RDA, al umbral de un conflicto abierto con la comunidad de países socialistas. El sector reformista di rigido por Poszgay y el otro ministro de Estado, Reszoe Nyers, tiene hoy la iniciativa política y confía en hacerse con el control total de la dirección del partido en un congreso extraordinario. No obstante, con la situación económica en continuo deterioro, como es previsible, las fuerzas involucionistas firmemente ancladas en el aparato del Esta do lanzarán aún este año una campaña desestabilizadora, según medios políticos de Budapest.
Estado de emergencia
Las declaraciones del jefe del partido calificando la situación del país de "estado de emergencia" sugieren que Grosz podría estar intentando recuperar una posición de fuerza actualmente perdida con medidas extraordinarias. El primer ministro, Miklos Nemeth, alineado hoy con Poszgay y Nyers, desmintió al jefe del partido de forma insólita al rechazar públibamente esta valoración de Grosz.Por otra parte, la revisión del pasado del partido y del régimen ha adquirido en Hungría una radicalidad y una franqueza que tanto el aparato del Estado como los países vecinos reacios a las reformas consideran ya una agresión. Los reformistas del POSH calificaron de "juicio farsa" el proceso en el que fue condenado a muerte Imre Nagy, denominaron "revolución" el alzamiento de 1956 y exigieron la rehabilitación de los ejecutados tras la represión del levantamiento.
Sin embargo, sin una palpable mejoría de la situación económica, sólo posible en el comercio con Occidente y nuevas inversiones en moneda convertible, las fuerzas desestabilizadoras gozarán de crecientes oportunidades. No se descartan acciones violentas contra las reformas. "Un atentado como el de Atocha en Madrid durante la transición no lo aguantaría la reforma húngara", decía un periodista húngaro.
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