Siria impone su presencia militar en Líbano
La cuestión libanesa ha sido el caballo de batalla de la cumbre árabe que finalizó sin acuerdo para la pacificación del país, al negarse Siria a retirar los 40.000 soldados que tiene estacionados en Líbano desde 1976. A pesar de tener a casi todos los integrantes de la Liga Árabe en su contra, el presidente sirio Hafez al Asad, defendió hasta el último minuto su rol militar en Líbano e impidió que en la resolución final de la cumbre sobre ese dividido país se criticara a Siria o se la instara a retirar sus tropas.La Prensa saudí, que esta semana ha expresado su satisfacción por el regreso de Egipto a la Liga Arabe, se ha manifestado, sin embargo, muy prudente a la hora de valorar los otros dos puntos de la agenda de Casablanca: el problema libanés y el respaldo a la nueva política palestina de abrir cauces a la negociación con Israel.
En medios oficiales no se esconde el escepticismo de las autoridades de Riad por la misión mediadora emprendida por el Comité de Buenos Oficios de la Liga, bajo la presidencia del ministro kuwaití de Asuntos Exteriores, jeque Shaij As Sabah. "Se trata de una mera operación de relaciones públicas", dijo a EL PAÍS un funcionario del Ministerio saudí de Información, que manifestó sin tapujos la contradicción que supone ese ejercicio con el envío de fondos para la compra de armas a todas las partes en conflicto. "Mientras sigamos financiando el rearme de los distintos grupos que luchan en Líbano no habrá solución a esa guerra".
Comunidades musulmanas y cristianas, en número de hasta 16, se enfrentan desde hace 14 años en la citada república levantina por un reparto del poder más justo que el establecido al ser proclamada la independencia en 1943. Desde que se iniciara la guerra civil, las alianzas han dado muchos giros, hasta otorgar, en el momento actual, una situación de primacía militar a las fuerzas musulmanas gracias al respaldo del Ejército sirio. La salida de estas fuerzas, ha sido solicitada con insistencia en Casablanca tanto por el recién incorporado Egipto como por el tradicional enemigo sirio, Irak.
Presión sobre Damasco
El foro árabe, cuya mayoría numérica apoya la retirada, teme, sin embargo, que una excesiva presión sobre Damasco pueda romper las filas de su precaria unidad y dañar sus esfuerzos en otros frentes. Así, por ejemplo, la actitud del presidente sirio, Hafez el Asad, a quien se ha logrado reconciliar por enésima vez con el líder palestino, Yasir Arafat, resulta decisiva a la hora de definir la nueva política común frente a Israel.
Riad, que hasta el momento no ha hecho pública su postura oficial a este respecto, sólo podría respaldar el cambio con la seguridad de que no va a dar lugar a disidencias. El temor a una desestabilización por parte del ala más radical de la nación árabe (Siria y Libia) puede frenar la línea de realismo político que caracteriza al país en estos temas.
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