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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El principio de algo

No es que yo sea un tránsfuga del teatro de Jardiel Poncela, que sigue teniendo un puesto único en el siglo XX y reuniendo en sí una serie de elementos innovadores, rupturistas; un germen de surrealismo, de absurdo o de querida inverosimilitud producidos con gran anticipación; pero es que algunas de sus obras resisten difícilmente el paso del tiempo.Usted tiene ojos de mujer fatal, de 1933, es una de ellas. La novela de que partió -Pero ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?- era ya un éxito popular y Jardiel un escritor audaz, de entre los que comenzaban a destacarse en la República: en el teatro atravesaba las dificultades de un medio conservador y retrógado que se defendía sobre todo de los autores como Jardiel, que no buscaban glorias intelectuales y minoritarias, sino un teatro para el público, claramente cómico.

Usted tiene ojos de mujer fatal

De Enrique Jardiel Poncela (1933).Intérpretes: María Kosty, María Jesús Sirvent, Pilar Bardem, Pepa Ferrer, Carmen Merlo, Charo Vázquez, Chelo Hurtado, Olga Piquer, Mari Begoña, Susana Buen, Fernando Delgado, Víctor Valverde, Arturo López, José Cerro, Lino Ferreira, Antonio Campos. Escenografía: Manuel Mampaso. Dirección: Mara Recatero. Teatro Maravillas, 23 de mayo.

Usted tiene ojos de mujer fatal era ya reductora con respecto a la libre novela; sufrió mermas -contaba él mismo- por las presiones y los rechazos de los empresarios y las compañías, y al fin se estrenó: y fue un éxito, y se popularizó. Viendo ahora la perspectiva, no era el gran hallazgo de su teatro moderno y que luego se desarrolló entre batallas tremendas.

Demasiado notorio

Viendo ahora esta obra, tal como fue escrita -con algunas modificaciones de actualización de lugares o de cantidades; se ha renunciado a la reconstrucción nostálgica-, se ve algo del germen del gran Jardiel, algunos de sus defectos -su obsesión por justificar; su reiteración deliberada, que se basaba en la desconfianza de ser comprendido; las vueltas atrás de los sucesos que se presentan y se vuelven a relatar; escenas inútiles para ganar tiempo, o la introducción de frases demasiado escritas, de novelista o de articulista-; la historia queda reducida a la nada o casi nada -un donjuán que se enamora, el equívoco en ese amor y la solución feliz para el final- y el peso antiguo se hace demasiado notorio.Queda brillantemente adelantado el personaje del criado Oshidori, antecedente de lo que serían estos elementos de servicio en todo el teatro de Jardiel, y en este caso verdadero protagonista de la obra; y algunas frases a las que son no cuesta reconocer como antecedentes de lo que iba a ser después, en él y en otros posteriores, del libre humor contra el tópico. Puede no ser suficiente para hoy. Puede aburrir.

La representación recae sobre Fernando Delgado, que acierta a cumplir su papel sin tratar de hacerlo más cómico de lo que es, diciéndolo con claridad y colocando las frases; se apuntala en la movilidad y la viveza de María Jesús Sirvent, en la belleza de María Kosty y en el mero cumplimiento de su oficio por lo demás. La directora Mara Recatero se caracteriza por su servicio modesto a los textos que dirige, lo cual no es una virtud escasa, y la cumple una vez más. Se puede pensar que en otro tipo de representación más rápida, más encabalgada, incluso menos fiel, podría conseguir algo más brillante. Queda como una muestra de lo que comenzaba a.ser el nuevo teatro cómico en su tiempo y del sentido del humor que Poncela aportaba a algo que se anquilosaba; y puede satisfacer a antiguos espectadores que no se encuentran a gusto con los intentos de teatro cómico actuales, muchos de ellos todavía remedos de la grandeza de Poncela y viven a su costa sin llegar a su genio.

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